jueves, 19 de noviembre de 2015

Origen de la creencia vulgar en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel. Salvador Iglesias (IX de IX)

CONCLUSIONES GENERALES

1. La creencia vulgar en las pretendidas profecías sobre la no restauración política de Israel carece de suficiente fundamento escriturístico. La mayoría de los textos que se aducen del Antiguo Testamento, o son meras acomodaciones a nuestro asunto, o se refieren a calamidades que nada tienen que ver con la presente, o predicen simplemente la desaparición de la Antigua Economía, sin pronunciarse contra posibles restauraciones meramente políticas que a los hagiógrafos desde su punto de vista teleológico providencial no interesaban. Los textos del Nuevo Testamento hablan de una reprobación espiritual que tendrá fin cuando haya entrado en la Iglesia la plenitud de las gentes; de una ruina material de la Ciudad con su Templo, cuyo término no se indica pero tampoco se excluye; y de la desaparición de Israel como unidad política hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. Cuando esta última condición pueda decirse cumplida, nada impedirá la restauración política de Israel.

2. No existe tampoco, como era de suponer a priori, tradición dogmática que, interpretando unánimemente determinados textos bíblicos, nos obligue a ver en ellos anunciada la imposibilidad de una restauración meramente política en Israel.

3. Existe, sí, una creencia antiquísima —enunciada por los Santos Padres, no en los Comentarios expresos a los textos, que se dicen contenerla, sino en sus tratados homiléticos y apologéticos, —según la cual los judíos no volverían a reconstruir jamás ni su Ciudad, ni su Templo, ni su unidad política.

4. Esta creencia, por no fundarse en la interpretación unánime de unos mismos textos, no procede de fuente escriturística; por las notables discrepancias en su contenido, por la debilidad con que muchos la proponen como opinión personal, por el afán con que se busca fundamentarla en la Escritura sin que jamás un solo Padre antiguo intente basarla en la tradición apostólica, tampoco puede decirse procedente de esta segunda fuente de Revelación.

5. Su origen y desarrollo, según nuestras investigaciones, parecen ser los siguientes:


a) Partiendo de un hecho que perdura indefinidamente, sin perspectiva de arreglo a pesar de los intentos repetidos, se va formando la conciencia de que ha de perdurar siempre.

b) En los cuatro primeros siglos —tímidamente todavía— se buscan textos bíblicos que acomodar al hecho palpable. San Cirilo de Jerusalén pretende ver anunciada la imposibilidad de la reconstrucción del Templo hasta los tiempos del Anticristo en las palabras de Jesús en el sermón escatológico entrelazadas con las de San Pablo en II Tes II, 3-10 y con la visión de las cuatro bestias del cap. VII de Daniel.

c) El intento fracasado de Juliano —en el que se cree ver una intervención aparatosa de la Providencia divina contra la restauración del Templo— confirma la creencia de que nunca jamás será posible su restauración. Por obra especialmente de San Juan Crisóstomo se proyecta esta creencia en determinados textos de uno y otro Testamento. Estas son fundamentalmente la predicción de Cristo sobre la ruina del Templo y la profecía de las 70 Semanas de Daniel; Cristo anuncia una ruina que Daniel asegura durará para siempre. Los Padres posteriores dependen visiblemente del Santo Obispo de Constantinopla. Con preferencia consideran —por ser lo que se intentaba y fracasaba— la imposibilidad de reconstruir la Ciudad y el Templo; pero, según ellos, en esa imposibilidad va también incluída la de la restauración política.

d) En los tiempos modernos, los intentos tantas veces fracasados del Sionismo reavivaron y afirmaron la creencia, que sin duda por esa en nuestros días mira preferentemente a la imposibilidad de la restauración política, aunque lleve también implícita la imposibilidad de reconstruir el culto, la Ciudad y el Templo.

6) Si, finalmente, tratáramos de situar el actual resurgimiento del Estado de Israel en el cuadro de las predicciones que afectan al futuro del puebla judío, podríamos decir —siempre opinando y salvo el juicio superior de la autoridad eclesiástica competente—:

a) La constitución del Nuevo Estado de Israel parece suponer que ya «se han cumplido los tiempos de las naciones», de que habla Cristo en Lc. XXI, 24[1].

b) Pudiera estar cercano el día de la conversión del pueblo judío en masa, aunque también pudiera estar lejano, según el alcance que tenga «la entrada en la Iglesia de la plenitud de las gentes» que San Pablo en Rom. XI, 25 pone como condición previa[2].

c) En todo caso no hay motivo razonable para afirmar la proximidad del fin del mundo; porque entre estos acontecimientos previos y la parusía las profecías establecen relación de mero orden, no necesariamente de inmediatez[3].

d) Tal vez entre en los planes de Dios que los judíos se conviertan a través de su organización política, y que, pues fueron rechazados como pueblo, como pueblo, sean reintegrados en masa al reino de Dios.

e) En consecuencia, las naciones cristianas no se deben retraer, por motivos religiosos doctrinales, del reconocimiento político del nuevo Estado de Israel que, como hemos visto, no se opone a las predicciones del Señor y pudiera muy bien ser el medio providencial de la conversión en masa de los judíos a Cristo para el crecimiento de la Iglesia que anunció San Pablo.

¡Quiéralo Dios!

SALVADOR MUÑOZ IGLESIAS




[1] Nota del Blog: Imposible. Entre otras, por la siguiente razón: el Apocalipsis vuelve a retomar, casi con las mismas palabras, el tema y dice:

Apoc. XI, 2: “Y el atrio, el de afuera del templo, deja afuera y no lo midas, porque se le dio a los gentiles y la ciudad, la santa, pisotearán cuarenta y dos meses”.

Lc. XXI, 24: “Y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que el tiempo de los gentiles se cumpla”.

Ahora bien, el Apocalipsis está hablando o del período de Elías o del reinado del Anticristo (creemos que se refiere a la primera mitad de la Septuagésima Semana, es decir a los tiempos de Elías). En cualquier caso se trata de un hecho posterior a la fundación del Estado de Israel (e incluso a nuestros días). Ergo.

[2] Nota del Blog: Creemos que hay que distinguir una doble conversión de Israel, primero una parcial con la venida de Elías (“Él confirmará el pacto con muchos durante una Semana, etc.), y luego la conversión total algún tiempo antes de la Parusía, según Zac. XII, 10:

Y pondrán sus ojos en Mí, a quien traspasaron, lo llorarán como se llora al unigénito”.

El cual, comparado con Apoc. I, 7 que dice:

He aquí, viene con las nubes y le verá todo ojo y los que le traspasaron y harán luto por Él todas las tribus de la tierra. Sí, Amén”.

Deja bien en claro que la conversión total es inmediatamente anterior a la Parusía.

[3] Nota del Blog: Creemos que hay un desenfoque de las profecías, y negamos, como ya lo dijimos, que los tiempos de las Naciones se hayan cumplido. Hay que tener presente que el cómputo del tiempo de la Profecía de las Semanas de Daniel está detenido y que retomará cuando venga Elías y se conviertan muchos judíos. Ver AQUI lo que dijimos sobre este tema.