martes, 25 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VII de X)

3. La misma liturgia de Navidad nos lo enseña en forma inequívoca. En las tres Misas, el hecho histórico se destaca únicamente en los Evangelios, y aún así, hay que hacer la debida reserva en lo que se refiere al Evangelio de la tercera, que es el prólogo de San Juan y el cual desborda, en forma absoluta, todo marco temporal. Los demás textos celebran el misterio de la Parusía, de la aparición de Cristo — preparada ya durante el Adviento, —o también, la generación de la Segunda Persona divina en el seno de la Santísima Trinidad. El Introito de la Misa del día: "Un Niño nos ha nacido" contradice sólo en apariencia esta afirmación porque aquí también es el caso de la visión escatológica del imperio de Dios sobre el mundo.

Lo mismo puede decirse del Oficio. De las cinco antífonas de las primeras Vísperas las dos primeras, o sea aquéllas que parecen expresar los primeros sentimientos que experimenta la Iglesia por este suceso, hablan del esplendor que corresponde de derecho al Rey de Paz.

1. "El Rey de Paz ha manifestado su gloria; Aquél cuyo rostro ansía ver toda la tierra".

2. "El Rey de Paz ha hecho brillar su magnificencia, más que todos los reyes de la tierra".

Si la tercera Antífona alude al nacimiento en Belén, la cuarta y la quinta amplían la perspectiva en un sentido nuevo y saludan en este nacimiento la llegada del Reino de Dios y de la Redención.

En los Salmos y Antífonas de Maitines no se hace referencia al hecho histórico como tal. Ciertamente algunos de los responsorios señalan los detalles y la forma en que se realizó, pero constantemente, en la mayor parte de estas fórmulas la manera de enunciarlas excede al punto de vista puramente histórico. Expresan con la mayor claridad el esplendor y el poder de este recién nacido. Además, hay que hacer aquí la misma observación que se hizo respecto de la liturgia de Adviento y que se refiere al papel que corresponde a la Virgen-Madre y al futuro nacimiento de su hijo; este papel es el de anunciar el rol que debe ser propio de la Iglesia. Este pensamiento está admirablemente desarrollado en una oración de la liturgia Mozárabe en el día de Navidad:

martes, 18 de octubre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (IV de VII)

IV

EL ISRAEL DE DIOS

Gál. VI, 16

Entre las señales que nos anuncian la proximidad de la vuelta de Cristo, no hay nada más convincente, más claro, más fácil de verificar que la reunión de los judíos en Palestina.

Me permitiré relatar tres recuerdos que se escalonan en un espacio de 35 años.

El más antiguo se remonta a los años 1900 a 1903.

Hacía yo mis estudios en el Sagrado Corazón de Montfleury, cerca de Grenoble. En el curso de instrucción religiosa, se nos enseñó que un signo evidente del fin próximo de nuestro mundo actual sería la reunión de los judíos en la tierra de Israel.

¡Cuánto hubiera deseado ver este acontecimiento extraño que nada, absolutamente nada, hacía prever!

Treinta años han pasado y vemos… vemos el "milagro judío".

Cuando fuí a Palestina, el año 1928, consideré por cierto con gran interés el esfuerzo sionista. El sionismo no estaba sino en sus comienzos y, en lo que pude apreciar, se notaba más, en este agrupamiento, la voluntad determinada de millonarios americanos que la de todo un pueblo deseoso de volver a entrar en su tierra, para "rehacerla".

Pude cerciorarme que los hermanos Tharaud tenían un vasto campo de experiencias que explotar, para sus futuras novelas. Sin embargo, qué sonrisa tan escéptica sentía yo deslizarse por mis labios pensando en la felicitación tradicional que se dirigían anualmente los judíos unos a otros: "El año que viene en Jerusalén".

Entre tanto, ¿cuál ha sido después la marcha de los acontecimientos?

En Mayo de 1935 asistí a la ceremonia conmemorativa del décimo aniversario de la fundación de la Universidad de Jerusalén. Los siete oradores de origen judío o cristiano, que en esa circunstancia tomaron la palabra estuvieron obligados, sin que todos conocieran las profecías, a proclamar que es preciso esperar de este pueblo una efusión de nuevos valores espirituales sobre el mundo, tiempos de justicia, de paz y de verdad.

No recuerdo el nombre de estos oradores, pero la incredulidad notoria de muchos daba, sin que ellos lo quisieran, el más brillante testimonio de la veracidad de la Palabra de Dios. El viejo espíritu racionalista de estos universitarios estaba amortiguado, casi vencido, al contacto de la potente transformación de la tierra de Israel y casi todos se sirvieron de esta expresión "el milagro judío", para caracterizar la repentina restauración del "Erest-Israel"[1].

¡El milagro! ¡Los racionalistas creen, pues, en milagros en estas circunstancias! Y nosotros, los cristianos vivimos viendo "este milagro", y ni comprendemos su significado, ni siquiera nos preocupamos de él.

He relatado estos tres recuerdos, pues ellos ilustran la evolución de un alma sincera, escéptica primero, después convencida. Sincera en su esperanza de niño; escéptica sobre el éxito del Sionismo, en fin, convencida por la evidencia del renacimiento de Israel en su tierra: "el milagro judío".


***

La reunión de Israel merece, por sus relaciones estrechas con nuestro objeto, un estudio más detenido. Sucesivamente vamos a considerar:


I.- PROFECIAS QUE ANUNCIAN LA DISPERSION DEL PUEBLO DE DIOS;

II.- LAS PROFECIAS QUE ANUNCIAN SU REAGRUPAMIENTO;

III.- LAS TRANSFORMACIONES MATERIA LES DE LA TIERRA DE ISRAEL.




