martes, 30 de abril de 2013

El Discurso Parusíaco IV


3) Diferentes Preguntas.

En la primera parte buscamos probar la imposibilidad de que los Apóstoles le hayan mostrado a Nuestro Señor el Templo desde el Monte de los Olivos sino que esto, junto con la profecía de su destrucción, sucedió en el Templo mismo, y luego concluíamos que lo más natural era que la pregunta sobre las circunstancias de la destrucción del Templo haya sido formulada inmediatamente.
Luego, en la segunda parte, intentamos corroborar esta última sospecha argumentando por los términos usados por San Lucas.
Ahora buscaremos probar definitivamente el argumento principal de nuestro estudio (duplicidad de discursos) mostrando que las preguntas son distintas.

Los textos, una vez más, son los siguientes:

Mateo XXIV

1 Y saliendo Jesús del Templo íbase de allí, y sus discípulos se le acercaron para hacerle contemplar las edificaciones del Templo.
2 Entonces El les respondió y dijo: "¿No veis todo esto? En verdad, os digo, no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada."
3 Estando sentado en el Monte de los Olivos, se acercaron a él sus discípulos en particular, y le dijeron: "Dinos ¿cuándo será esto, y cuál será la señal de tu parusía y de la consumación del siglo?”

Marcos XIII

1 Y cuando El salía del Templo, uno de sus discípulos le dijo: "¡Maestro, mira! ¡Qué piedras y qué edificios!”
2 Y Jesús le respondió: "¿Veis estas grandes construcciones? Ciertamente no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada."
3 Y cuando estaba sentado en el Monte de los Olivos, frente al Templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
4 "Dinos ¿cuándo será esto? Y al estar esas cosas a punto de consumarse todas ¿cuál será la señal?".

Lucas XXI

5 Y como algunos, hablando del Templo, dijesen que estaba adornado de hermosas piedras y dones votivos, dijo:
6 "Vendrán días en los cuales, de esto que veis, no quedará piedra sobre piedra que no sea destruido."
7 Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo será esto y cuál será la señal para conocer que están a punto de suceder?”.


- ¡Pero si esta es la mejor prueba, nos dirá el lector escéptico, de que estamos ante un solo discurso! Las preguntas, como se puede ver, son las mismas, e incluso aceptando que fueran distintas, la de Mc y Lc coinciden entre sí, mientras la de Mt sería otra pregunta diversa ¿Qué sentido tiene hacer la misma pregunta en dos lugares distintos?

lunes, 29 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XIX


XIX

Ya la inmensa mirada de desolación con que la Estrella de la mañana anegaba a quienes la compadecían, era para ellos una respuesta de desgarradora suavidad.
- Los pérfidos Judíos —creían escuchar—han acusado a mi divino Hijo de ser un hombre glotón y bebedor[1], lo cual es  bien cierto, os aseguro, porque aun estando en  su Cruz gimió para que le dieran de beber.
¡Y pensar que en ese momento El veía mis lágrimas!
Esas lágrimas, estrechamente vinculadas con su Humanidad santa y armadas entonces contra Él con la omnipotencia de la impetración por un mundo herido de locura, se elevaron como una multitud de olas en torno de su Cruz solitaria...
Y en ese momento, antes de que todo fuese consumado, cuando se cumplían espantosamente las antiguas profecías, cuando al cabo de cuatro mil años de humillación la Mujer volvía por fin a estar de pie ante el Árbol de la Vida, hollando con su planta la cabeza de la Serpiente y tocando con su frente las doce estrellas, toda la descendencia del primer Desobediente, magnificada por mi Compasión, se manifestó en el esplendor de mis lágrimas.
El Cáliz de amargura infinita que Jesús, bajo los olivos, pidió a su Padre que apartara de El, y que llenó de espanto a Su Alma hasta hacerle sudar sangre y agonizar, era preciso que lo bebiera ahora de manos de Aquella a quien eligiera desde el comienzo para ser el ministro sin tacha de la parte más cruel de su Suplicio.

domingo, 28 de abril de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, VI Parte.


3) La boda en Caná, parábola viviente de la mediación de la Virgen.

