miércoles, 1 de enero de 2014

La restauración de Israel, por Ramos García (VI de XIII)

III. La Restauración Universal y la particular de Israel.

SUMARIO—La Restauración tiene lugar, no en vísperas del juicio final, sino del universal. —Tres grupos de textos paralelos sobre su realidad: la vuelta de lo antiguo y el factor nuevo. —Interpretación contemperada de los varios datos de la letra: la deuterosis judaica y las soluciones imperfectas. —Lo que se puede conceder a los contrarios.

Con este tercer punto entramos propiamente en la cuestión propuesta, que es la restauración definitiva de Israel, a la cual tan poca importancia se le da en el sistema espiritual alegorista, y es cabalmente ese desdén por la cuestión lo que nos ha obligado a nosotros a echar por delante los dos primeros puntos de este ensayo, con el fin de asegurar los fundamentos.
Si en lugar de conceder a cada uno lo que es suyo, como piden de consuno la justicia y la Hermenéutica, se emplea el arcaduz de la espiritual alegoría para escanciar de buenas a primeras el contenido de los magníficos vaticinios en la Iglesia de la primera etapa, mientras Israel no está con ella, es obvio que al Israel converso no le han de quedar más que las esculladuras de las divinas promesas, no obstante mirar a él primera y principalmente. Y de pasar la cosa así como esa interpretación pretende, habría razón para aplicar a las grandiosas promesas, tan repetidas, ponderadas y precisas, hechas por Dios a ese pueblo, el dicho del poeta Venusino: Parturient montes, nascetur ridiculus mus, lo que haría de la mayor parte de ellas algo así como una broma pesada.
Sino que aquí, por fortuna, no puede estar el defecto en el poema, sino en su interpretación. Olvidamos demasiado que si Dios proveyó con respecto a ellos ut non sine nobis consummarentur (Hebr. XI, 40), otro tanto tiene provisto con respecto a nosotros, ut non sine ipsis consummaremur (cf. Rom. cap XI).
El asunto tiene más transcendencia exegética, y aun dogmática, de la que comúnmente se le concede, que no en vano dijo de ellos S. Pablo: Si enim amissio eorum, reconciliatio est mundi; quae assumptio nisi vita ex mortuis? (Rom. XI, 15). Ridículo, en verdad, parece ante palabras tan prometedoras el aplazar la rehabilitación de Israel, como se hace comúnmente, para poco antes del juicio final, que sería el telón rápido de la escena humana en este mundo subceleste.
La verdad es que, según todos los vaticinios, tras la conversión definitiva de Israel se abre para ese pueblo una perspectiva ilimitada en este suelo, pues todos les conceden siglos y más siglos en su patria después de su reintegración en ella. Que eso tendrá lugar en vísperas de un juicio universal es conclusión que nadie pone en duda. Pero ha habido un error en tomar ese juicio, no por el universal juicio de vivos o simplemente juicio universal (primera meta), sino por el universal juicio de muertos, llamado también juicio final (segunda meta), único que tiene en vista el sistema espiritual alegorista, y en eso se muestra de nuevo defectuoso.
Hay que tomar de una vez la restauración definitiva de Israel como un evento escatológico que tiene lugar, no hacia el final de la segunda etapa de la Iglesia, en vísperas del juicio final, sino hacia el final de la primera etapa, en vísperas del juicio universal corno preparación próxima a la segunda venida (adventus o interventus) del Señor en funciones de rey, para asegurar la justicia entre los vivos y traer con ella la paz y refrigerio prometido, en primer término a Israel, a quien mira más de cerca la promesa. Es lo que dice y más que decir supone S. Pedro en esta exhortación a sus coterráneos: Poenitemini igitur, el convertimini, si quando veniant tempora refrigerii a conspectu Domini, et mittat eum, qui praedicatus est vobis Jesum Christum, quem oportet quidem caelum suscipere usque in tempora restitutionis ómnium, quae locutus est Deus per os sanctorum a saeculo profetarum (Act. III, 20.21; cf. Ap. X, 7; XI, 15 ss.[1]).

