jueves, 3 de abril de 2014

La Jerarquía Angélica (II de VII)


I.- TRONOS (θρόνοι)

En primer lugar encontramos los Tronos, que parecen identificarse con los Querubines, Serafines y los cuatro Vivientes (o Animales) del Apocalipsis.

Estos ángeles, como su nombre lo indica y se ve por los textos, son como el lugar donde sede la divinidad. Ellos son como el asiento o carro de Dios.

1) Col, I, 16: “por Él fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las que están sobre la tierra, las visibles y las invisibles, sean Tronos, o Dominaciones, o Principados, o Potestades…”.     


I a.- Vivientes:

1) Apoc. IV, 6-9: “y delante del trono algo semejante a un mar de vidrio, como cristal; y en medio ante el trono, y alrededor del trono, cuatro vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. Y el viviente primero era semejante a un león y el segundo viviente semejante a un becerro y el tercer viviente con cara como de hombre y el cuarto viviente semejante a un águila que vuela. Y los cuatro vivientes, cada uno con seis alas alrededor, y están llenos de ojos por dentro, y claman día y noche sin cesar diciendo: Santo, Santo, Santo el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era y que es y que viene”. Y cada vez que los vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al Sedente en el trono, al que vive por los siglos de los siglos…”.

2) Apoc. V, 6-14: “Y vi en medio del trono y de los cuatro Vivientes y en medio de los ancianos un Cordero de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino y tomó (el libro) de la diestra del Sedente en el trono. Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una cítara y fialas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo diciendo: “Tú eres digno de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios (hombres) de toda tribu y lengua y pueblo y nación. Y los has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes y reinarán sobre la tierra”. Y vi y oí voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos; y era el número de ellos miríadas de miríadas, y millares de millares. Los cuales decían a gran voz: “Digno es el Cordero, el inmolado, de recibir el poder y riqueza y sabiduría y fuerza y honor y gloria y alabanza”. Y toda creatura que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y sobre el mar, y todas las cosas que hay en ellos, oí que decían: “Al Sedente en el trono y al Cordero, la alabanza y el honor y la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”. Y los cuatro Vivientes decían “Amén”. Y los Ancianos se postraron y adoraron.

3) Apoc. VI, 1-8: “Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Vivientes que decía, como con voz de trueno: “Ven”. Y vi y he aquí un caballo blanco y el que lo montaba tenía un arco, y se le dio una corona; y salió venciendo y para vencer. Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: “Ven”. Y salió otro caballo, color de fuego, y al que lo montaba le fue dado quitar de la tierra la paz, y hacer que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada. Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer Viviente que decía: “Ven”. Y vi, y he aquí un caballo negro, y el que lo montaba tenía en su mano una balanza. Y oí como una voz en medio de los cuatro Vivientes que decía: “A un denario la medida de trigo; a un denario tres medidas de cebada; pero al aceite y al vino no los dañes”. Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: “Ven”. Y vi y he aquí un caballo pálido, y el que lo montaba tenía por nombre “la Muerte” (la Peste): y el Hades seguía en pos de él. Y se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar a espada y con hambre y con peste y por medio de las bestias de la tierra”.

4) Apoc. VII, 11: “Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron sobre sus rostros ante el trono y se postraron ante Dios…”.

5) Apoc. XIV, 2-3: Y oí una voz del cielo, como voz de muchas aguas, y como voz de un gran trueno; y la voz que oí era como de citaristas que tañen sus cítaras. Y cantan un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los comprados de la tierra”.

6) Apoc. XV, 5-8: Y después de esto miré y fue abierto el templo del tabernáculo del testimonio en el cielo. Y del Templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con ceñidores de oro. Y uno de los cuatro Vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, rebosantes del furor del Dios que vive por los siglos de los siglos. Y el Templo se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder; y nadie podía entrar en el Templo hasta que fueran consumadas las siete plagas de los siete ángeles”.

7) Apoc. XIX, 4: “Y cayeron los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes y se postraron ante el Dios sentado en el Trono, diciendo: “Amén. ¡Aleluya!”.


