domingo, 31 de marzo de 2013

Hades, Mar de Fuego y Abismo

Nota del Blog: El siguiente excursus está tomado de Wikenhauser Alfred, "El Apokalipsis de San Juan", Herder 1969, pag 128 ss.
En azul la Addenda II


Hades, Mar de Fuego y Abismo

El Hades (=infierno, reino de los muertos) es el lugar en que las almas de los muertos permanecen hasta el juicio final; en el Apocalipsis es mencionado siempre al lado de la muerte[1]. Cristo, que tiene en sus manos las llaves de la muerte y del Hades[2], tiene el poder de abrir las puertas del reino de los muertos y de llamar a la resurrección las almas que allí se encuentran[3]. Para el juicio final, la muerte y el Hades deben dejar en libertad a los muertos; luego, dado que de ahí en adelante forman parte de los seres diabólicos, serán arrojados en el mar de fuego[4]. No está del todo claro si para el autor del Apocalipsis el Hades es la morada de todos los muertos, o sólo de los no cristianos o de los malvados. Lo cierto es que los mártires de las persecuciones pasadas se encuentran al pie del altar de los holocaustos en el cielo[5], y que los de las persecuciones futuras se reúnen ante el trono de Dios[6]. Parece, pues, que según el Apocalipsis, los que han muerto en Cristo[7] no se encuentran en el Hades[8].

jueves, 28 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo IX


IX

¡Paciencia! Escuchad esto, vosotros, pobres seres por quienes Jesús quiso sufrir. Si existiera un día algún fanático de mi prosa, acaso el desdichado podría descubrir, con la ayuda del cielo, las siguientes líneas, tan perfectamente ignoradas, creo, como la página que citara más arriba:
"Se ha escrito mucho sobre el dinero. Los políticos, los economistas, los moralistas, los psicólogos, los mistagogos se han extenuado en la empresa. Pero ninguno de ellos, que yo sepa, ha expresado jamás la sensación de misterio que implica esa asombrosa palabra.
"La exégesis bíblica ha señalado la particularidad notable de que en los Libros Sagrados, la palabra Dinero es sinónima y figurativa de la Palabra de Dios. De ahí que los Judíos antiguos depositarios de esta Palabra, a la q terminaron por crucificar cuando se convirtió en Carne del Hombre, hayan retenido posteriormente el simulacro de ella, a fin de cumplir su destino y no errar sin vocación sobre la tierra.
"Es, pues, en virtud de un decreto divino que poseen, no importa cómo, la parte más importante de las riquezas de este mundo. ¡Gran satisfacción para ellos! Pero, ¿qué hacen con ellas?"[1]

miércoles, 27 de marzo de 2013

Nuestra Señora de los Siete Dolores y la Madre de los Macabeos. VI Dolor


SEXTO DOLOR

"Si tú das tu alma como pasto a los hambrientos, dice Isaías, el vidente de labios consumidos, y si tú sacias al alma afligida, la luz se levantará en las tinieblas y las tinieblas serán como el medio día; y el señor te dará el reposo para siempre y llenará tu alma de esplendor, y libertará tus huesos y serás como el jardín regado y como la fuente de aguas inextinguibles y en ti serán edificados los desiertos de los siglos y suscitarás el fundamento de una y otra generación". Esta visión tan claramente aplicable a Jesucristo traspasa tan bien para allegar al corazón de su Madre, que se diría que el profeta ha contemplado a su Redentor a través de los ojos en lágrimas de María. Se ve en la Escritura un Ángel encargado por Dios de cada uno de los acontecimientos de la historia de su pueblo elegido. ¿No podemos suponer, como la Iglesia, por otra parte, nos lo permite, que cada uno de estos acontecimientos prodigiosos que se llaman los siete Dolores de la Reina de los Ángeles debiese tener por ministro y por ordenador a uno de esos espíritus celestes y tal vez a cada uno de esos siete Ángeles que están delante del Señor?[1].
Representaos esta escena única: Jesús muerto, desclavado de la Cruz y puesto por las manos eminentemente sacerdotales de José de Arimatea sobre el altar sublime  de las rodillas de María y sobre el corporal muy puro preparado por el consejo de sus manos[2]; y pasada la hora nona y disipadas las tinieblas, en el silencio adorante de todos los testigos terrestres del descendimiento de la Cruz alrededor de esta Reliquia inefable, al Serafín del sexto Dolor hundiendo como una espada en el corazón de la Inmaculada Concepción las palabras sagradas del divino profeta.

martes, 26 de marzo de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, V Parte.

