sábado, 10 de septiembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (II de X)

I. EL ADVIENTO.

1. Cuando se recorre aunque sea rápidamente la parte consagrada al Adviento en el breviario y en el misal, (y este es un trabajo elemental para cualquiera que quiera hablar o escribir sobre el Adviento) se debe reconocer que no es el nacimiento de Cristo según la carne lo que más se celebra sino más bien su venida gloriosa al fin de los tiempos.

He aquí el primer responso de la primera lección del primer Domingo de Adviento:

"Mirando desde lejos, he aquí que veo acercarse el poder de Dios y la niebla qué cubre toda la tierra. Salid a su encuentro y decid: Anunciadnos si Vos mismo sois el que habéis de reinar sobre el pueblo de Israel. Moradores del orbe, hijos de los hombres ricos y pobres. Salid a su encuentro y decid: Atendednos vos que regís a Israel, Vos que conducís a José como a una oveja. Anunciadnos si sois Vos mismo el que habéis de reinar en el pueblo de Israel. Alzad príncipes vuestras puertas y vosotros elevaos puertas eternas y hará su entrada el rey de la gloria".

A este responso corresponde el de la segunda lección:

"Miraba en la visión de la noche y he aquí que en las nubes del cielo venía el Hijo del Hombre, y le fue dado el reino y el honor. Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán. Su poderío es poderío eterno el cual no le será arrebatado. Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán".

El miércoles de la segunda semana de Adviento tenemos como responso de la tercera lección:

"He aquí que el Señor vendrá descendiendo con resplandor y su poder le acompañará; para visitar a su pueblo en la paz y establecer sobre él la vida eterna. He aquí que el Señor nuestro vendrá con poderío. Para visitar a su pueblo en la paz y establecer sobre él la vida eterna".

El tercer Domingo de Adviento el responso de la tercera lección es como sigue:


"He aquí que el Señor aparecerá sobre una nube resplandeciente, y con El millares de santos, y llevará escrito en su vestido y en su Muslo: Rey de rayes y Señor de los que dominan. Se mostrará por fin y no nos engañará; si tardare espérale ya que vendrá; y con El millares de santos, y llevará escrito en su vestido y en su muslo: Rey de reyes y Señor de los que dominan".

A esto viene a agregarse las alusiones al juez soberano de la tierra, en los himnos de Adviento:

"He aquí al Cristo que viene de las alturas celestes… A fin de que a su retorno fulgente, cuando el temor extinguirá al mundo, el Señor no tenga que castigar nuestras faltas sino que su piedad nos proteja".

"Nosotros os suplicamos, Santo Juez, soberano del mundo, que debéis venir…".

"A fin de que en aquel día, en que desde lo alto de su tribunal el Juez condenará a los culpables a las llamas y con voz amiga convidará a los buenos al cielo… ".

Estas citas nos muestran que el primer Domingo de Adviento, en el cual la Epístola y el Evangelio tratan amplia y explícitamente del advenimiento de Cristo en el último día, no es único en su género. El no hace más que expresar la idea fundamental de este período litúrgico. Una simple mirada sobre el breviario y el misal permite darse cuenta cuán fácil sería prolongar las citas de la serie de textos que tratan de la Parusía del Señor. De pasada señalo igualmente el carácter nítidamente escatológico de esta oración que aparece muchas veces:

"Que el Señor que tiene su trono sobre los Querubines nos muestre su faz".

A esto añade también el hecho de que el Adviento de Cristo, tal como nos lo presenta la liturgia de Adviento, no tiene ningún carácter de pequeñez, de rebajamiento. Se trata claramente de una manifestación de gloria y de poder. Tomo algunos textos al azar:

"He aquí que el Señor vendrá y sus Santos con El. En aquel día habrá una gran luz en El".

"El Cristo nuestro Rey vendrá. Aquel que Juan ha designado como el Cordero que debe venir. Delante de Él los reyes cerrarán la boca. Es a Él a quien las naciones dirigirán sus oraciones".

"He aquí que el Señor vendrá con potencia e iluminará los ojos de sus servidores".

"He aquí que vendrá el Señor nuestro protector, el santo de Israel, llevando sobre la cabeza la corona real. Y El dominará de un mar a otro y del río hasta las extremidades de la tierra".

Se podría objetar a esto que la liturgia habla a pesar de todo del nacimiento de Cristo y de su infancia. Y sin embargo, si se mira más de cerca, quedaremos fuertemente sorprendidos. Aún materialmente el número de pasajes que conciernen a este tema es por así decirlo insignificante frente al conjunto de textos que tratan de la potencia y grandeza del Rey que vendrá.

