domingo, 28 de febrero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (I de XVI)

PRIMERA PARTE

VOLVERA

Cristo, que se ofreció una sola vez para llevar los pecados de muchos, OTRA VEZ APARECERÁ, sin pecado, a los que le están esperando para salvación (Hebr. IX, 28).


I

"¿DONDE ESTA EL REY DE LOS JUDIOS
QUE ACABA DE NACER?"

Mat. II, 2

El profeta Isaías ha sido a veces representado en el arte con la mirada dirigida hacia lejanías misteriosas, con la mano sobre la frente para permitir a sus pupilas captar las cosas futuras. Esta actitud figura la del pueblo judío que espera al Mesías; ella es la que debe tener el pueblo cristiano esperando su Vuelta. Una semejanza profunda existe, pues, entre la expectación de la Sinagoga, en otro tiempo, y la de la Iglesia, hoy día.

Pero, ¿en qué consistía exactamente la expectación de los judíos? Ellos esperaban la aparición de un rey poderoso, esperaban en el Ungido del Señor, un jefe, que debía restablecer el reino de Israel. El Mesías, "de la posteridad de David" (Jn. VII, 42) sería Rey. Esta era la enseñanza oficial de las escuelas rabínicas y la creencia general.

Es fácil seguir en los Evangelios el desarrollo de esta creencia, — muy exacta en cuanto a su cumplimiento, — pero en contradicción con las profecías de su primera venida. Jesús venía primero para servir y morir. El, sin duda, hubiese reinado, si los re-presentantes de la nación judía hubiesen reconocido en El, aún después de haberlo renegado al principio, al Rey de Israel e Hijo de Dios.

Pero la Sinagoga tenía los ojos cegados, los oídos sordos, el corazón helado por la concepción puramente ritual de las prescripciones mosaicas. Ella no pudo, pues, reconocer a Aquél que venía a obedecer hasta la muerte de Cruz, llevando el pecado del mundo… Se creía sin pecado; no tenía, pues, necesidad de Salvador…

Ahora bien, ¿cuál es la actitud de los cristianos de hoy? Teóricamente, todos esperan, implícita o explícitamente, la vuelta gloriosa de Cristo. Pero, de hecho, fundamos mucho más nuestra vida de fe, nuestro desarrollo espiritual, sobre el recuerdo del Gólgota, sobre la vida terrestre y pasada de Cristo, que sobre las prodigiosas promesas referentes al futuro.

Rara vez los católicos hacen el gesto del profeta Isaías, colocando la mano horizontalmente sobre su frente, para avistar mejor las maravillas lejanas del Día del Señor. Sin embargo, el Espíritu Santo nos ha sido enviado para esto, para enseñarnos los misterios del Fin de los Tiempos: "Dirá lo que habrá oído, y os anunciará las cosas por venir" (Jn. XVI, 13-14).

jueves, 25 de febrero de 2016

El Sexto Sello (IV de IV)

La segunda cuestión sobre el poco tiempo que media entre el fin del quinto Sello y el comienzo de las Trompetas se resuelve fácilmente con lo que acabamos de decir.

Si ni el juicio de las Naciones (VI, 12-17) ni la aparición de los mártires de la gran Tribulación (VII, 9-17) corresponden al sexto Sello bastará eliminar estas dos visiones para explicar la corta duración de todos estos acontecimientos.

El texto quedaría así:

Capítulo VI:

9. Y cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que fueron muertos a causa de "la Palabra de Dios" y a causa de "el testimonio que tenían".
10. Y clamaron con gran voz, diciendo: “¿Hasta cuándo, oh Señor, el Santo y Verdadero, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”.
11. Y se les dio una túnica blanca a cada uno y se les dijo que descansen todavía un poco de tiempo hasta que se completen también los consiervos suyos y los hermanos suyos, los que están por ser matados como ellos.
12. Y vi cuando abrió el sello, el sexto y

(…)

Capítulo VII

1Vi cuatro ángeles[1] que estaban de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, teniendo los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno.
2. Y vi otro ángel subiendo de donde surge el sol teniendo el sello del Dios vivo y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar
3. diciendo: “No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.
4. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de toda tribu de (los) hijos de Israel;
5. de la tribu de Judá doce mil sellados, de la tribu de Rubén doce mil, de la tribu de Gad doce mil,
6. de la tribu de Aser doce mil, de la tribu de Neftalí doce mil, de la tribu de Manasés doce mil,
7. de la tribu de Simeón doce mil, de la tribu de Leví doce mil, de la tribu de Isacar doce mil,
8. de la tribu de Zabulón doce mil, de la tribu de José doce mil, de la tribu de Benjamín doce mil sellados.

