miércoles, 20 de julio de 2016

León Bloy, por Jacques Maritain (X de XII)

El segundo tema fundamental de Bloy, es el de la justicia. La perla de la justicia está en el corazón de la misericordia, decía santa Catalina de Siena. La obra de Bloy nos trae a la memoria esas palabras. Una gran parte de su obra no es más que la paráfrasis inflamada y elocuente del terrible infortunio del rico del Evangelio.

He aquí, precisamente sobre la maldición de la riqueza, una página de Le Sang du Pauvre:

Podemos figurarnos el alma del rico bajo estratos de tinieblas, en un abismo comparable al fondo de los mares más Profundos. Está en la noche absoluta, en un silencio inimaginable, infinito, dentro de la caverna de los mismos monstruos del silencio. Ya pueden rugir y estallar arriba todos los truenos y todos los cañones. El alma acurrucada en ese abismo, nada podrá oír. Es permitido suponer que a los lugares subterráneos más oscuros lleguen algunos pálidos hilos de luz, venidos de no se sabe dónde, como esas telarañas que flotan al viento sobre los campos, en verano. Para un oído atento, es perceptible un lejano rumor, que muy bien puede ser el de los latidos del corazón de la tierra. Pero el que no perdona es el Océano. Luz, ruido, movimiento, vibraciones apenas perceptibles: todo lo absorbe para siempre.

Sobre la indignación de Dios:

Pero todo se paga, y es necesario que esto termine alguna vez; puesto que no hay refugio para evitar la indignación de Dios. Es una muchacha huraña y hambrienta que nadie deja entrar en su casa; una verdadera hija del desierto, de cuya vida nadie sabe nada. Los leones, en medio de los cuales fué dada a luz, han muerto asesinados a traición por el hambre y las pulgas. Dolorida, delante de todos los umbrales ha suplicado que se le diese albergue, y no ha habido nadie que se apiadara de la Indignación de Dios.

Y es hermosa, por cierto; pero irreductible a la seducción e infatigable. Y pone tanto miedo, que a su paso la tierra se estremece. La Indignación de Dios está andrajosa y casi no le queda con qué cubrir su desnudez. Anda descalza, ensangrentada y sin lágrimas. Sus ojos son profundos y sombríos, y su boca guarda silencio. Sabe que en lo sucesivo todo será inútil. Ha llegado a veces a tomar algún niño en los brazos, y lo ha ofrecido al mundo; y el mundo ha arrojado esos inocentes a la basura, diciéndole:

Eres demasiado libre para gustarme. Tengo leyes, agentes de policía, alguaciles y caseros. Ya te someterás y pagarás el alquiler como cualquiera, cuando llegue su hora.

Mi hora está muy próxima, y pagaré puntualmente, ha contestado la Indignación de Dios. (Le Sang du Pauvre).