domingo, 9 de junio de 2013

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis, IX

IX. Los siervos.

Creemos que bajo el nombre genérico de “los siervos” se esconden algunos grupos de los que ya hemos hablado antes, a saber los Profetas y los Santos, más algunos otros.
Primero tengamos presente los textos en que son nombrados y luego veamos si se puede encontrar alguna cosa de interés.

I, 1: “Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto[1], y significó por medio del Ángel suyo que envió a su siervo Juan…”.

VII, 3: Y dijo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.

X, 7: “… sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuándo él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus siervos los profetas”.

XI, 18: “Y habíanse airado las naciones y vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar el galardón a tus siervos los profetas y los santos y a los que temen tu Nombre, os pequeños y los grandes, y para destruir a los que corrompían la tierra”.

XIX, 1-2: “¡Aleluya! La salvación, y la gloria y el poder son de nuestro Dios; porque fieles y justos son sus juicios, pues Él ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra por su prostitución, y ha vengado sobre ella la sangre de sus siervos”.

XIX, 5: “Y salió del trono una voz que decía: “Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, pequeños y grandes”.

XXII, 3: “Ya no habrá maldición alguna. El Trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos lo adorarán”.

XXII, 6: “Y me dijo: “Estas palabras son seguras y fieles; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto (τάχει)”.



Bueno, por ahora veamos los textos que no causan mayores dificultades:

1) En VII, 3 todo parece indicar que esos siervos coinciden con la Mujer que huye al desierto, es decir con los 144.000 sellados de las doce tribus de Israel y que coincide con el sexto sello.

2) Sobre X, 7 ya habíamos hablado antes. La referencia a la Buena Nueva parece señalar las palabras de Nuestro Señor en el discurso Parusíaco: “Y es necesario primero que a todas las naciones sea proclamada la Buena Nueva.” (Mc. XIII, 10), con lo cual “los siervos” parece indicar no sólo los dos Testigos sino también a los mártires del quinto sello que serán, como ya lo dijimos, algo así como los predicadores de los cuales se valdrán los dos testigos para anunciar al mundo entero la inminente venida de Nuestro Señor.[2]

3) En XIX, 2 vemos que el juicio de la gran ramera se da como castigo por haber derramado la sangre de sus siervos. Por lo tanto estos no pueden ser sino los mártires del Anticristo, a los cuales se les pide que alaben a Dios en el v. 5.

4) XXII, 3 puede referirse sea a los dos Testigos, los mártires del quinto sello y los del Anticristo, sea a todos los que tengan parte en la primera resurrección. Creemos que el texto solamente habla de la primera opción, pero sin negar necesariamente la posibilidad de que otros tomen parte en la primera resurrección.

5) En XXII, 6 vemos la misma construcción que en I, 1. Creemos que aquí (y por lo tanto en I, 1) se refiere a los dos Testigos y a los mártires del quinto sello, pero dejaremos la prueba para un post futuro.

6) Nos resta por ver los siervos de los capítulos XI y XIX.

Veamos de nuevo los textos:

XI, 18: “Y habíanse airado las naciones y vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar el galardón a tus siervos los profetas y los santos y a los que temen tu Nombre, a los pequeños y a los grandes, y para destruir a los que corrompían la tierra”.

La referencia al Salmo II es reconocida por la mayoría de los autores.

Aquí tenemos varios grupos:

a) “Tus siervos” puede ser un término genérico para significar a los “profetas y santos”. Si esto es así entonces serían los dos Testigos (profetas) más los mártires del Anticristo.

b) ¿Quiénes son “los que temen (τοῖς φοβουμένοις) tu Nombre”? Nos parece que este grupo coincide con los que se convierten a la vista del milagro de la resurrección y asunción de los dos Testigos, como se ve en el capítulo XI, ya que el texto paralelo (cfr. AQUI y AQUI) habla de ellos diciendo:

XIV, 7: “Y decía con gran voz: “Temed a Dios y dadle gloria e Él, porque ha llegado la hora de su juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de aguas”. Cfr. XI, 13.