Tiene razón el P. Castellani cuando observa que el de las bodas en Caná fue un milagro de lujo[1]. Pero hay que convenir en que este suntuoso milagro inaugura muy adecuadamente el conjunto de excesos y de superfluidades que es toda la economía de la Nueva Ley. La cual economía viene a su vez motivada por otro enorme exceso divino; por el mayor de todos: “Propter nimiam charitatem suam qua (Deus) dilexit nos[2].
Está muy bien que el agua destinada a unas purificaciones rituales de humana invención (purificaciones inútiles, por tanto, cuando no inmundas) sea transubstanciada en seis hidrias de vino generoso, por obra de aquel que venía a hacer de nuestro vino sangre suya; y a purificarnos y a embriagarnos con ella.
Está muy bien, además, la ocurrencia de aquel prodigio con ocasión de unas bodas; ya que su Autor viene a trocar en sagrado servicio de Dios la triste sed de los sexos.
Y nada más conveniente que aquel allanarse de la Divina Majestad a las pequeñas cosas y a las mezquinas ansiedades de los hombres, quienes con sólo faltarles un poco de vino pueden llegar a ser atrozmente infelices. Porque el Verbo de Dios, con su adviento en carne mortal y con la perpetuación de su presencia mediante el sacro ministerio de hombres ordinarios (e indignos, a veces), procura introducir en nuestras pobres vidas ordinarias (y casi siempre indignas) un sentido y un sabor inapreciables, de inextinguible consuelo: el sentido de su dolor; el sabor del pan que Él es, y de su cáliz.
Las bodas en Caná son como el pórtico de la Nueva Alianza. Y está muy bien, espléndidamente bien, que allí el Señor ceda a Nuestra Señora la palabra de iniciativa en  la obra de su bondad. Si a sugestión de Eva, las creaturas sensibles, representadas en el fruto del árbol de toda ciencia, habían sido profanadas y substraídas a la gloria de Dios por la desobediencia del Varón primigenio, ahora el consentimiento religioso de esta otra Eva, la de la nueva humanidad, restituía a Dios el universo de los cuerpos y de las almas en la persona de  su Hijo. A cuyas bodas con la Iglesia acudirían las mismas cosas materiales (para honor del dueño de casa y alegría de los huéspedes), representadas por las más caseras y útiles: el agua, el aceite, la sal, la cera, el pan, el vino. Y las dos mejores, el pan y el vino, iban a ser promovidas a más noble entidad —como el agua de las seis hidrias— por el mismo Amor omnipotente que ha hecho los cielos y la tierra; y en la tierra,  al hombre y a la mujer.

sábado, 27 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XVIII


XVIII

Jesús agonizará hasta el fin del mundo, escribía Pascal, el más deplorable, a mi juicio de los grandes hombres que se han equivocado mucho.
Pensamiento de una alta y triste belleza que el feroz jansenista no hubiera explicado, seguramente, y que no podía ser, ante sus ojos, sino una hipérbole de piedad.
No resultaría fácil, sin embargo, decir hasta qué punto esa coordinación de sílabas tiene el poder de sugestionar a un corazón profundo que la supondría más que humana...
A fuerza de amor, la Edad Media había comprendido que Jesús está eternamente crucificado, eternamente sangrante, eternamente moribundo, escarnecido por el populacho y maldecido por Dios mismo, según el texto preciso de la antigua Ley: "Aquel que pende del madero está condenado por Dios”.

viernes, 26 de abril de 2013

El Discurso Parusíaco III


2) Diferencia de personas que interrogan a Nuestro Señor.

Terminamos el artículo anterior mostrando la imposibilidad de que hayan sido los Apóstoles en el Monte de los Olivos[1] los que le hayan mostrado las construcciones y que allí mismo Nuestro Señor les haya profetizado la destrucción del Templo. Sin embargo terminábamos concediendo que no repugnaba, necesariamente, a los acontecimientos que esa parte de los hechos haya tenido lugar en el atrio de los gentiles mientras que la pregunta de los discípulos sobre los signos y momentos haya sucedido en el Monte de los Olivos.
Continuando con el mismo análisis vamos a tratar de ver si las personas que interrogan a Nuestro Señor son las mismas o no. Si la conclusión fuera por la última opción, sin dudas que esto sería muy importante a favor de la tesis que defendemos.
Veamos.