Nota del Blog: Toda esta sección del Sacerdocio de la Santísima Virgen, dividida en siete puntos, es no sólo súmamente edificante y admirable, sino que también abre amplios horizontes en la teología dogmática, especialmente en el tratado de Ecclesia y muy especialísimamente en una de las tesis centrales del mismo, a saber: la pertenencia a la Iglesia. 

3. El sacerdocio de la Madre de Dios.

1) Notas sacerdotales de la maternidad divina.

Conforme al plan de la creación, Jesucristo no debía hacer su entrada en el mundo por sí solo; ni su sacrificio estar solo en el altar; ni su gracia actuar a solas. La asamblea jerárquica que venía a instituir, reino de vida eterna en medio de los reinos temporales, debía serle íntimamente asociada desde el primer momento de su entrada en el mundo; tanto en orden al culto personal del hombre nuevo que es él, Hijo de Dios, como a la universal redención de los hombres. Y ello, mediante el ser y la obra de una mujer única, bendita entre todas las mujeres.
La plenitud óntica de la Llena de gracia, como la llama el Arcángel, compendia y sobrepuja la muchedumbre de perfecciones que los miembros de la Iglesia alcanzarán, gracia sobre gracia, hasta el fin de los tiempos.
Esa plenitud le ha sido conferida para el sacerdocio real del Verbo encarnado: para su ser; para su sacrificio; para su reino.

lunes, 25 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo VIII


VIII

Hasta ese día la perfecta justicia de los cielos y de la tierra seguirá exigiendo imperiosamente que se los execre y se los repudie. Sé perfectamente que en rigor, los Israelitas pueden ser llamados nuestros hermanos, con igual título, mucho me temo, que las plantas y los animales, denominados así por el seráfico San Francisco, que jamás se equivocó. Pero amarlos como a tales es un designio que subleva a la naturaleza. Sólo cabe en la exaltación milagrosa de la santidad más trascendente o en la ilusión de una religiosidad imbécil.
Se necesitó nada menos que la autoridad de uno de los Doce para certificar que "Elías fue semejante a nosotros” pues este profeta, que tuvo al Fuego por servidor parecía haber sido mucho más que un hombre. Pero los Judíos nacidos o por nacer a partir del Gran sacrificio del primer Viernes Santo, de ningún modo pueden ser nuestros semejantes.
Su carne triste, refractaria a toda mezcla durante tantos siglos, evidencia sobradamente, su prodigioso estado de excepción en la humanidad.
Es el Tronco, a pesar de todo, de Nuestro Señor Jesucristo, y en consecuencia, reservado, inarrancable, inmortal, espantosamente talado, sin duda, desde el día siguiente del solemne "Crucifigatur” pero intacto en su soporte y con las raíces adheridas a lo más profundo de las entrañas de la Voluntad divina.

domingo, 24 de marzo de 2013

Domingo de Ramos




“Desde la salida de la orden de restaurar y edificar a Jerusalén,
hasta Cristo Rey, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas…”


ISRAEL: ECCE REX TUUS!

sábado, 23 de marzo de 2013

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis. VII y VIII


VII. Los Reyes de la Tierra



I, 5: “Y de Jesucristo, el Testigo, el  Fiel, el Primogénito de los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra. A aquel que nos ama y que nos ha librado de nuestros pecados con su sangre…”

VI, 15: “Y los reyes de la tierra y los magnates y los jefes militares y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y entre los peñascos de las montañas”.

XVII, 1-2: “Ven acá; te mostraré el juicio de la ramera grande, la que está sentada sobre muchas aguas; con la que han fornicado los reyes de la tierra, embriagándose los moradores de la tierra con el vino de su prostitución”.

