sábado, 20 de diciembre de 2014

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo VII (I de II)

CAPITULO SÉPTIMO

LAS SIETE PRIMERAS SEMANAS, PERÍODO DE LA RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN, DEBEN CONTARSE COMPACTADAS CON LAS SESENTA Y DOS SIGUIENTES HASTA EL UNGIDO-PRÍNCIPE.

V. 25 b: «… Desde la salida de una palabra… hasta un Ungido-Príncipe hay siete semanas y sesenta y dos semanas. Tornaráse a edificar plaza y muro y ésto en la angustia de los tiempos».

En la traducción que de esta segunda parte del versículo presentan Lagrange y los Críticos modernos, encontramos nuevamente matices poco naturales y tendenciosos. Sólo el deseo que abrigan de hacer terminar aproximadamente las 70 Semanas en el tiempo de los Macabeos puede explicar éstos y los anteriores desvíos.

Traducen así: «Desde la salida de una palabra... hasta un Ungido-Príncipe hay siete semanas; y durante sesenta y dos semanas se volverá a edificar plaza y muro; y ésto en la angustia de los tiempos» (Cfr. Lagrange, art. cit., p. 183). De modo que las siete primeras semanas, que comienzan, en opinión de Lagrange, con el oráculo de Jeremías, terminan ideológicamente con Ciro, Ungido de Yahvé; y el período siguiente de 62 semanas nos lleva, no matemática, sino también ideológicamente, hasta los tiempos de Antíoco Epífanes.

Examinemos los dos argumentos que trae el P. Lagrange para probar su tesis, pasando por alto la manía que él tiene de imputar apriorismos a Knabenbauer, quien generalmente busca con paciencia razones objetivas en qué fundar sus opiniones.

1) El primer argumento, Lagrange lo saca de Isaías, XLV, 1, donde se da a Ciro el título de Ungido de Yahvé. Razona así:

«¿Quién es el Ungido-Príncipe de nuestro versículo 25? Knabenbauer, tomando el partido «a priori» de aplicarlo todo a Jesucristo, considerado en su Persona o más a menudo como Cabeza de la Iglesia, amontona aquí varias profecías mesiánicas. Tan sólo se olvida de la profecía de Isaías sobre Ciro, el Libertador llamado Ungido de Yahvé (Is., XLV, 1). Ahora bien, los Paralipómenos y Esdras atestiguan que fué Ciro quien cumplió la profecía de Jeremías. Luego, nuestro Ungido-Príncipe no puede ser otro que Ciro. Knabenbauer da aquí un ejemplo muy característico de su apriorismo: «praeterea cum in v. 24 bona messiana promittantur in hebdomada septuagesima, sensus esse nequit usque ad Messiam esse septem hebdomadas» (Siendo prometidos los bienes mesiánicos para la 70° Semana, no puede ser que hasta el Mesías sólo se cuenten siete). Debería concluir simplemente  que el «mesías» del v. 25 es tan sólo imagen del futuro verdadero Mesías, como que Ciro lleva ese nombre tan sólo prestado de los usos israelíticos. Los bienes mesiánicos del tiempo posterior a las 70 semanas no pueden convenir al término de las siete primeras: muy cierto. Luego, por eso precisamente, el Ungido-Jefe no es Jesucristo» (art. cit, p. 184).


Nótese, ante todo, en ese modo de argumentar, un ejemplo característico de cómo los comentadores se dan maña para llevar cada cual el agua a su molino:
El término mesiánico de las 70 Semanas, dicen a coro Knabenbauer y Lagrange, no puede convenir al fin de las siete primeras, como es de toda evidencia.
Luego, concluye Knabenbauer, puesto que aquí se trata del Mesías Jesucristo, debe hablarse también del término de las 69 semanas.
Luego, concluye el P. Lagrange, puesto que aquí se trata del término de las siete primeras semanas, debe hablarse necesariamente de un mesías figurativo, Ciro.
En buena lógica, ninguna de las dos conclusiones se impone, a no ser que el uno o el otro pruebe la menor de su argumento.
Efectivamente, uno y otro procuran hacerlo.

Knabenbauer prueba que aquí se trata del Mesías-Jesucristo, porque, dice, en una profecía mesiánica la expresión Mesías-Rey-debe ser tomada formalmente en todo su peso, referirse no a un mesías «per accidens», sino al Mesías «per se», el que, por otra parte, se encuentra también al horizonte de los demás profetas. Por lo tanto, aquí se habla de Jesucristo, el Ungido-Príncipe por excelencia.
Óptima consideración, pero insuficiente. Porque si bien hace resaltar la conformidad de esa expresión con el sentido general de la profecía, no muestra en los detalles su conformidad con el sentido particular del v. 25.

El P. Lagrange pretende probar que aquí se trata del término de las siete primeras semanas, porque, dice, no habiendo inconveniente en nombrar a Ciro «Ungido de Yahvé» y habiendo comenzado las semanas con la profecía de Jeremías, es natural que se hable aquí del príncipe que realizó la palabra divina salida por boca de Jeremías. Luego, Ciro viene al término de las siete primeras semanas.

Argumento erróneo en lo que tiene de positivo, esto es, en la afirmación de que las 70 Semanas parten del oráculo de Jeremías. Salta a la vista, como lo hemos explicado anteriormente, la diversidad intrínseca que hay entre las diversas palabras divinas. Nadie puede, sin corromper los textos, identificar la de nuestro v. 25 con la de Jeremías... Por otra parte, que Ciro haya sido Ungido de Yahvé, no sólo por denominación extrínseca tomada de los usos de Israel, sino por una gracia verdadera actual, «gratis data», como instrumento de la Providencia de Dios para el bien de su pueblo, eso no significa que él deba ser el Ungido-Príncipe profetizado aquí por Daniel.