Por San Marcos sabemos bien quiénes son los que interrogan a Nuestro Señor puesto que en su v. 3 los identifica expresamente. Se trata de los cuatro Apóstoles de mayor confianza: Pedro, Santiago, Juan y Andrés.
¿Se puede concluir lo mismo con respecto al texto de San Lucas?

miércoles, 24 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XVII


XVII

La Madre de los fieles, helada de horror, continúa, en la imperturbable serenidad de su Liturgia, las Lamentaciones sublimes;

"¡Cómo se ha tornado solitaria la ciudad antes tan populosa! La Dominadora de las naciones ha quedado como viuda; la Soberana de las provincias es ahora tributaria.
"Ella llora inconsolable en la noche, y corren las lágrimas por sus mejillas; entre los que fueron sus amigos no hay quien la consuele; todas las que la amaban la desprecian y se han convertido en enemigos suyos.
"Emigró Judá, por verse oprimido con muchas maneras de esclavitud. Fijó su morada entre los gentiles, mas no halló reposo; todos sus peregrinos lo oprimieron con angustias.
"Lloran los caminos de Sión, porque no hay quien vaya a su Solemnidad; destruidas están todas sus puertas, gimiendo sus sacerdotes, tristes sus vírgenes y ella oprimida de amargura.
"Los extranjeros se han enseñoreado de ella y los que la odiaban se han enriquecido, porque el Señor habló contra ella a causa de la muchedumbre de sus iniquidades; sus pequeñuelos han sido llevados al cautiverio en presencia del que los oprimía.

“Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor, tu Dios”

lunes, 22 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XVI


XVI

Exspectans exspectavi, cantaban los cristianos, esperando la Resurrección de los muertos.
Exspectaveram et adhuc exspectabo, rectificaban hondamente los gemidos de Israel. Yo esperaba y sigo esperando. Vuestro Mesías no es mi Mesías, y aunque todas vuestras tumbas se abrieran, yo seguiría esperando.
Mientras la paciente Iglesia de Jesús consideraba silenciosamente esa eterna suspensión que una inefable esperanza fortalecía, y de la cual ningún salvador hubiera podido sobrellevar la espantosa penitencia, las basílicas y los monasterios repicaban a la gloria de un Niño Judío que había muerto en la ignominia para salvar a los desesperados.
Los sollozos y los cantos de las campanas, que hacíanestremecer de amor a todos los imperios cristianos, golpeaban en vano el alma obstinada de esos huérfanos del Leviatán.[1]

domingo, 21 de abril de 2013

El Discurso Parusíaco II


I) Circunstancias que rodean la(s) pregunta(s).

Como ya lo dejamos dicho en la Primera Parte creemos que las diferencias entre los sinópticos al narrar el llamado discurso parusíaco se explica fácilmente si se tiene en cuenta que estamos ante dos discursos diferentes y no ante uno sólo como han creído siempre los exégetas.
Para probar esta importante afirmación terminábamos el artículo diciendo que íbamos a analizar dos cosas: por un lado las circunstancias que rodean la(s) pregunta(s) y por el otro la(s) respuesta(s) de Nuestro Señor.
Ahora nos dedicaremos a la primera parte y buscaremos probar que los discursos que traen Mt-Mc por un lado y Lc por el otro difieren en tres cosas:

1) El lugar donde preguntan es distinto.

2) Las personas que preguntan son distintas.

3) La pregunta es distinta.


1) Diferencia de Lugar.

Antes de adentrarnos en las diferencias será bueno tener los textos pertinentes a mano:

sábado, 20 de abril de 2013

Addenda III: “Esta generación no pasará…”





Después de dar AQUI la explicación désta difícil perícopa que trae el P. Oñate, agregábamos a modo de complemento un par de cosas, una de las cuales rezaba así:

“2) Parecería que en los Salmos se encuentra un grupo de personas en clara oposición a “esta generación”. Este grupo nuevo, llamado con distintos nombres (generación ventura, pueblo que ha de nacer, etc), será aquel que vivirá durante el Milenio en la Jerusalén Terrena.”

Para cuya prueba nos remitimos a lo que dicen algunos salmos; pero he aquí que después de haber publicado ese artículo, recordamos unas palabras magistrales de Lacunza (Tercera Parte, cap. X) que venían a corroborar lo que habíamos sospechado, el cual, al tratar del reconocimiento que todas las naciones rendirán a Cristo durante el Milenio, dice:

“Por abreviar: en el cántico admirable del Magnificat, profecía de la Santísima Virgen, entre otras cosas está: “Bienaventurada me llamarán todas las generaciones”. Todo lo cual concuerda perfectamente con todo lo que observamos en el fenómeno I, “pero la piedra que hirió la estatua se hizo una gran montaña y llenó toda la tierra”.