XVII, 18: “Y la mujer que has visto es aquella ciudad, la grande, la que tiene imperio sobre los reyes de la tierra”.

XVIII, 3: “Porque del vino de su furiosa fornicación bebieron todas las naciones; con ella fornicaron los reyes de la tierra y con el poder de su lujo se enriquecieron los mercaderes de la tierra”.

XVIII, 9: “Al ver el humo de su incendio llorarán  y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra que con ella vivieron en la fornicación y en el lujo”.

XIX, 19: “Y vi a la bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para dar la batalla contra Aquel que montaba el caballo y contra su ejército”.

XXI, 24: “Las naciones andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella sus glorias”.

viernes, 22 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo VII


VII

Porque, en efecto, en el espíritu de esta visión, que parecerá sin duda insensata, aquellos tres seres horrendos realzaban perfectamente el arquetipo y el fenómeno primordial de la Raza indestructible, que cumplió durante cerca de dos mil años el prodigio sin par de sobrevivir, ella misma, a sus exterminadores y eternamente a todos los infiernos por su substancial revocación.
Pero, ¡qué espantosos antepasados, santo Dios!
Eran verdaderamente demasiado clásicos para no mostrarse tan abominables como sublimes. Desde Shakespeare hasta Balzac se ha repetido terriblemente el tipo del viejo hebreo sórdido y encorvado, revolviendo las inmundicias y los tumores de la humanidad en busca del oro y adorándolo como a un sol de dolores y un Paráclito de amor, co-eterno y co-igual a su Jehová solitario.
Realizaban por triplicado ese monstruo en sus idénticas personas, agregando al horror corriente de ese viejo mito literario el tremendo espanto de su verídica presencia...
¡Abrahán, Isaac y Jacob descendiendo hasta esos limbos nefastos! Porque mi imaginación, desarbolada por el estupor, les acordaba instintivamente los Nombres divinos.
Renuncio a pintarlos, dejando ese décimotercer trabajo de Hércules a los documentadores de la carroña y a los cosmógrafos de las fermentaciones verminosas. Durante largo tiempo me acordaré, sin embargo, de aquellos tres incomparables desechos, a los que veo todavía con sus inmundos guiñapos, inclinados, frente contra frente, sobre la abertura de una fétida bolsa que hubiera espantado a las estrellas, donde se amontonaban, para la exportación del tifus, los innombrables objetos de algún negocio archisemita.
Les debo el homenaje de un recuerdo casi afectuoso, por haber evocado en mi espíritu las imágenes más grandiosas que puedan tener cabida en el habitáculo sin magnificencia de un espíritu mortal.
Voy a rendírselo de inmediato y tan claramente como me sea posible expresarlo.
Entretanto, afirmo, con toda la energía de mi alma, que una síntesis de la cuestión judía es el absurdo mismo, sin la previa aceptación del prejuicio de una salvedad esencial, del secuestro de Jacob en la más abyecta decrepitud, sin ninguna esperanza de avenencia  o de  arrepentimiento hasta tanto su, “Mesías" abrasado de gloria, no haya caído sobre la tierra. 