La restauración universal de todas las cosas en Cristo  (Eph. I, 10) estará, pues, en marcha a la vuelta del Señor, que se aplaza, como acabáis de oír, hasta esos tiempos. Ahora bien, la restauración nacional del Israel no puede menos de venir comprendida, como la parte en el todo, en esa restauración universal; y esto es tanto más cierto y seguro cuanto que viene ahí significada en ese suspirado refrigerio, meta feliz de las penalidades de Israel errante. Oigamos al Salmista, que resume así las ansias de su pueblo: “Probasti nos Deus; igne nos examinasti, sicut examinatur argentum. Induxisti nos in laqueum; posuisti tribulationes in dorso nostro; imposuisti homines super capita nostra. Transivimus per ignem et agua et eduxisti nos in refrigerium (Ps. LXV, 10-12; cf. Is. XLIII, 2; al. pass.). Según esto, la restauración de Israel tendrá lugar antes de la vuelta del Señor, y aún a corta distancia de ella de suerte que se la pueda considerar como su preparación próxima, a tenor de estas expresiones nerviosas del Profeta: Haec faciam tibi Israel; postquam autem haec facero tibi, praeparare in occursum Dei tui Israel (Am. IV, 12).
Esa venida del Señor no se refiere, próximamente al menos, al juicio final, que ignoran los profetas de Israel, sino al juicio universal, como explicado queda. Y es así que el Señor no se moverá de su estrado celeste que es su trono sacerdotal hasta los tiempos de la universal restauración y la particular del pueblo de Israel. Solo entonces volverá de nuevo al mundo para ocupar de algún modo su estrado terrestre, que es su trono real en la casa de Jacob (Lc. I, 32; cf. Is. IX, 7), viniendo Él mismo en persona con sus santos o interviniendo de otro modo eficazmente para avasallar a su dominio el orbe entero de los vivos— orbem terrae futurum  (Heb. II, 5; cf.I Cor. VI, 2); y entonces será un hecho lo del factum est regnum hujus mundi Domini nostri et Christi ejus (Ap. XI, 15), con todo lo demás que acontecerá al sonar de la séptima y última trompeta, que es el momento señalado para el cabal cumplimiento de los grandes vaticinios mesianos sobre el reino (Ap. X, 7).
Y es mucho más de notar, según los testimonios alegados (Act. III, 21; Ap. X, 7) y más que se podían alegar (II Pet. III, 2 ss., etc.), que eso es lo que en nombre de Dios, no sólo lo anunciaron los Profetas, sino también lo creyeron y siguen esperando los Apóstoles; aun después de la venida del Señor, con esta diferencia, empero, que mientras los Profetas lo anuncian simplemente para la venida del Mesías, los Apóstoles, precisando más, lo aplazan para su vuelta al Mundo, por los tiempos de la restauración dicha. Y de ahí la doctrina evangélica y apostólica de la ypomone  o expectación paciente y vigilante de la vuelta del Señor con los bienes a ella vinculados, los cuales aun siendo de preferencia espirituales, no son precisamente la gloria celeste, como quiere el espiritualismo alegorista, pues la gloria celestial ni está vinculada a la vuelta del Señor, ni la tienen directamente en vista los Profetas, según que se admite comúnmente.
Pero dejemos ahí ese aspecto del adventus o interventus del Señor, alias la parusía, la cual nos llevaría muy lejos, si hubiéramos de analizarla por menor, y considerémosla sólo como meta de la primera etapa de la Iglesia, hacia el final de la cual tiene lugar la restauración de Israel. Y encuadrada así la restauración futura, digamos ya del hecho y extensión de la restauración misma.


* * *

En los Profetas se anuncia esa restauración, como una vuelta a lo antiguo, a las más cordiales relaciones con el Señor y con la casa de David (Os. III, 5), la cual implica la restitución del reino a Israel (τῶ Israel), como parte muy principal de esa vuelta a las antiguas instituciones. Oigamos sólo algunos textos, para ver cómo expresan los profetas esa vuelta a lo antiguo, con incisos al talle de éstos: «sicut dies ascensionis de terra AEgypti», «sicut prius», «sicut antiquitus» «sicut ab initio», «sicut in diebus antiquis», «juxta dies antiquos», «sicut a principio», «sicut quando non projeceram eos»,  haciendo coro casi todos ellos al «veniet potestas prima» de Miqueas.

Os. II, 14.15: Ecce ego lactabo eam, et ducam eam in solitudinem et loquar ad cor ejus. Et dabo ei vinitores ejus ex eodem loco, et vallem Achor ad aperiendam spem: et canet ibi juxta dies juventutis suae, et juxta dies ascensionis suae de terra AEgypti.

Am. IX, 11: In die illa suscitabo tabernaculum David quod cecidit; et reaedificabo aperturas murorum ejus, et ea quae corruerant instaurabo; et reedificabo illud sicut in diebus antiquis[2].

Miq. IV, 6-8: In die illa, dicit Dominus, congregabo claudicantem, et eam quam ejeceram colligam, et quam afflixeram: et ponam claudicantem in reliquias, et eam quæ laboraverat, in gentem robustam: et regnabit Dominus super eos in monte Sion, ex hoc nunc et usque in æternum. Et tu, turris gregis nebulosa filiæ Sion, usque ad te veniet, et veniet potestas prima, regnum filiæ Jerusalem (cfr. Soph. III, 19-20).

Id. VII, 14-15: Pascentur Basan et Galaad juxta dies antiquos. Secundum dies egressionis tuæ de terra Ægypti, ostendam ei mirabilia (Is. XI, 15-16).

Is. I, 26-27: Et restituam judices tuos ut fuerunt prius, et consiliarios tuos sicut antiquitus; post hæc vocaberis civitas justi (l. justitiae), urbs fidelis. Sion in judicio redimetur, et reducent eam in justitia.

