viernes, 12 de diciembre de 2014

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo V (II de II)

2) Si el Decreto del Rey no contiene nada que signifique permiso de reconstruir a Jerusalén, ¿no hallaremos indicios de esa licencia en la oración gratulatoria de Esdras?
Knabenbauer cree hallar en ella esos indicios porque no traduce exactamente el texto que invoca.
Dice el pasaje aludido: «Inclinó Dios sobre nosotros su misericordia delante de los reyes de Persia para que nos dieran vida a fin de alzar la Casa de nuestro Dios y de rehacer sus ruinas para que nos dieran vallado en Judá y en Jerusalén» (I Esdras, IX, 9).
El sentido es obvio. Por gracia de Dios, los Judíos han obtenido, hasta ahora, de los reyes persas (plural: hebreo y griego), Ciro, Darío, Artajerjes, la facultad de reedificar el arruinado Templo y de entrar nuevamente en posesión de su suelo natal: Judá y Jerusalén.
Knabenbauer entiende «rehacer sus ruinas», de las ruinas de la ciudad, no de las del Templo, «porque el Templo estuvo terminado antes de Artajerjes en el año VI de Darío»; pero, Esdras habla no sólo de las gracias obtenidas por medio de Artajerjes, al cual por otra parte no se debió el alzamiento del Templo, sino de las gracias recibidas desde la terminación de la servidumbre, por medio de los reyes persas, a saber: la reedificación del Templo arruinado y el lugar cercado donde los repatriados viven al abrigo de enemigas incursiones. Este cerco o vallado no significa tampoco, como lo desea Knabenbauer y lo sostiene, para otros fines, Van Hoonacker, las murallas de Jerusalén, sino tan sólo el muro campestre o tapia que separa las recuperadas propiedades de los Judíos y las defiende contra los apetitos de las Gentes vecinas. Isaías emplea la misma palabra gader al hablar del muro protector de la viña (Is., V, 5)[1].
Luego la oración gratulatoria de Esdras no ofrece fundamento alguno para sostener que había él recibido de Artajerjes el permiso de reconstruir la ciudad santa[2].


3) El tercer argumento de Knabenbauer consiste en la acusación enviada a Artajerjes por las Gentes de Palestina contra los Judíos recién venidos de Persia que tentaban de reconstruir Jerusalén y sus muros, y la respuesta del rey que no condena categóricamente aquella empresa como contraria a su voluntad, ni le impone un condigno castigo, señal que estaba en el fondo de acuerdo con los constructores.

En primer lugar, es hacer mucho honor a los cabecillas palestinenses y desconocer por completo la psicología del gran déspota persa, el imaginar que éste podía renunciar a una resolución expresa suya ante las quejas de aquéllos.

En segundo lugar, si los Judíos hubiesen obrado en virtud de un permiso regio, habrían llevado inmediatamente la cuestión al terreno jurídico exhibiendo documentos y testigos contra los pleitistas Rehum y Simsai, y todo habría quedado resuelto a su favor, como cuando les habían levantado pleito ante Darío por la construcción del Templo. Si no exhiben sus poderes, es que no los tienen. Han comenzado los trabajos por propia autoridad, confiados, sin duda, en el tácito consentimiento del lejano y benévolo Artajerjes. Ponen manos a la obra para quitarse de la frente ese memorial perpetuo de su vergonzosa situación (I Esd. IX, 7). Pero se adelantan a la hora providencial. Requerido por los Goïm de Palestina, Artajerjes ordena a éstos «que impidan aquella obra con diligencia mientras él no decrete que se haga» (I Esd., IV, 21-22). Orden que ejecutaron los Goïm «con poder y con fuerza», esto es, a sangre y fuego, renovando el anterior asolamiento.

Exigencia excesiva es querer que en su respuesta, Artajerjes declare que los Judíos han obrado contra su voluntad; han ido sólo más allá de ella, pues todavía la tenía el rey indecisa en esta materia: «no se edifique mientras no me plazca ordenarlo».
Es igualmente excesivo pedir para los Judíos un castigo más fuerte. ¿No es más que suficiente la expedición devastadora lanzada por el rey contra Jerusalén por haberse los Judíos extralimitado en las facultades a ellos otorgadas?

Queda firme nuestra conclusión. No fué el edicto concedido a Esdras por Artajerjes en el año VII de su reinado, sino la licencia dada a Nehemías por el mismo rey doce años más tarde «para la reconstrucción del Jerusalén», la que constituye la Palabra salida, inauguradora de las 70 Semanas.






[1] Sobre este tema puede consultarse Biblica 16, pag. 82 ss.

[2] Sea. Pero tampoco prueba que la ciudad no estaba ya reconstruída.