jueves, 21 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo VI


VI

Los llamo los Tres Viejos porque no sé de qué otra manera podría designarlos. Acaso sean cincuenta en aquella ciudad privilegiada, que no parece enorgullecerse mucho de ello; pero sólo tres se mostraron a mis ojos, lo suficiente para darme la visión de los más insólitos dragones.
Todo aquello que tenía un sello, un signo cualquiera de modernidad, se desvaneció de inmediato para mí, y la vida de los judíos subalternos que hormigueaban a mi alrededor como moscas de matadero, quedó en suspenso. Comparados con aquellos tres, cuya presencia los anulaba por completo, no tenían ya el derecho de existir. Su ignominia, que me había parecido completa, irreprochable y tan sabrosa como puede serlo un elixir de maldición no tenía ya la menor sapidez y asumía, comparada con aquella inextricable pesadilla de oprobio, un carácter de nobleza.
El aspecto de los tres fantasmas despedía una tan incomparable calidad de horror, que sólo la blasfemia podría interpretarla simbólicamente.
¡Imagínese, si es posible, a los tres Patriarcas sagrados: Abrahán, Isaac y Jacob, cuyos nombres oscurecidos por un impenetrable misterio, forman la Delta[1], el Triángulo equilátero donde dormita, en las cortinas del rayo, el inaccesible Tetragrama! ¡Imagínese —apenas me atrevo a escribirlo— a esos tres personajes más que hermanos, de cuyo seno salió todo el Pueblo de Dios, salió hasta el Verbo mismo de Dios; imagíneselos por un momento, repito, alentando aún, sobreviviendo, por un único milagro, a la largamente centenaria progenie de los inmoladores de su gran Hijo crucificado, después de haber aceptado —sabe Dios con qué propósitos de irrevelables retroventas— la destitución perfecta, la ignominia infinita, el inagotable tesoro de la execración del mundo, los alaridos de toda la tierra, el vilipendio en todos los abismos, y piénsese en el asombro eterno de los Serafines al verlos arrastrarse así en una abyección de siglos!


[1] Cuarta letra del alfabeto griego. Corresponde a la d del nuestro y tiene la forma de un triángulo.

miércoles, 20 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo V


V

El año pasado, hallándome en Hamburgo, tuve la curiosidad, como el común de los viajeros, de ver el mercado de los Judíos.
Es difícil expresar la sorprende abyección de ese emporio de detritos enfitéuticos. Parecíame que todo lo que puede asquear de la vida era objeto de lucro para aquellos impuros mercaderes, cuyos pregones serviles me desgarraban, me asían, se pegaban físicamente a mí, produciéndome un malestar extraño, una especie de flagelación gelatinosa.
Y todos esos rostros de lucro y de servidumbre tenían el mismo sello espantable que expresa claramente el desprecio, la náusea divina, la irrevocable separación que los aparta del resto de los mortales y que los hace  tan profundamente idénticos, sea cual fuere el rincón del mundo donde estén.
Porque una extraña ley quiere que ese pueblo de anatematizados no haya podido asumir la reprobación colectiva con la cual se honra, sino al precio fabuloso del protagonismo eventual del individuo. La raza repudiada no ha logrado producir jamás ninguna especie de César.

martes, 19 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo IV


IV

Basta, pues.
No entra, lo repito, en mi propósito ni en mi tema insistir particularmente acerca de este personaje, cuyo triunfo hubiera podido ser mayor aún sin el desconcertante ridículo de su vanidad de menor advenedizo, y a quien, por otra parte, la justicia del crimen acaba de aplicarle una rigurosa sanción[1].
Pero ¿cómo no mencionarlo en el momento de abordar esta incomparable cuestión de Israel que él se vanagloria idiotamente de haber bajado hasta el nivel cerebral de los burgueses más imbéciles?
La sospecha de ser un tierno enamorado de los descendientes actuales de la raza famosa no puede alcanzarme. He aquí, para muestra, lo que escribí hace seis años en un libro de cólera que la hostilidad general puso empeño en ahogar por todos los medios imaginables:
"La Edad Media —decía hablando de los Judíos— tuvo el buen sentido de acantonarlos en zahúrdas reservadas exclusivamente para ellos e imponerles una indumentaria especial que permitía evitarlos. Cuando a alguien le era imprescindible entenderse con ellos, lo ocultaba como una infamia y luego se purificaba como podía. Y ya que Dios quería perturbar a semejante gentuza, la vergüenza y el peligro de su contacto eran el antídoto cristiano contra su pestilencia. Pero he aquí que hoy, cuando el cristianismo parece agonizar ante la fuga de sus propios creyentes, y cuando la Iglesia ha perdido todo su crédito, nos sentimos bobamente indignados al ver a los Judíos convertidos en amos del mundo, y son precisamente los furiosos opositores de la tradición apostólica los primeros en asombrarse de ello. He ahí la idiota característica de los tiempos modernos.[2]"
No veo cómo podría cambiar media línea de esta amable página. Hoy, más que nunca es evidente para mí que la sociedad cristiana está infectada por una asqueante raza, y azora pensar que la voluntad de Dios ha querido hacerla perpetua.
Desde el punto de vista moral y físico el judío moderno parece ser la confluencia de todo lo repulsivo del mundo.