Jer. XXX, 18-21: Hæc dicit Dominus: Ecce ego convertam conversionem tabernaculorum Jacob, et tectis ejus miserebor: et ædificabitur civitas in excelso suo, et templum juxta ordinem suum fundabitur: et egredietur de eis laus, voxque ludentium. Et multiplicabo eos, et non minuentur: et glorificabo eos, et non attenuabuntur. Et erunt filii ejus sicut a principio, et cœtus ejus coram me permanebit, et visitabo adversum omnes qui tribulant eum. Et erit dux ejus ex eo, et princeps de medio ejus producetur: et applicabo eum, et accedet ad me (cf. Zac. X, 4; XII, 8).

Id. XXXIII, 6-7: Ecce ego obducam eis cicatricem et sanitatem, et curabo eos, et revelabo illis deprecationem pacis et veritatis. Et convertam conversionem Juda et conversionem Jerusalem, et ædificabo eos sicut a principio (cf. XXXIII, 11).

Ez. XXXVI, 9-12: ecce ego ad vos (montes Israel), et convertar ad vos: et arabimini, et accipietis sementem. Et multiplicabo in vobis homines, omnemque domum Israël: et habitabuntur civitates, et ruinosa instaurabuntur. Et replebo vos hominibus et jumentis, et multiplicabuntur, et crescent: et habitare vos faciam sicut a principio, bonisque donabo majoribus quam habuistis ab initio: et scietis quia ego Dominus. Et adducam super vos homines, populum meum Israël, et hæreditate possidebunt te: et eris eis in hæreditatem, et non addes ultra ut absque eis sis.

Joel II, 23: Filii Sion, exsultate, et lætamini in Domino Deo vestro, quia dedit vobis doctorem justitiæ (l. “pluviam tempestivam”), et descendere faciet ad vos imbrem matutinum et serotinum, sicut in principio.

Zac. X, 6.10: Et confortabo domum Juda, et domum Joseph salvabo: et convertam eos, quia miserebor eorum: et erunt sicut fuerunt quando non projeceram eos: ego enim Dominus Deus eorum, et exaudiam eos… Et reducam eos de terra Ægypti, et de Assyriis congregabo eos, et ad terram Galaad et Libani adducam eos, et non invenietur eis locus.

Mal. III, 4: Et placebit Domino sacrificium Juda et Jerusalem, sicut dies sæculi, et sicut anni antiqui.


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Hay un segundo grupo de textos, en que se expresa la misma verdad por el adverbio “adhuc” u otra palabra equivalente. Véanse algunos ejemplos:

Os. XII, 9: Adhuc sedere te faciam in tabernaculis, sicut in diebus festivitatis.

Is. XIV, 1: Miserebitur enim Dominus Jacob, et eliget adhuc de Israël, et requiescere eos faciet super humum suam; adjungetur advena ad eos, et adhærebit domui Jacob.

Jer. XXXI, 4.5.23: Rursusque ædificabo te, et ædificaberis, virgo Israël: adhuc ornaberis tympanis tuis, et egredieris in choro ludentium. Adhuc plantabis vineas in montibus Samariæ… Adhuc dicent verbum istud in terra Juda et in urbibus ejus, cum convertero captivitatem eorum: Benedicat tibi Dominus, pulchritudo justitiæ, mons sanctus (cf. XXXII, 15).

Id. XXXIII, 10-12: Adhuc audietur in loco isto (…) vox gaudii et vox lætitiæ, vox sponsi et vox sponsæ, vox dicentium: Confitemini Domino exercituum, quoniam bonus Dominus, quoniam in æternum misericordia ejus: et portantium vota in domum Domini: reducam enim conversionem terræ sicut a principio, dicit Dominus. Hæc dicit Dominus exercituum: Adhuc erit in loco isto deserto, absque homine et absque jumento, et in cunctis civitatibus ejus, habitaculum pastorum accubantium gregum.

Ez. XXXVI, 37-38: Adhuc in hoc invenient me domus Israël, ut faciam eis: multiplicabo eos sicut gregem hominum, ut gregem sanctum, ut gregem Jerusalem in solemnitatibus ejus: sic erunt civitates desertæ, plenæ gregibus hominum.

Zac. I, 17: Adhuc clama, dicens: Hæc dicit Dominus exercituum: Adhuc affluent civitates meæ bonis, et consolabitur adhuc Dominus Sion, et eliget adhuc Jerusalem.

Id. VIII, 4-5: Adhuc habitabunt senes et anus in plateis Jerusalem, et viri baculus in manu ejus præ multitudine dierum. Et plateæ civitatis complebuntur infantibus et puellis, ludentibus in plateis ejus.



[1] Nota del Blog: sobre estas dos citas del Apocalipsis recordar lo que dijimos más arriba y tenerlo en cuenta en adelante.

[2] Santiago en el Concilio Apostólico del 49 cita estas palabras de Amós, junto con las del v. siguiente según los LXX que son las que hacen directamente a su propósito ut requiran caeteri hominum Dominum, etc. (Act. XV, 17).