(…)

domingo, 21 de febrero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (V de V)

V

LES ABRIO LA INTELIGENCIA
PARA QUE COMPRENDIERAN LAS ESCRITURAS

Lc. XXIV, 45

Delante de mi propia indiferencia y de la de numerosos cristianos, con respecto a la segunda venida de Cristo, iba yo verificando cómo nuestro individualismo interpone obscuridad entre los misterios divinos, recónditos, y nuestro espíritu limitado y racionalista.
Hay en nosotros ausencia de adaptación. El sentido del misterio se nos escapa a causa de la pobreza de nuestra fe y de la impureza de nuestras vidas.

Creados a la imagen de Dios y regenerados por Jesucristo, deberíamos estar en la luz; y somos "tinieblas". La lámpara que nos alumbra no es más que una pobre luciérnaga, la luciérnaga del "yo". Sólo viene a proyectar claridad sobre los misterios futuros cuando se trata de nuestra muerte individual y del juicio particular que a cada cual espera, pero la gloria magnífica de nuestro Salvador, de nuestro Dios, que será manifestada después de su Aparición, queda en la sombra. La luciérnaga del "yo" es impotente.

¿Pero dónde encontrar esta fuente de luz? ¿Este reflector sobre nuestra ruta?

"Antorcha para mis pies es tu palabra, y luz para mi senda. Tu palabra es una antorcha que precede mis pasos y una luz sobre mi sendero" (Sal, CXVII, 105).

¿No es ésta la respuesta?
Y todavía: "la palabra profética, a la cual bien hacéis en ateneros –como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro hasta que amanezca el día y el astro de la mañana se levante en vuestros corazones" (II Ped. I, 19)[1].

Si estamos, pues, en tinieblas, es porque no leemos la Biblia y descuidamos las profecías. No alimentamos nuestra vida espiritual en esta fuente; nos morimos de hambre cerca de este maná; nos marchitamos por falta de luz. Y nuestros ojos permanecen velados porque no saboreamos esa miel de la profecía (I Rey. XIV, 29).

Hace largo tiempo que conozco toda la revelación espiritual y personal que se extrae al contacto de nuestros Santos libros: conozco la alegría del “consuelo de las Escrituras" (Rom. XV, 4).

jueves, 18 de febrero de 2016

El Sexto Sello (III de IV)

¿Cuál es, en cambio, nuestra solución?

Por nuestra parte creemos que ni VI, 12-17 ni VII, 9-17 forman parte del sexto Sello, sino únicamente la signación de los 144.000 Judíos.

La primera de las cuestiones que habíamos planteado referente a la unidad de las tres secciones creemos que se puede responder sin mayores dificultades con sólo atender al final de la primera visión.

Cuando los reyes de la tierra y demás enemigos de Cristo ven el rostro del Sedente en el Trono y la ira del Cordero, terminan preguntando (v. 17):

Porque ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.

Ahora bien, las dos siguientes visiones van a responder esta pregunta.

Primero la signación de los 144.000 judíos cuando dice (VII, 1-8):

“Después de esto vi cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, teniendo los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel subiendo de donde surge el sol teniendo el sello del Dios vivo y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar diciendo: “No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes[1]”. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de toda tribu de (los) hijos de Israel…”.

Este grupo, que se identifica con la Mujer que huye al desierto, como lo dejamos dicho en nuestro estudio sobre ese tema (ver AQUI) es el mismo que aparece a través de la gran mayoría de los Salmos, y por eso no extraña que allí leamos, en boca de la Mujer, afirmaciones como éstas:

domingo, 14 de febrero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (IV de V)

IV

OJOS PARA NO VER

Is. VI, 9-10

El alma que inundó una potente luz vuelve como impelida a cruzar la huella luminosa. Entonces es cuando se inclina a desear para otros la llama, a propagar una idea motriz, a conquistar adeptos. Tuve esos deseos. Hablé a algunos amigos del poder que nos comunica "la esperanza viva" de la Vuelta de Cristo; y un día con audacia, pregunté a un sacerdote: "¿Cree Ud. en la Vuelta del Señor Jesús?".

Una sonrisa un poco burlesca, un poco irónica, un poco escéptica fué primero la única respuesta.