Lo más probable es que estos sean muertos por el Anticristo pues de lo contrario no tendría sentido la advertencia de Nuestro Señor de huir inmediatamente cuando vean la abominación de la desolación en el lugar Santo (Mt. XXIV, 15-20; Mc. XIII, 14-18), pero sobre esto ya tendremos tiempo de volver.

c) Los pequeños y grandes:

La duda que se presenta acá es si estos “pequeños y grandes” son los mismos que “los que temen tu Nombre”, como si se tratara de una explicación.
La respuesta afirmativa parecería encontrar su apoyo en el cap. XIX, 5 donde dice “Y salió del trono una voz que decía: “alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, pequeños y grandes”, como así también en la estructura de la frase donde la conjunción “y” (καὶ) indicaría un cambio de grupo, y así tendríamos:

* Para juzgar a los muertos

y

* Para dar el galardón a tus siervos (estos es) los profetas y los santos.

y

* A los que temen tu Nombre (esto es) a los pequeños y a los grandes.

y

* Para destruir a los que corrompían la tierra.

Con lo cual tendríamos aquí cuatro grupos: los muertos, los siervos, los que temen tu Nombre y los que corrompían la tierra.
Pero no lo sabemos y esto no es más que una simple conjetura. Lo cierto es que el inciso “los pequeños y grandes” vuelven a aparecer en el juicio final: “Y vi a los muertos, los grandes y los pequeños, de pie ante el trono y se abrieron libros, etc” (XX, 12), pero es casi seguro que no son los mismos, si hemos de admitir el Milenio[3].

Por último nos quedan dos grupos.

d) Los muertos. Aquí caben dos posibilidades: o se trata de los mismos del juicio final (XX, 12) o de algunos réprobos que resucitarán y serán castigados en cuerpo y alma antes del juicio final, tal como lo indica Lacunza, y parece desprenderse fácilmente tanto por las palabras de Nuestro Señor a Caifás (Mt. XXVI, 64; Mc. XIV, 62) como por Daniel XII, 2.
Nos inclinamos por esta última opción, pues sería raro que se diga "vino el tiempo para juzgar a los muertos" y falten todavía mil años para juzgarlos.

e) Los que destruían la tierra sabemos se refiere a Babilonia y a todos sus secuaces, puesto que el cap. XIX, 2 dice: “porque fieles y justos son sus juicios, pues Él ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra por su prostitución…”.

Hasta aquí un breve repaso por este interesante grupo que parece arrojar algunas luces sobre un par de textos difíciles. Pero esto lo desarrollaremos en un post futuro.

Valete!



[1] Notar que en este versículo y en XXII, 6 se dice la misma frase: “δεῖξαι τοῖς δούλοις αὐτοῦ δεῖ γενέσθαι ἐν τάχει” (para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto).

[2] Notemos al pasar que en este sentido, y sólo en este sentido (aunque en forma impropia y un tanto forzada) puede hablarse de los dos Testigos como cuerpo moral, tal como lo interpreta Lacunza.
Sin embargo, el paso del tiempo y los avances tecnológicos mostraron que la razón que esgrimía el gran exégeta chileno para negar que los dos Testigos fueran solamente dos personas (imposibilidad que sus cuerpos sean vistos por todo el mundo) se ha demostrado falsa e incluso no nos han faltado ejemplos al respecto en los últimos años.

[3] No siempre que aparece algún “grupo” en el Apocalipsis se trata en todos los casos del mismo. Por ejemplo, los “siervos” se ven en la iglesia de Tiatira (II, 20), en el juicio de las naciones huyendo de la ira del Cordero (VI, 15), en los 144.000 sellados del sexto sello (VII, 3), en los que reciben la marca de la Bestia (XIII, 16), en Moisés (XV, 3) y por último aparecen en la batalla del Armagedón (XIX, 18).