I b.- Serafines:

1) Isaías VI, 1-7: “… Vi al Señor sentado en un trono alto y excelso y las faldas de su vestido llenaban el Templo. Encima de Él había Serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies y con dos volaban. Y clamaban unos a otros diciendo: Santo, Santo, Santo es Yahvé de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria”. Y los fundamentos de los umbrales se conmovieron a la voz del que clamaba; y la Casa se llenó de humo… y voló hacia mí uno de los Serafines, que tenía en su mano una brasa ardiente, la cual con las tenazas había tomado de encima del altar…”.



I c.- Querubines:

1) Gen. III, 24: “Y habiendo expulsado a Adán, puso delante del jardín de Edén querubines, y la fulgurante espada que se agitaba, a fin de guardar el camino del árbol de la vida”.

2) Ex. XXV, 17-22: “Harás asimismo un propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de largo y codo y medio de ancho. Harás, además, dos querubines de oro; los harás de oro labrado a martillo, en los dos extremos del propiciatorio. Haz un querubín en un extremo y el otro querubín en el otro extremo. Haréis los querubines de tal manera que formen una sola pieza con el propiciatorio, a sus dos extremos. Los querubines estarán con sus alas extendidas hacia arriba, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro y con las caras vueltas hacia el propiciatorio. Pondrás el propiciatorio sobre el Arca, y dentro del Arca el Testimonio que Yo te daré. Allí me encontraré contigo, y desde encima del propiciatorio, de en medio de los dos querubines colocados sobre el Arca del Testamento, te intimaré todas mis órdenes para los hijos de Israel”.
Misma idea en: Ex. XXVI, 1.31; XXXVI, 8.35; XXXVII, 7-9; Núm. VII, 89; I Reg. IV, 4; II Reg. VI, 2; III Reg. VI, 23-29.32.35; VIII, 6-7; IV Reg. XIX, 15; I Par. XIII, 6; XXVIII, 18; II Par. III, 7-14; V, 7-8.

3) III Reg. VII, 27-29: “Hizo también diez basas de bronce. Cuatro codos era el largo de cada basa, cuatro codos su ancho, y tres codos su altura. He aquí las formas de las basas: constaban de tableros y de travesaños que cruzaban los tableros. En los tableros, entre los travesaños, había leones, bueyes y querubines y lo mismo en los travesaños. Por encima y por debajo de los leones y de los bueyes había guirnaldas que colgaban”.
Cfr. v. 36.

4) Sal. XVII (XVIII); 10-11: “Inclinó los cielos y descendió con densas nubes bajos sus pies. Subió sobre un querube y voló, y era llevado sobre las alas del viento”.
Cfr. II Reg. XXII, 11.

5) Sal. LXXIX (LXXX), 2: “Pastor de Israel, escucha: Tú, que como un rebaño guías a José; Tú, que te sientas sobre querubines, muéstrate a los ojos de Efraím, de Benjamín y de Manasés. Despierta tu potencia y ven a salvarnos…”.

6) Sal. XCVIII, (XCIX), 1: “Reina Yahvé, tiemblan los pueblos. Sentado se ha sobre los querubines; conmuévese la tierra…”.

7) Isaías XXXVII, 16: “Oh Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel, que habitas sobre los querubines, Tú eres el solo Dios de todos los reinos de la tierra; Tú has hecho el cielo y la tierra”.

8) Ez. IX, 3: “Entonces la Gloria del Dios de Israel se elevó de encima del Querubim, sobre el cual residía…”.