    [1] La Salvación por los Judíos fue escrita en 1892. (N. del T.)
[2] LEÓN BLÓY: El Desesperado, págs. 148 y 149, ed. Mundo Moderno.

viernes, 15 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo III


III

Cierto es que algunos profanos se han preguntado qué victoria decisiva podría resultar para la moral —siquiera sea para la moral práctica— del hecho innegable de haberse empeñado en reemplazar al famoso becerro de oro con un cerdo del mismo metal, y qué importante ventaja significaría para el catolicismo esas inculpaciones de agio. Porque, en definitiva, el señor Drumont entró en Babilonia como un héroe, después de haber apabullado a todos los pueblos semitas, y sus admiradores derramaron sobre él el polvo del santo rey Midas, mezclado con los ungüentos y cinamomos con que habitualmente se adoniza la osamenta de los dioses mortales. Aquello — para hablar menos líricamente— marchaba sobre seguro: las grandes tiradas se multiplicaban y los derechos de autor ingresaban, con una precisión rothschildiana, que hacía babear de avidez a toda una cohorte de plumíferos de la misma calaña que no habían tenido tan productiva inspiración y que resolvieron de inmediato encarnizarse en esa empresa. Todos los lívidos comedores de cebollas cristianas del Alto y Bajo Egipto comprendieron admirablemente que la guerra a los Judíos podía ser, en última instancia, un excelente truco para atenuar más de un desastre y apuntalar más de un negocio precario. Se vio, incluso, a innumerables sacerdotes— entre los cuales debía haber, sin embargo, no pocos cándidos servidores de Dios— inflamarse en la esperanza de una  próxima embestida que haría correr la sangre de Israel en cantidad suficiente para saciar a millones de perros, mientras los íntegros carneros del Buen Pastor ramonearan, bendiciendo a Dios, los quinquefolios y los tréboles de oro del codiciado pienso de la Tierra de Promisión.

jueves, 14 de marzo de 2013

El Cordero y su Iglesia (Apoc. 14, 1-5) III de III


III) La Iglesia militante de Cristo Rey es fiel.

Es fiel —en líneas generales— a la Nueva Alianza sellada con la sangre del Cordero divino, Cristo Jesús, el Mediador del Nuevo Testamento. Esto nos lo da a entender en particular el significado de las siguientes expresiones referentes a los 144.000 que:

a) “No se mancharon con mujeres, como vírgenes que son”: (v. 4a),

b) "Siguen al Cordero dondequiera que va" (v. 4b).

c) “Fueron rescatados de los hombres, primicias para Dios y para el Cordero" (v. 4c).

d) Además ratifica esta triple fidelidad lo que de estos 144.000 se dice en el v. 5, a saber: "y en su boca no se halló mentira; son irreprochables".

martes, 12 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo II


II

¡La Salvación viene de los Judíos! ¡Texto desconcertante que nos lleva furiosamente lejos del señor Drumont! Dios no quiere que yo le declare la guerra a ese triunfador. Sería una lucha verdaderamente demasiado desigual.
El libelista de la Francia Judía puede vanagloriarse de haber encontrado un provechoso filón. Considerando, con la profunda sagacidad y la sangre fría de un jefe astuto, que la piedra filosofal de la propia conveniencia consiste en dar a los vientres humanos la pitanza que precisamente apetecen, inventó contra los Judíos la impetuosa y pertinaz reivindicación de las monedas de cinco francos. Era el infalible secreto para imponerse, para abrirse camino y encaramarse hasta las cumbres más altas.
Decir al transeúnte, así sea el más mísero recipiendario en el pudridero de los desesperados: "Esos pérfidos judíos que te salpican de barro te han robado todo tu dinero.  ¡Recupéralo, pues, oh egipcio!  ¡Arráncales la piel, si te atreves, y persíguelos en el mar Rojo!" ¡Ah! decir eso constantemente, decirlo por todas partes, berrearlo sin cesar en libros y diarios, batirse algunas veces para que se lo comente más noblemente más allá de los montes y de los mares, y sobre todo —ioh, sobre todo!— no hablar jamás de otra cosa: he ahí la receta y el secreto, el medium y el retentum de la basílica del gran éxito. ¿Quién, Dios mío, podría resistirse a eso?
Agreguemos que este gran hombre hacía su campaña de reivindicación en nombre del catolicismo. Esto sentado, recordemos el desinterés sublime de los católicos actuales, el inquebrantable desprecio que sienten por las especulaciones y las artimañas financieras y el celestial desprendimiento de que hacen gala. Yo mismo he escrito libros para expresar la admiración casi dolorosa con que me saturaban estos escolares de la caridad divina, y sé muy bien que me hubiera sido imposible abstenerme de hacerlo.
Es fácil, pues, concebir el impetuoso celo que los animaría cuando las arteras manos del antisemita hicieron cosquillear en ellos el presentimiento de la Justicia. De muchos ojos cayeron entonces las escamas y el género Drumont pareció el apóstol de los tibios, que no sospechaban que la religión fuera tan provechosa.