Tanto es así, que entre los 108 responsos de Adviento que corresponden al breviario romano, 17 solamente hablan bajo una u otra forma del Nacimiento de Cristo en términos sacados, sea del antiguo, sea del Nuevo Testamento.

En el misal, tales textos son verdaderamente la excepción. Encontramos que solamente el Ofertorio y la Comunión del 4 Domingo de Adviento; la 2a lección, el Evangelio, la Comunión del miércoles de 4 témporas y asimismo el Evangelio del viernes de las 4 témporas, tratan de un episodio relativo al Nacimiento de Cristo (la Visitación).

Después de esto sólo queda por mencionar el Evangelio de la vigilia de Navidad. He aquí los únicos pasajes que tienen por objeto el nacimiento de Cristo según la carne. Todos los otros conciernen al soberano dominador que debe venir y a su reino; igualmente se pueden contar entre ellos las perícopas sobre el Bautista.

Además hay que señalar que aún en los textos que tratan del "Niño" se hace siempre mención de su gloria futura.

"El Señor le dará el trono de David su Padre y reinará sobre la casa de Jacob eternamente".

"Será llamado Hijo del Altísimo". "Y se le dará por nombre Admirable, Dios, Fuerte, El tomará posesión del trono de David y reinará sobre su reino eternamente".

Aún cuando "El que ha de venir" aparece bajo otros títulos, estos son siempre atributos de gloria y soberanía. Y cuando se habla del Cordero de Dios es siempre en el sentido apocalíptico, es decir, escatológicamente. He citado ya más arriba un texto de ese género. A ese añado estos:

"Enviad, Señor, el Cordero dominador de la tierra, de la piedra del desierto a la montaña de la hija de Sión. Ante nosotros y para nosotros avanza el Cordero sin mancha, creado pontífice según el orden de Melquisedec por la eternidad y los siglos. Es Él, el rey de justicia, cuya presencia no tiene fin".

En consecuencia, aún los textos que conciernen a la maternidad, al nacimiento, la infancia o aún al Cordero de Dios no proponen a nuestra piedad un hecho aislado. Tienen también un carácter escatológico, no solamente por su conexión con el conjunto de Adviento, sino también por las fórmulas mediante las cuales nos son presentados.

En el segundo nocturno del primer Domingo de Adviento, el breviario nos pone ante la vista un texto de San León que puede aplicarse a todo el período de Adviento y que nos da la forma en que debemos celebrarlo aún en nuestros días.

"Cuando instruía a sus apóstoles respecto del reino de Dios y del fin del mundo y de los tiempos, cuando enseñaba a toda la Iglesia en la persona de sus apóstoles, el Señor dijo: Ciertamente amados míos tenemos conciencia que ese precepto nos con-viene más especialmente pues no podemos dudar que el día de que se habla, aunque oculto, está próximo… Conviene, pues, que todo hombre se prepare al advenimiento del Señor…".

Para la Iglesia, el advenimiento del Señor es el "Evangelio" por excelencia, es, en realidad, "la buena nueva". En efecto, la Iglesia echa de menos vivamente al Señor; por eso durante el Adviento se nos habla con tales transportes del advenimiento de Cristo. Si nuestra época, como lo hice notar en la introducción, considera el juicio final con temor y temblor, a tal punto, que apenas ve en él carácter de "buena nueva", San Gregorio el Grande en la homilía del I Domingo de Adviento, indica su verdadero significado. Sin duda exhorta a la vigilancia, a una preparación seria y habla de catástrofes cósmicas, pero en seguida cita las palabras del Señor:

"Cuando estas cosas comiencen a suceder, levantaos y alzad vuestras cabezas porque vuestra Redención se acerca".

Añade en seguida esta explicación:

"Es como si la Verdad eterna quisiera exhortar a sus escogidos: cuando las desgracias del mundo se multipliquen, levantaos, alzad vuestros corazones, pues cuando el mundo, del cual no sois amigos, llegue a su fin, vuestra Redención, que habéis buscado, se acerca… Los que aman a Dios deben alegrarse y regocijarse del fin del mundo. Encontraréis tanto más pronto a Aquél que amáis cuanto más pronto desaparezca aquel a quien habéis negado vuestro amor. Un cristiano que desea ver a Dios, no debe entristecerse del juicio que condena al mundo. Aquel que no se regocija del fin del mundo que se acerca, prueba que es su amigo y el enemigo de Dios… Entristecerse de la destrucción del mundo es propio de aquel que ha dejado desarrollarse en su corazón las raíces de un amor al mundo, de aquel que no busca la vida futura y que ni aún sospecha su realidad".