Es decir, la profecía de la Virgen habla de una extensión en el espacio y no necesariamente en el tiempo. Caso análogo a la nota de Catolicidad de la que hablan los teólogos.

jueves, 18 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XV

XV

¡Grande y humilde Edad Media, época la más cara para todos aquellos a quienes los clamores de la Desobediencia incomodan y que viven retirados en el fondo de sus propias almas!
Los tres últimos siglos han hecho mucho por empañarla y desacreditarla, desnaturalizando por medio de todos los opios las gloriosas facultades líricas del viejo Occidente. Hasta existe una nueva escuela de historiadores críticos y documentales para quienes esta odiosa tarea es la permanente preocupación.
Pero tengo para mí que los mil años de lamentaciones, de cruentas locuras y de éxtasis continuarán corriendo a través de los dedos de los pedantes hasta que deje de latir el corazón humano, y es curioso observar que los Judíos son, en definitiva, los testigos más fieles y los conservadores más auténticos de esa cándida Edad Media que los execraba por el amor de Dios y que tantas veces quiso exterminarlos.

martes, 16 de abril de 2013

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. V (II de IV)


Desafortunadamente ha habido algunas malas interpretaciones más bien serias de las segunda y tercer lección contenidas en esta parte de la encíclica Quanto conficiamur moerore que trata de la necesidad de la Iglesia Católica para la salvación. La segunda lección se encuentra en la enseñanza de Pío IX sobre la distinción entre la necesidad de medio de la Iglesia y su necesidad de precepto. Esta lección se encuentra en una oración más bien larga y complicada. La encíclica nos dice: “pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, "a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña", no pueden alcanzar la eterna salvación.”
Algunos escritores y maestros descuidados han hecho creer a las personas que la segunda parte de esta oración es un desarrollo de lo dicho en la primera sección de la misma oración. A propósito, este tipo de escritores incluso malinterpretaron la carta del Santo Oficio de 1949, la Suprema haec sacra, en donde la terminología usada es incluso más clara que la de Quanto conficiamur moerore.  En ambos casos se intentó dar la impresión que la Iglesia Católica era necesaria para la salvación con necesidad de precepto solamente. En los dos casos estos intentos fueron claramente falsos. Aquí, de todas formas, vamos a considerar solamente el texto de la encíclica de Pío IX. La Suprema haec sacra será estudiada en un capítulo posterior.

domingo, 14 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XIV


XIV

No olvido, por cierto, la historia de la higuera que fue maldecida porque se encontraba sin frutos cuando Jesús tuvo hambre. Pero el Evangelista aclara que "no era todavía el tiempo de los higos".
Y agrega también que no había que desesperar que los diera, sino excavar alrededor de ella y estercolada. Un poco de paciencia, nada más. Siempre se estaría a tiempo para abatirla si se obstinara en seguir estéril.
Esa pobre higuera que, no tiene nada que ofrecer al pobre Cristo me interesa apasionadamente. Porque es el indiscutible símbolo del pueblo judío, cuya prosperidad expresa admirablemente.
¿No convenía, sin embargo, que a la espera del diluvio de inmundicias que estimularía su fecundidad ulterior diera un fruto cualquiera a ese Redentor impaciente que la había maldecido? ¿Y no sería lícito conjeturar que el impenetrable Traidor que resumía con tanta exactitud a la Raza bífida se colgó precisamente de ese árbol de desesperación, a cuya sombra los buenos hebreos de la tradición se sentaban confiadamente?

sábado, 13 de abril de 2013

El Discurso Parusíaco I


Conocido es el desconcierto de los exégetas a la hora de interpretar el llamado Discurso Parusíaco (Mt. XXIV, Mc. XIII y Lc. XXI). La diferencia principal radica en la conciliación de las diferencias que se encuentran principalmente entre Mt-Mc por un lado y Lc por el otro. Las diversas teorías se reducen básicamente a tres:

1) Todo se refiere a la ruina del Templo.

2) Todo se refiere al fin de los tiempos.

3) Parte se refiere a la destrucción de Jerusalén y parte al fin de los tiempos según la figura escriturística del typo-antitypo.

