viernes, 12 de julio de 2013

Las Lágrimas en la Escritura, por E. Hello. IV


TIERRA DE REGADIO

                                         Concédeme una gracia: me has dado una tierra árida;
 dámela también de regadío. (Jueces, cap. I, vers. 13).

Acababa de hacerse la distribución entre los hijos de Israel.
Axa suspiraba. — ¿Qué tienes? — le dijo Caleb.
—Otorgadme — dijo Axa —, una bendición. Me habéis dado una tierra árida. ¡Oh!, dadme una tierra de regadío.
Y Caleb le dio una tierra de regadío alta y baja.
Sin duda se trata de una tierra fértil, pues de todo se trata en la Escritura, y la realidad histórica tiene sus derechos sagrados cuya violación suprimiría, en lugar de consagrarlos, los derechos de lo espiritual que el hecho oculta.
Quería una tierra de regadío. ¿Qué hay de más justificable que ese deseo y esa petición? El agua tiene ventajas en demasía para poder ser contadas. Refresca, encanta, fecunda, y así como la armonía es la gloria de las noches primaverales, el agua atrae a los ruiseñores. Allí donde no hay corrientes de agua, los ruiseñores no llegan, y de su garganta misteriosa no caen las perlas.
El agua es una bendición, y ¿quién puede medir la influencia de una bendición? Axa deseaba una tierra fértil.
Pero cuando veo en la Escritura manantiales, me acuerdo de las lágrimas. ¿No está acaso el don de las lágrimas escondido bajo la oración de Axa, ávida de corrientes de agua, de manantial y de rocío?
Me parece que el don de las lágrimas está en las cercanías. Ha suspirado. ¿No está acaso el suspiro en la misma dirección que las lágrimas? ¡Es éste tan humano y son aquéllas tan humanas!
—¿Qué tienes? — le dice su Padre.
Hay en estas palabras una solicitud que implica una promesa. La oración solicitada es una oración oída.
Caleb da a su hija una tierra de regadío alta y baja.
Le da en gran abundancia lo que ella ha pedido. Oye magníficamente la oración que ha provocado.
¡Oh, lágrimas precedidas por un suspiro!

¡Oh, lágrimas!, ¡oh, tierra de lágrimas, manantial misterioso de las gracias desconocidas, signo misterioso de las bendiciones misteriosas! ¡Que el Señor, que os ha hecho, os dé hoy con magnificencia a todos aquellos que os desean, a todos aquellos que os solicitan, a todos aquellos para quienes sois solicitadas, a todos aquellos y a todas aquellas que sabiéndolo o no, necesitan de vosotros, lágrimas sagradas!