miércoles, 25 de marzo de 2015

La Estructura del Discurso Parusíaco (I de II)

II Parte 

Después de haber explicado más o menos en detalle el llamado “Discurso Parusíaco” nos pareció una buena idea, a semejanza de lo que ya hicimos con el Apocalipsis (ver AQUI), tratar de encuadrar bien esta importante Profecía.

Nuestra tesis principal es que se trata de dos Discursos y no de uno: el de San Lucas por un lado, y el de San Mateo y San Marcos por el otro.

Creemos que una somera estructuración ayudará a aclarar el panorama.

Analicemos dos aspectos del Discurso: I. El Contexto. II. La Estructura a) Externa, b) Interna.

I.- El contexto de la Profecía.

El martes Santo, al igual que los días anteriores, Jesús fue de mañana temprano al Templo para volver recién, al Monte de los Olivos, con la caída del sol. Ese mismo día, el último en que había de ingresar al Templo, Nuestro Señor profetizó su ruina, al decir:

“¡Jerusalén! ¡Jerusalén! Tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra casa os quedará desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt. XXIII, 37-39 y Lc. XIII, 34-35).

Probablemente estas palabras fueron las que motivaron la exclamación de uno de los discípulos:

Marcos XIII, 1: Y cuando El salía del Templo, uno de sus discípulos le dijo: "¡Maestro, mira! ¡Qué piedras y qué edificios!”. Cfr. Mt. XXIV, 1 y Lc. XXI, 5.

Tras lo cual Nuestro Señor confirmó la destrucción del Templo.

Lo que viene después es lo más importante y los acontecimientos, tras esas palabras, se sucedieron de la siguiente manera:


Lucas nos trae la pregunta suscitada inmediatamente por sus discípulos, como así también la respuesta a esta pregunta, pero sucede que al finalizar la narración de la destrucción del Templo, Nuestro Señor fue más allá y terminó hablando de su Parusía y de algunos signos que le habían de anteceder.

Al terminar este Discurso, Jesús se dirigió, como de costumbre, hacia el Monte de los Olivos junto con sus discípulos, y ya allí, los cuatro Apóstoles de mayor confianza le interrogaron más en concreto sobre la Parusía a la cual se había referido anteriormente.

La pregunta y la respuesta se encuentra en Marcos (y en Mateo).

En concreto, en los dos Discursos se pueden apreciar las siguientes diferencias.

1) Personas que preguntan.

2) Lugar donde preguntan.

3) Contenido de la pregunta.

Y consiguientemente:

1a) Personas a las cuales responde.

2a) Lugar donde responde.

3a) Contenido de la respuesta.


Veamos como ejemplificación de lo dicho la explicación del P. Dupont[1]:

“El discurso del capítulo XVII se coloca en alguna parte sobre el camino que conduce de la Galilea a Jerusalén y se dirige a los discípulos, el del capítulo XXI es tenido por Jesús en el interior del Templo de Jerusalén y, respondiendo a desconocidos, se presenta como una enseñanza pública destinada al pueblo judío.
Estos dos detalles – los lugares y las personas- distinguen el discurso de Lc. XXI no solo del aquel del capítulo XVII, sino también de las dos versiones paralelas de Marco y Mateo. Merecen que les prestemos atención.

El lugar.