Creemos sin más que todas estas opiniones están erradas y que son incapaces de explicar las diferencias esenciales tal como se ve en Mt-Mc y Lc.
Creemos que si los exégetas se hubieran tomado la molestia de poner los discursos a dos, tres, cuatro e incluso a veces, a cinco columnas como lo hemos hecho nosotros, hubieran visto lo errado de su exégesis.
Creemos también, por último, que si hubieran intentado unificar los discursos para mostrar qué fue exactamente lo que dijo Nuestro Señor, hubieran podido apreciar la imposibilidad de semejante empresa y por consiguiente lo equivocado de su interpretación.

viernes, 12 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XIII


XIII

Pero ¿quién puede interesarse por esas venerables imágenes, por mucho que con ellas el mundo haya vivido? ¿Y quién se esforzaría por entenderlas? Aunque en un trabajo de la índole de éste es poco menos que imposible descartarlas, ¿cómo escapar á la desalentadora certidumbre de que no se será escuchado?
¡Parecen a veces tan contradictorios esos vocablos, familiares o raros, de tan diverso sentido literal y tan variable acepción espiritual, todos los cuales expresan a su manera la Substancia infinita y que, frente mismo al tabernáculo, no son sino velos de una- cambiante trama!
Se sienten tentaciones de creerlos incoherentes o caprichosos, porque a veces se precipitan los unos sobre los otros, y parecen ora devorarse, ora unirse amorosamente. Cuando se los considera con fijeza, se compenetran súbitamente, coligándose en un solo frente, para multiplicarse de nuevo tan pronto como se pretende asirlos. Y cuando, vencidos por la fatiga, nos desviamos de ellos para contemplar vanas sombras en los enigmáticos espejos de este mundo, vuelven inmediatamente, como sutiles obsesiones, a abrir alrededor de nuestro espíritu sus silenciosas trincheras...

miércoles, 10 de abril de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, IV Parte.


2) La mediación marial

Contra lo que alguien afirma, ninguna madre es —en cuanto madre, y en sentido estricto— mediadora[1]. La Virgen lo es.
El lugar que la madre ocupa entre el padre y el porvenir de la raza, es lugar de medio, no de mediación. Es mediador el que tercia entre dos voluntades, como representante o como intérprete de la una ante la otra (ya lo haga por mandato, ya por determinación espontánea). Es mediador entre Dios y los hombres el profeta, a quien Dios confiere la misión de revelar a los hombres aspectos fragmentarios[2] del ser y del querer divinos; y lo es el ministro del culto, representante público de los hombres ante Dios. Lo fue la madre de los hijos de Zebedeo[3]; mas no en cuanto madre, sino en cuanto madre ambiciosa de Juan y de Santiago; embajadora de su propia ambición. Y así, ocasionalmente, puede serlo cualquier madre; torcida o rectamente impulsada por su amor de tal.

martes, 9 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XII


XII

A los Judíos les cabe el indeleble honor de haber traducido para el uso de la humanidad, en un estilo de tormentos cuya elocuencia excede a todos los horrores conocidos, el odio al Pobre.
Tan evidente es que comprendieron la enormidad de su obra, que para dejar constancia irrefragable de que habían tenido el poder de instituir por lo menos un verdadero Rey de la abyección y del dolor, inventaron la Coronación de espinas.
Los sabios del viejo templo no podían ignorar el sentido profundo de esa ceremonia, sin ejemplo hasta entonces. Desde el Desastre inicial, las espinas son el ingrediente esencial de la maldición suprema, y "la cosecha de espinas en lugar de la cosecha del trigo candeal" es uno de los lugares comunes más hebraicos.
Acaso recordaban el grito del Lamentador: "Humillaos, sentaos en el suelo, tristes siervos del Señor, porque la corona de vuestra gloria cayó de vuestras cabezas".[1] Y  acaso  los  pétalos de sangre viviente que brotaban de la frente del Cristo les hacían pensar con rabia en el Coronemus Rosis del cántico blasfematorio de la Sabiduría.[2]
Pero, ¿sabían esos doctores llenos de ironía y crueldad que esa Corona horrenda imperaría para siempre sobre ellos y los oprimiría más duramente que el Faraón, puesto que había sido posada sobre la frente del Agonizante que no podía tener otro sucesor que el abominable dinero, del cual, después de su muerte, se convertirían en miserables esclavos? Porque hay allí un desconcertante misterio. La muerte de Jesús separa esencialmente el Dinero del Pobre, el prefigurante del prefigurado, del mismo modo que separa el cuerpo del alma en los óbitos ordinarios.
La Iglesia universal, nacida de la Sangre divina, tuvo de su parte al Pobre y los Judíos, atrincherados en la inexpugnable fortaleza de una recalcitrante desesperación guardaron el Dinero, el pálido Dinero arañado por sus sacrílegas espinas y deshonrado por sus salivazos, como hubieran guardado, insepulto y expuesto a la corrupción, para contaminar al Universo, el cadáver de un Dios...