domingo, 10 de marzo de 2013

A La Iglesia, por Gertrud Von Le Fort


Tú eres como una roca
que se precipita hacia las orillas de la eternidad.
mas la generación de mis días
es como la arena que cae en la nada.
Tu victoria se extiende del Oriente al Occidente,
y tus alas cubren todos los mares.
Tus fronteras no conocen límites,
porque tú llevas en tu seno la misericordia del Señor.
Mil llagas tienes: de ellas brota tu misericordia.
Tú bendices a todos tus enemigos.
Es por ti que los cielos no dejan caer el orbe al abismo.
Tú eres la que reza sobre todas las tumbas;
tú la única señal de lo eterno sobre la tierra.
Tus santos son como héroes de tierras lejanas,
Tú lavas la faz de la tierra con tus plegarias
hasta que nítida brilla con toda pureza.
¡Tú eres la victoria sobre la esclavitud de las almas!



GERTRUD VON LE FORT 


sábado, 9 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Dedicatoria y Capítulo I


A RAISSA MARITAIN

Dedico estas páginas
escritas para la gloria católica
del Dios
de
Abrahán,
de
Isaac
y de
Jacob.

De Profundis

Desde el fondo del abismo, Jesús clama a su Padre, y ese clamor despierta en las entrañas más íntimas de los precipicios —infinitamente por debajo de lo que pueden concebir los Ángeles, indeciblemente más allá de todos los presentimientos y de todos los misterios de la Muerte— el muy apagado, el muy lejano, el muy débil gemido de la Paloma del Paráclito, que repite como un eco el terrible De Profundis.
Y todos los balidos del Cordero vibran así en la horrenda fosa, sin que sea posible imaginar un solo gemido exhalado por el Hijo del Hombre que no repercuta idénticamente en los imposibles exilios donde se acurruca el Consolador...

miércoles, 6 de marzo de 2013

El Cordero y su Iglesia (Apoc. 14, 1-5) II de III


Interpretación

Trataré de  demostrar que en XIV, 1-5 se trata:

I) De toda la Iglesia militante de Cristo Rey.
II) Invencible a los ataques de los que militan en las filas de Satanás
III) Fiel a la Alianza sellada con la sangre del Cordero divino Jesús Mediador del Nuevo Testamento.

I) Se trata primero de toda la Iglesia de la Nueva Alianza, y en segundo lugar, sintetizando más la visión, se trata de ella bajo su aspecto terrestre, e. d. “militante".