9) Ez. X: “Miré y vi que en el firmamento que estaba sobre las cabezas de los Querubines, apareció una como piedra de zafiro, que figuraba sobre ellos a manera de un trono. Y habló Él al varón vestido de lino, diciendo: "Métete por entre las ruedas, por debajo del Querubín, y llena tus manos de brasas de fuego de entre los Querubines, y espárcelas sobre la ciudad." Y él fue a vista mía. Los Querubines estaban de pie a la derecha de la Casa cuando fué aquel varón y la nube llenaba el atrio interior.
Entonces la gloria de Yahvé se elevó de encima de los Querubines y (trasladóse) al umbral de la Casa, la cual se llenó de la nube, y el atrio se hinchó del resplandor de la gloria de Yahvé. El ruido de las alas de los Querubines se oía hasta el atrio exterior, a manera de  la voz del Dios Todopoderoso cuando habla. Luego que Él hubo mandado al varón vestido de lino, diciendo: "Saca fuego de entre las ruedas, de en medio de los Querubines”, entró aquél y se paró junto a una rueda. Y un Querubín alargó su mano de en medio de los Querubines, hacia el fuego que se hallaba entre los Querubines, tomó (de él) y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino; el cual lo tomó y se marchó.
Mostróse entonces que los Querubines tenían algo como brazos de hombre, bajo sus alas. Y miré, y he aquí que había cuatro ruedas junto a los Querubines, una rueda al lado de cada Querubín; y el aspecto de las ruedas era semejante al resplandor de la piedra de Tarsis. En cuanto a su forma, las cuatro tenían una misma estructura, como si una rueda estuviese atravesando a otra rueda. Cuando se movían, iban hacia sus cuatro lados; no mudaban de frente cuando caminaban, pues hacia la parte adonde se dirigían sus cabezas, allí andaban, de modo que no tenían que mudar de frente cuando caminaban. Todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos y sus alas estaban llenos de ojos y también las ruedas en toda la superficie de las cuatro ruedas. Y oí que las ruedas tenían el nombre de "volubles". "Cada uno (de los Querubines) tenía cuatro caras: la primera cara era cara de Kerub, la segunda, cara de hombre, la tercera, cara de león, y la cuarta, cara de águila. Y se levantaron los Querubines. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto junto al río Cobar. Al caminar los Querubines, caminaban también las ruedas a su lado, y cuando los Querubines levantaban sus alas para remontarse de la tierra, las ruedas no se apartaban de ellos. Cuando se detenían aquéllos, se detenían también éstas, y al levantarse aquéllos, se levantaban éstas con ellos, porque el espíritu del ser viviente estaba en ellas.
Entonces la gloria de Yahvé partió del umbral de la Casa y se puso encima de los Querubines. Y alzando los Querubines sus alas, se remontaron del suelo, a mi vista, y salieron con las ruedas a su lado. Se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la Casa de Yahvé, y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel junto al río Cobar; y comprendí que eran Querubines. Cada uno tenía cuatro caras, y cada uno tenía cuatro alas; y debajo de sus alas tenían algo como una mano de hombre. Y era la figura de sus caras como las caras que yo había visto junto al río Cobar; tenían el mismo aspecto, eran los mismos. Cada uno se movía según la dirección de su cara”.

10) Ez. XI, 22: “Entonces los Querubines alzaron sus alas y siguiéronlos las ruedas; y la gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos”.

11) Ez. XXVIII, 14.16: “Eras un querubín ungido para proteger; así Yo te había constituído; estabas en el monte santo de Dios y caminabas en medio de piedras de fuego… con el gran aumento de tu comercio llenose tu corazón de violencias y pecaste; por tanto te profané (echándote) del monte de Dios; y te destruí, oh querubín protector, de en medio de las piedras de fuego”.

12) Ez. XLI, 18-20: “… con representaciones de Querubines y palmeras, una palmera entre Querubín y Querubín. Cada Querubín tenía dos caras: cara de hombre (vuelta) hacia la palmera de esta parte y cara de león (vuelta) hacia la palmera de la otra parte. Así se hizo todo alrededor de la Casa. Desde el suelo hasta la altura de la puerta había querubines y palmeras en la pared del Templo”. Cfr. v. 25.


Nota:

Por lo visto, queda clara su función: este grupo de Ángeles es como el asiento o trono de Dios y como bien lo indica Ramos García, la identidad entre los Tronos, los Serafines y los Querubines parecería bastante sólida.
Sólo nos desvela una duda: ¿los Querubines que Dios colocó para custodiar el Edén, son los mismos que le sirven de trono? Si la respuesta fuera por la negativa, entonces esto indicaría que no hay solamente cuatro Tronos, sino que su número aumentaría algo más y tal vez se podría pensar, incluso, que los Querubines son lo que las Virtudes a los Arcángeles y las Potestades a las Dominaciones.
Planteamos esto a modo de inquietud. No tenemos una respuesta definitiva aunque nos parece que son los mismos cuatro (o por lo menos algunos déllos) que vió San Juan a los cuales llama, en su Apocalipsis, Vivientes (otros traducen Animales).