[1] Es interesante considerar la importancia que se le concede en los medios israelitas al nuevo nombre de la Palestina: "Erest-Israel", la tierra de Israel. Este nombre conviene mejor a la tierra judía que el de Palestina, que quiere decir tierra de filisteos. Por otra parte, las promesas de Dios son formales: "Los restablecerá en su tierra" (Is. XIV, 1). "Habitarán en su país" (Jer. XXIII, 8). "Os colocaré en vuestro suelo (Ez. XXXVII, 12).

martes, 11 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VI de X)

II.- NAVIDAD

El examen atento de los textos litúrgicos del Adviento nos ha permitido constatar que el objeto primero y, por decirlo así, exclusivo de este período es prepararnos con la Iglesia a la venida final de Cristo en "poder y majestad". La evocación de esta segunda venida — que es coronamiento y consumación de la venida de Cristo a nuestra carne en Belén — se hace aún más insistente y actual durante las fiestas de Navidad y Epifanía.

1. Sin embargo, a primera vista, parece que esta fiesta de Navidad se apartara un poco de esta visión escatológica. Su nombre mismo, "nativitas Domini" se refiere a un hecho histórico del pasado. En cambio, el nombre de las otras dos solemnidades "Adventus Domini", "Epiphania Domini" atrae la atención al acontecimiento final del último día. Aún más, estas palabras han llegado a ser los términos técnicos con que se designa la Parusía. El hecho es que toda la liturgia de Navidad insiste siempre en el carácter histórico de esta fiesta.

Para empezar, el anuncio mismo de la fiesta en el martirologio romano, sitúa el acontecimiento dentro de la historia de la Humanidad.

"Después de la creación del mundo, cuando al principio Dios sacó de la nada el cielo y la tierra, en el año cinco mil ciento noventa y nueve; después del diluvio, en el año dos mil novecientos cincuenta y siete; después del nacimiento de Abraham, etc..., en el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma y cuarenta y dos del Imperio de Octaviano Augusto, gozando de paz el universo; en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno, queriendo consagrar el mundo por su misericordioso advenimiento, habiendo sido concebido del Espíritu Santo, nace en Belén de Judá, hecho hombre de la Virgen María".

miércoles, 5 de octubre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (III de VII)

III

¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS GENTES?

Sal. II, 1

Estudiando la significación de la estatua que vió en sueños Nabucodonosor, dijimos que el profeta Daniel, interpretándola, había contemplado toda la historia del mundo hasta la vuelta de Cristo. Es él, Nuestro Señor, quien, bajo el símbolo de una "Piedra" golpeará al coloso para reducirlo a polvo y convertirlo en ligero tamo del trigo que se lleva la brisa en el verano; Juan la verá en Patmos bajo el símbolo DEL CORDERO, "y el Cordero los vencerá (porque Señor de señores es y Rey de reyes)" (Apoc. XVII, 14).

El verdadero dictador será Cristo, porque se habrá revestido "de su gran poder" y estará reinando (véase Apoc. XI, 17). Pero, antes de su vuelta, no nos sorprendamos de esta fuerza dictatorial que subyuga a todos los países, unos después de otros… Tampoco nos maravillaremos de la crisis económica mundial, tan claramente anunciada en el Apocalipsis.


***

El tiempo de los dictadores.

Desde hace veinte años todos los países de Europa han sido sacudidos por crisis políticas de una magnitud más o menos considerable, pero todas estas revoluciones tienden hacia un mismo fin: establecer dictaduras, ora fascistas, ora comunistas. Si más tarde vemos renacer monarquías, éstas tendrán un carácter semejante de fuerza y de poderío.

Todos los países claman por "un jefe", un Stalin, un Mussolini o un Hitler.

Este consentimiento mundial representa la gran aspiración del corazón humano hacia un libertador: ha llegado el momento "para destruir a los que destruyen la tierra" (Apoc. XI, 18).

Si los dictadores, como veremos, transforman el país donde se instalan, ellos llevan consigo gérmenes de muerte y de destrucción, pues su principio de autoridad no hunde sus raíces en Dios.

sábado, 1 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (V de X)

7. Podemos decir lo mismo de las fiestas de Navidad y Epifanía. Ellas también encierran la idea de una verdadera venida de Cristo para la cual nos prepara el Adviento. El carácter preparatorio de este período no se manifiesta sólo de un modo directo en el hecho de que las promesas de Adviento aparecen cumplidas en Pascua y Epifanía, como lo veremos más adelante; sino también en este otro hecho: muy a menudo, en la liturgia de Adviento, el sacrificio eucarístico mismo tiene claramente un carácter de preparación. Esto es de suma importancia, pues de aquí se sigue que una misa no es exactamente como otra. Ciertamente, considerado en sí mismo, cada sacrificio de la misa representa el mismo misterio de Redención, sin embargo, las palabras sagradas, tanto las del breviario como las del Misal, que preparan el sacrificio o le siguen, con-tribuyen realmente a dar a cada sacrificio su carácter particular. Solamente esta concepción explica que una Misa pueda ser celebrada como preparación a otra y serle así subordinada, en cierto modo.

"Recibamos, Señor, tu misericordia en medio de tu templo; para que preparemos, con los debidos honores la solemnidad venidera de nuestra Redención" (Postcomunión del I Domingo de Adviento).

"Imploramos Señor, tu clemencia para que estos divinos auxilios, al purificarnos de los vicios, nos dispongan para las fiestas venideras" (Postcomunión del III Domingo de Adviento).

(Traducción sacada del Misal Lefebvre).