Mc. XIII, 3 y Mt. XXIV, 3 habían precisado que Jesús ha pronunciado el discurso escatológico cuando estaba “sentado sobre el monte de los Olivos”. No hay ninguna indicación de esta clase en el comienzo del capítulo XXI de Lucas. Tal vez no deja de ser interesante observar que Lucas menciona el “monte de los Olivos” no sólo como el punto de partida de la llegada triunfante de Jesús en Jerusalén (Lc. XIX, 29), coincidiendo en ésto con sus paralelos (Mc. XI, 11 y Mr. XXI, 1), sino también como el lugar desde donde, mirando la ciudad, Jesús pronunció sobre ella una lamentación y anunciando su sitio por ejércitos enemigos y su destrucción (Lc. XIX, 41-44). Propio de Lucas, este oráculo localizado en el monte de los Olivos anticipa las predicciones del capítulo XXI, sobre las cuales Lucas no habla más del monte de los Olivos.
Después de la lamentación de Jesús sobre Jerusalén, Lucas no menciona su entrada en la ciudad (Mc. XI, 11a; Mt. XXI, 10), sino que lo muestra entrando inmediatamente al Templo (XIX, 45) y procede enseguida a la expulsión de los mercaderes (vv. 45-46). Luego nos da una noticia que juega un rol bien preciso en la economía de su recitado: “Y día tras día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo; pero no acertaban con lo que habían de hacer, porque el pueblo entero estaba en suspenso, escuchándolo” (XIX, 47-48). Para captar la función que cumple esta noticia, hay que tener en cuenta que corresponde a la que el evangelista agregó al final del cap. XXI: “Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo, muy de mañana, acudía a Él en el Templo para escucharlo” (XXI, 37-38).
Entre la noticia con la que termina el capítulo XIX y la que termina el capítulo XXI, todos los episodios narrados por Lucas se sitúan en el Templo, e ilustran toda la enseñanza que Jesús prodigaba al “pueblo” ávido de “escucharlo”. Esta observación no impide evidentemente reconocer la presencia de dos tipos de enseñanzas bien diferenciadas: el capítulo XX está constituído esencialmente por una serie de diálogos entre Jesús y sus adversarios: los sumos sacerdotes y los escribas (vv. 1-19), espías (vv. 20-26), un grupo de Saduceos (vv. 27-38), algunos escribas (vv. 39-44). Por el contrario, el capítulo XXI, introducido por una pregunta hecha por desconocidos (vv- 5-7), se presenta como un largo monólogo de Jesús (vv. 8-36). Haciendo bisagra entre los dos capítulos, dos declaraciones contrastadas: aquella por la cual, dirigiéndose directamente a los discípulos, Jesús denuncia de manera acerba la vanidad y la codicia de los escribas (XX, 40-45) y aquella por la cual hace el elogio de la generosidad de una pobre viuda (XXI, 1-4).
La unidad de lugar es, pues, rigurosa desde la mención de la entrada de Jesús en el Templo (XIX, 45) y de la enseñanza que daba al pueblo (XIX, 47-48) hasta la mención de sus salidas por la noche (XXI, 37). Todo sucede en el recinto del Templo. No hay lugar en Lucas para la salida del Templo de la que hablan Mc. XIII, 1 y Mt. XXIV, 1. La reflexión sobre las construcciones del Templo permanecerá como el punto de partida del discurso escatológico; pero en Lucas se sitúa al interior y no al exterior del Templo. Además, no concierne a la enormidad de las piedras y del edificio (Mc. XIII, 1-2), sino a su belleza y a los ornamentos que decoran el santuario (Lc. XXI, 5). Marcos admiraba la técnica, Lucas se coloca desde el punto de vista estético.

Las personas.

Las ocasiones de la enseñanza que Jesús dispensa en el Templo pueden variar, lo mismo que los destinatarios inmediatos de sus palabras; el conjunto, en la perspectiva de Lucas, constituye una enseñanza pública, dada en presencia del pueblo. Las dos noticias colocadas al comienzo y al final de los capítulos XX-XXI (XIX, 47-48 y XXI, 37-38) lo muestran claramente. Se confirman por una serie de indicaciones que, marcando el capítulo XX, recuerdan constantemente la presencia del pueblo: XX, 1.9.19.26.45.
Se sigue que la manera en la que Lucas designa los personajes cuya intervención provoca el discurso del capítulo XXI puede parecer excesivamente vago: “Y como algunos, hablando del Templo…” (v. 5), “Le preguntaron, pues…” (v. 7). ¿Quiénes son estos tines, estos “algunos”, presentados sin otra determinación? Se sabe que el empleo adjetival de tis unido a un substantivo es una característica del estilo de Lucas. En los empleos nominales de tis o de tines, Lucas generalmente tiene cuidado en precisar: “Algunos de los Fariseos” (cf. VI, 2), “Algunos de los discípulos” (cf. VII, 19). La ausencia de precisión tiende a hacer pensar que se trata de desconocidos que, como tales, se distinguen naturalmente de los discípulos (cfr. IX, 7.8; XIII, 1.23).
La comparación con las dos versiones paralelas parece poder confirmar esta interpretación. La reflexión sobre las construcciones del Templo es atribuída por Marcos a “uno de los discípulos” de Jesús (XIII, 1), por Mateo, más ampliamente, a “sus discípulos” (XXIV, 1). Al sustituir “algunos” a esta designación precisa, Lucas muestra que quiere evitar atribuir a los discípulos tanto la reflexión sobre la belleza del Templo como la pregunta que va a acarrear el anuncio de su destrucción. Esta corrección del evangelista se sitúa exactamente en la línea de la insistencia de toda esta sección donde se muestra que, en el Templo, Jesús se dedica a enseñar “al pueblo”. Esto coincide con el hecho de que, en Lucas, Jesús no sale del Templo para pronunciar su discurso escatológico[2].
Un indicio indirecto lo da el v. 7. Las personas que invitaron a Jesús a admirar el Templo le interrogan a continuación preguntándoles: “Maestro, ¿cuándo será esto…?”. El empleo de la apelación “Maestro” (Διδάσκαλε) que no se encuentra en los versículos correspondientes de Mateo y Marco (ver sin embargo Mc. XIII, 1), es altamente significativo. Jamás en Lucas los discípulos emplean este nombre para dirigirse a Jesús sino que aparece en los labios de personas extrañas al grupo de discípulos (Lc. VII, 40; IX, 38; X, 25; XI, 45; XII, 13; XVIII, 18; XIX, 39; XX, 21.28.39). El recurso a este título sería por sí solo suficiente para mostrar que, en la perspectiva de Lucas, los desconocidos (τινες) cuya intervención da a Jesús la ocasión del discurso escatológico, no pertenecen al grupo de los discípulos. Al responder a su pregunta, el discurso se dirige a todo el mundo, incluso si su contenido indica que concierne particularmente a los discípulos (Cf. XX, 45).