a) Las expresiones de "Cordero" y de "144.000" señalan, por una parte, al autor de la  Nueva Alianza y, por otra, a los pertenecientes a esa misma Alianza.
El Cordero es Cristo Jesús, el Mediador de la Nueva Alianza, la cual fué inaugurada con su cruento sacrificio en la Cruz y que ya había sido prefigurado por el Cordero Pascual del Antiguo Testamento. Es, a la vez, una bellísima metáfora de Jesucristo como Sacerdote y Víctima.
Los 144.000 son todos los pertenecientes a la Nueva Alianza, pues el cuadrado de 12 (número sagrado) —que representa a la Iglesia del Nuevo Testamento a semejanza de la del Antiguo Testamento y que consta de miembros judíos y gentiles— multiplicado por 1000 (símbolo de plenitud, perfección, solidaridad o extensión indefinida) indica a toda la Iglesia, a todo el nuevo "Israel de Dios" (cf. Gal. 6, 16) cuyo número sería incontable como las estrellas del cielo y las arenas de la mar, conforme a las promesas divinas en el Antiguo Testamento.

lunes, 4 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Introducción

Sobre este extraordinario libro ver AQUI y AQUI.

Nota del Blog: A la espera de Elías, el Profeta de Fuego, aquel que ha de Restaurarlo todo, según la misteriosa palabra del Dios Crucificado.


INTRODUCCIÓN

La Salvación de los Judíos, publicada en 1893, ha estado enterrada durante doce años. Como el editor —un excelente y digno hombre formado del limo terrenal expresamente para la producción de esta única obra— cambiara repentinamente de oficio, llevó a su nueva morada, a manera de presa, la considerable multitud de ejemplares no vendidos. La circunstancia de que no tuviéramos contrato firmado lo hacía propietario de ese montón de impresos, y durante dos lustros y medio debí resignarme al secuestro arbitrario del más importante de mis libros. De esta aventura dolorosa y del enorme perjuicio que sufrí he hablado en Mon journal.
La presente edición ha sido corregida en varios pasajes, sin modificaciones esenciales. Bueno es tener presente, no obstante, que hasta los menores cambios tienen mucha importancia en un alegato puramente exegético cuyo alcance podría suponerse incalculable si la humanidad contemporánea se interesara todavía por las Afirmaciones y las Similitudes reveladas.
Puede decirse que después del Capítulo XI de San Pablo a los Romanos y aparte de la inspiración sobrenatural de éste, La Salvación por los Judíos es el testimonio cristiano más enérgico que se haya escrito en favor de la Raza primogénita.
"Si su delito —dice el Apóstol— es la riqueza del mundo y su menoscabo el tesoro de los pueblos, ¿cuánto más lo será su plenitud?" "Si el haber sido repudiados ha traído la reconciliación del mundo, ¿qué será su restablecimiento, sino la vida de los muertos?"[1]
La Salvación por los judíos, que podría considerarse una paráfrasis de ese capítulo de San Pablo, hace ver, desde la primera página, que la Sangre que por la Redención de la Humanidad fue vertida en la Cruz, lo mismo que la que diariamente se vierte en el Cáliz del Sacramento, es —natural y sobrenaturalmente—sangre judía, es ese inmenso río de Sangre Hebrea que tiene su fuente en Abrahán y su desembocadura en las Cinco Llagas de Cristo.
He ahí todo lo que hay que saber, ¿Prestará, por fin el pueblo judío atención a este libro que lo honra más allá de toda esperanza y que nada le ha costado?


LÉON BLOY
19 de Noviembre de 1905.

Octava de la Dedicación de las Iglesias. 


[1] Rom. XI, 12-15.

sábado, 2 de marzo de 2013

El Cordero y su Iglesia (Apoc. 14, 1-5) I de III

   Nota del Blog: presentamos aquí un tabajo que apareció en la Revista Bíblica fundada por Straubinger. Ed. Ene-Mar 1953. El autor es Pedro Miranda, S.V.D.
   Tenemos algunas diferencias pero nos parece que de todas formas presenta algunos puntos interesantes en esta visión que nos parece de las más difíciles en el Apocalipsis.


1. "Vi, y he aquí el Cordero, que estaba (de pie[1]) sobre el monte de Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevan su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes,
2. y oi una voz del cielo, como voz de grandes aguas, como voz de gran trueno; y la voz que oí era de citaristas, que tocaban sus cítaras
3. y cantaban un cántico nuevo, delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los que fueron rescatados de la tierra.
4. Estos son los que no se mancharon con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero dondequiera que vaya. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero,
5. y en su boca no se halló mentira, son inmaculados".