[1] Jeremías, XIII, 18.
[2] Sab. II, 8.

domingo, 7 de abril de 2013

Addenda II- Hades, Mar de Fuego y Abismo.


Después de publicar el post sobre el Hades, Mar de Fuego y Abismo, nos dimos cuenta que había algunas cosas que, si bien no son muy importantes, sin embargo nos pareció que valían la pena agregarlas.
Una es la nota 9 donde hacemos notar dos cosas, una de las cuales está tomada de Lacunza, y la otra es la conclusión donde indicamos un error de traducción en Straubinger.
Lamentablemente uno nunca está del todo conforme con lo que escribe, y siempre quedan cosas por mejorar. ¡Paciencia, pues!

sábado, 6 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XI


XI

La simpatía por los judíos, ya se sabe, es un signo de ignominia. Aquel a quien la Sinagoga no le inspire una instintiva repugnancia, no merece siquiera la estimación de un perro. Esto se enuncia tranquilamente, como un axioma de geometría rectilínea, sin ironía ni amargura.
En lo que a mí respecta, me tiene sin cuidado lo que los teólogos y los economistas les reprochan. Me basta saber que han cometido el Crimen supremo, comparado con el cual todos los crímenes son virtudes; me basta saber que han cometido el Pecado sin nombre ni medida que toca a la Integridad divina y que o tendría ninguna esperanza de remisión si no intercediera por ellos la plegaria insensata de Nuestro Señor, ebrio de tormentos en su Cruz. 

miércoles, 3 de abril de 2013

Las LXX Semanas de Daniel I

Nota del Blog: Comenzamos esta nueva sección dedicándonos al estudio desta importantísima profecía del todo necesaria para poder comprender tanto el discurso Parusíaco como así también el mismo Apocalipsis. Ya tendremos tiempo de demostrar esta aseveración.

Daniel, por G. Dore.

I

En esta primera parte no queremos adentrarnos en mayores detalles y dejaremos el análisis del texto mismo para ulteriores estudios. Por ahora daremos la traducción de Straubinger.
Nuestro fin inmediato es indicar, siquiera someramente, la estructura de las Setenta Semanas y dejaremos para después el análisis del contexto desta profecía, a saber los primeros 23 versículos del capítulo IX y su relación con otros textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Queda también para más adelante el análisis de las diversas opiniones de los exégetas que bien pueden reducirse a tres sistemas.

martes, 2 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo X


X

Cuando Jesús clamó a su Padre: "Perdónalos, porque no saben lo que hacen", esa plegaria en boca de semejante moribundo, por mucho que se pretenda que no podía ser acogida con favor por la Gracia divina —suposición que implica la más tremenda blasfemia— debió llegar infinitamente más allá de lo que los hombres o los Espíritus de los cielos son capaces de concebir.
Como por su naturaleza las voces divinas resuenan simultáneamente en todos los ámbitos del universo, aquella plegaria debió atravesar la Corteza terrestre y repercutir eficazmente en los sombríos corredores de la tierra, donde yacen los minerales peligrosos guardados cuidadosamente en reserva por los Angeles vencidos.
El impasible Dinero, el execrable y santo Dinero, por medio del cual quiso Dios que a El mismo se lo comprara como una res, fue investido, para horror del género humano, de una supervivencia misteriosa y profundamente simbólica, cuyos custodios debían ser los descendientes de Jacob.

lunes, 1 de abril de 2013

Addenda I: Los Reyes de la Tierra.


Nota del Blog: Análoga a la sección Retractationes, la presente tendrá por finalidad actualizar los posts agregándole las citas u observaciones que creamos necesarias en confirmación de lo expuesto.

  Cuando hablamos del VII grupo de personas en el Apocalipsis: “Los Reyes de la Tierra”, dijimos que había que distinguir entre antes y durante el Milenio. Varios pasajes del Antiguo Testamento confirman lo que habíamos dicho al respecto:

I) Antes del Milenio:

Sal II, 1-2: “¿Por qué se amotinan las gentes, y las naciones traman vanos proyectos? Se han levantado los reyes de la tierra, y a una se confabulan los príncipes contra Yahvé y contra su Ungido[1]

Sal. LXXV, 13: “Hasta la furia de Edom redundará en tu gloria, y los sobrevivientes de Emat te festejarán: haced votos y cumplidlos a Yahvé, vuestro Dios, y todos los pueblos en derredor suyo traigan ofrendas al Temible; a Él, que quita el aliento a los príncipes; al Terrible para los reyes de la tierra”.