La pregunta y las respuestas.

En el v. 7 la pregunta que estos desconocidos le hacen a Jesús exige primero una traducción literal: “Maestro, ¿cuándo, pues, serán estas cosas, y cuál será el signo cuando estas cosas estén por suceder?”. Sea que se trate del “cuando” en la primera parte o del “signo cuando”, en la segunda, siempre es a propósito de “estas cosas” que deben “ser” o “suceder” en el porvenir. ¿Qué representa pues, este demostrativo neutro plural tauta, “estas cosas”? El mismo pronombre había sido usado en el versículo anterior, en la declaración de Jesús que provoca la cuestión de los interlocutores. Jesús había dicho: “De estas cosas que veis, días vendrán donde no quedará piedra sobre piedra que no sea destruído” (v. 6)”. Tauta, “estas cosas”, reenvía aquí al Templo sobre el cual habían hablado a Jesús estas personas para hacerle admirar la belleza (v. 5). Pero es claro que la pregunta del v. 7 no concierne únicamente al Templo mismo: las “cosas” sobre las cuales se interroga a Jesús no pueden ser más que los eventos que desencadenarán la destrucción anunciada por el v. 6. La fluctuación que testimonia los empleos de tauta no hacen el pensamiento ininteligible.
Si se considera ahora esta pregunta del v. 7 relacionado con la pregunta paralela de Mc. XIII, 4, el cambio de perspectiva no puede dejar de sorprender. En Marcos también la primera parte de la pregunta concernía el punto de saber “cuándo serán estas cosas”. Pero en la segunda parte, relativa al signo, el problema parece alargarse: la cuestión versaba sobre “el signo cuando todas estas cosas estarán por cumplirse”. Marcos acentúa la precisión “todas (estas cosas)” haciendo recaer la palabra panta al comienzo de la frase, lo cual le da un relieve muy vigoroso. Además empleó el verbo synteleistai, “cumplirse”, “encontrar su consumación”, sobre lo cual Mt. XXIV, 3 da bien el sentido al hablar de la “consumación del mundo[3]”. A este verbo técnico del lenguaje apocalíptico, la pregunta de Lucas substituye el verbo ginesthai que se aplica al “suceso” de no importa qué evento histórico.
Otros indicios muestran todavía que, en Lucas, la pregunta del v. 7 no intenta pasar la perspectiva de la destrucción del Templo. Primero y antes que nada, el hecho que esta pregunta esté unida a la predicción del versículo precedente por la conjunción oun, “pues”: “¿Cuándo, pues, serán estas cosas?” La relación de consecuencia que se establece así no invita a pensar más que a la catástrofe mencionada en el v. 6. La predicción del v. 6 había sido preparada a su vez por la del v. 5. ¿Es por casualidad que Lucas ha sentido la necesidad de precisar que esta reflexión concernía al Templo: “Algunos hablaban del Templo (peri tou hierou)”? Es sobre la suerte del Templo que Lucas llama la atención de sus lectores en los vv. 5-7, y sobre esta suerte vista a través de los sucesos históricos, independientemente de toda perspectiva escatológica…”.

Todos éstos son signos inequívocos que delatan una duplicidad de Discursos y que solucionan en forma extremadamente sencilla todas las dificultades que cualquiera que esté familiarizado con los comentarios, tanto antiguos como modernos, podrá atestiguar.

Con esta explicación podemos apreciar el siguiente método de los Sinópticos (que seguramente se podría trasladar a otros casos análogos): en primer lugar San Mateo escribe su Evangelio por temas sin curar sobre la cronología sino tan sólo agrupando los hechos y discursos según la similitud de materias, y es así cómo calla el primer Discurso, el de San Lucas, puesto que trata principalmente sobre la destrucción del Templo por los romanos; en segundo lugar San Marcos nos da el Discurso Parusíaco completo, purgado de los agregados y quites propios de San Mateo (con las modificaciones necesarias según sus destinatarios), y por último, San Lucas arregla el desfasaje (sit venia verbo) al darnos el anterior Discurso que aclara fácilmente el orden de los sucesos y Discursos.






[1] Les trois Apocalypses Synoptiques (1985), pag. 99-103.

Este estudio es muy útil sobre todo desde el punto de vista del análisis gramatical. No ignoramos que el autor está influenciado por ciertas ideas modernistas.

[2] Pero es evidente por el texto de Mateo y Marcos que Jesús está en el Monte de los Olivos cuando pronuncia su Discurso; por lo tanto, para que esta afirmación sea correcta queda una sola posibilidad: se trata de dos Discursos.

[3] El texto griego dice bien claro “consumación del siglo”.