domingo, 7 de febrero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (III de V)

III

VOLVERA DE LA MISMA MANERA

Hech. I, 11

Abrí luego los Hechos de los Apóstoles para volver a leer el relato de la Ascensión de Jesús y comprender mejor cómo volverá:

"Dicho esto, fue elevado, viéndolo ellos, y una nube lo recibió (quitándolo) de sus ojos. Y como ellos fijaron sus miradas en el cielo, mientras Él se alejaba, he aquí que dos varones, vestidos de blanco, se les habían puesto al lado, los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo (Hech. I, 9-11).

He aquí, pues, nuestra fe y nuestra esperanza fuertemente apoyadas sobre estas palabras angélicas y sobre la alegría que sintieron los apóstoles al volver a entrar en Jerusalén. Esta alegría que no era normal, — su Maestro acababa de abandonarlos, — muestra que ellos habían comprendido bien que El volvería (Lc. XXIV, 52).
El mismo Jesús se lo había prometido la noche de la Cena: "Yo volveré a vosotros" (Jn. XIV, 3 y XIV, 28).

Los apóstoles esperaron su vuelta, si no para ellos durante su vida, al menos para la humanidad rescatada que no tendrá el complemento de su salvación más que en la Aparición y el Reino de Cristo. Por su primera venida sólo obtuvo la humanidad las arras de la salvación, por el Espíritu Santo que nos ha sido enviado, pero espera todavía, gimiendo, la plena redención de los hijos de Dios (II Cor. V, 1-6 y Rom. VIII, 18-25).

La Ascensión marca, pues, el término del primer ciclo de la historia del mundo: Expectación del Mesías.
Pero la vuelta de Cristo marca el fin del segundo ciclo, en el cual nosotros estamos y que se resume así: Expectación del Rey.

"Venga tu reino", es la oración de la expectación y de la esperanza cristiana.

Esta "bienaventurada esperanza" que nosotros descuidamos, la proclama la Iglesia en nuestros días, como no ha cesado de hacerlo en los siglos pasados.

Consideremos lo que escribe el Cardenal Billot:


"Es bastante sabido el lugar prominente que ocupa en la economía de la revelación cristiana la perspectiva de aquella segunda VENIDA DEL SEÑOR tan a menudo y tan solemnemente anunciada por El, como quiera que este segundo advenimiento debe traer con la "transformación de los cielos y de la tierra actuales, con la resurrección de los muertos y el juicio final, el establecimiento definitivo del reino de Dios en su consumación final y su perfección última. Basta abrir un poco el Evangelio para reconocer en seguida que LA PARUSIA ES VERDADERAMENTE EL ALFA Y LA OMEGA, EL COMIENZO Y EL FIN, LA PRIMERA Y LA ULTIMA PALABRA DE LA PREDICACION DE JESUS; que ella es la llave, el desenvolvimiento, la explicación, la razón de ser, la sanción; que es, en fin, el acontecimiento supremo al cual se refiere todo lo demás y sin el cual todo lo demás se derrumba y desaparece"[1].

Es difícil ser más claro y más preciso sobre la importancia que los cristianos deben atribuir a la Vuelta de Jesús.

“La misión de la Iglesia, escribe Dom Lambert Beauduin en un estudio sobre el Adviento, consiste en preparar la humanidad a esta suprema venida de Cristo. Esta venida llenará al justo de una alegría semejante a aquella que experimentan los vendimia-dores cuando se aproxima el verano; para ellos, en efecto, es la hora de las riquezas y del reposo; es el comienzo del reino de Dios"[2].

Las palabras transcritas aparecen sólidamente abonadas por el Catecismo del Concilio Tridentino que dice:

"Si todos los hombres han deseado ardientemente ese día del Señor en que El se revistió de nuestra carne, porque ellos ponían en ese misterio la esperanza de su liberación, hoy día que el hijo de Dios ha muerto y ha subido a los cielos, NUESTROS SUSPIROS Y NUESTROS DESEOS MAS ARDIENTES DEBEN SER POR ESE OTRO DIA DEL, SEÑOR"[3].

A pesar de estas advertencias, nuestros ojos quedan cerrados, nuestros corazones apesadumbrados. Nuestra fe y nuestra esperanza no son bastante poderosas para que los misterios de la Aparición y del Reino lleguen a ser realidades vivas en el horizonte de nuestras vidas.

Y, sin embargo: ¡El volverá y reinará!




[1] Card. Billot: "La Parousie", París. Beauchesne, 1920, p. 9-10.

[2] Dom Lambert Beaudin: "Notre pieté pendant l'avent", Louvain. Abbaye du Mont César, 1919, p. 63.

[3] Catecismo del Concilio de Trento, cap. 8 del Símbolo de los Apóstoles.