— "Pero, señor cura, Ud. leerá en la Ascensión, cuya fiesta está próxima: "El volverá de la misma manera que vosotros le habéis visto subir a los cielos".

—"¿Y qué es lo que os puede significar que El vuelva?", contestó el venerable eclesiástico. "¡Ud. no estará ahí!"[1].

¡Qué es lo que me significa!... pero esto es toda mi esperanza, "la feliz esperanza", de la cual habla San Pablo. Ya el apóstol evocaba estos "burlescos" que dirían: "¿Dónde está la promesa de su venida? Ahora, señor cura, ¿no os parece que los Patriarcas supieron esperar sin ver y, más aún, por esto mismo recibieron "el efecto de la promesa", que dependía de la primera venida de nuestro Salvador?

¡Leyendo asiduamente el Evangelio y las Epístolas, estamos obligados a creer en la vuelta de Cristo, obligados a esperar su Reino!... Que este día sea próximo o lejano, que lo vea o no lo durante mi peregrinación terrenal, esta esperanza es una fuerza que transformó mi vida espiritual. Espero a Jesús por causa de su Gloria.

"Yo también, yo también espero..." contestó el sacerdote, "pero no tenemos tiempo de pensar en ésto!... Nosotros estamos demasiados ocupados en probar primero la existencia de Dios".

Tuve a menudo la curiosidad de plantear la misma pregunta a católicos, de aquéllos que se llaman "practicantes":

- ¿Cree Ud. en la Vuelta de Jesús?

jueves, 11 de febrero de 2016

El Sexto Sello (II de IV)

Ya pasando a la respuesta en sí, afirmamos:

Lo primero que tenemos que decir es que la secuencia VI, 12 - VII, 17 forma un todo homogéneo.

Pero hay un segundo punto no menos importante y es que entre el quinto Sello y el comienzo del castigo media poco tiempo.

Por lo tanto, toda exégesis, para ser verdadera, deberá tener presente y explicar estos dos puntos.

Comencemos por el primero.

La unidad del pasaje VI, 12 - VII, 17, se vé por el hecho de que VI, 11 termina con el quinto Sello mientras que VIII, 1 da comienzo al séptimo.

Sin embargo, tenemos tres escenas entre el quinto y el séptimo Sello: el oscurecimiento del sol, etc. (VI, 12-17), la signación de los 144.000 judíos (VII, 1-8) y los mártires de la gran Tribulación (VII, 9-17).

Por lo tanto, debería haber algo que una estos tres sucesos.

A su vez, el segundo de los puntos no es menos cierto.

Durante el quinto Sello los mártires piden venganza por su sangre derramada a manos de los habitantes de la tierra y por toda respuesta se les dice (VI, 11):

“Que descansen todavía un poco de tiempo hasta que se completen también los consiervos suyos y los hermanos suyos, los que están por ser matados como ellos”.

Con lo cual tenemos que entre esta oración y el castigo ha de mediar poco tiempo.

domingo, 7 de febrero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (III de V)

III

VOLVERA DE LA MISMA MANERA

Hech. I, 11

Abrí luego los Hechos de los Apóstoles para volver a leer el relato de la Ascensión de Jesús y comprender mejor cómo volverá:

"Dicho esto, fue elevado, viéndolo ellos, y una nube lo recibió (quitándolo) de sus ojos. Y como ellos fijaron sus miradas en el cielo, mientras Él se alejaba, he aquí que dos varones, vestidos de blanco, se les habían puesto al lado, los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo (Hech. I, 9-11).

He aquí, pues, nuestra fe y nuestra esperanza fuertemente apoyadas sobre estas palabras angélicas y sobre la alegría que sintieron los apóstoles al volver a entrar en Jerusalén. Esta alegría que no era normal, — su Maestro acababa de abandonarlos, — muestra que ellos habían comprendido bien que El volvería (Lc. XXIV, 52).
El mismo Jesús se lo había prometido la noche de la Cena: "Yo volveré a vosotros" (Jn. XIV, 3 y XIV, 28).

Los apóstoles esperaron su vuelta, si no para ellos durante su vida, al menos para la humanidad rescatada que no tendrá el complemento de su salvación más que en la Aparición y el Reino de Cristo. Por su primera venida sólo obtuvo la humanidad las arras de la salvación, por el Espíritu Santo que nos ha sido enviado, pero espera todavía, gimiendo, la plena redención de los hijos de Dios (II Cor. V, 1-6 y Rom. VIII, 18-25).

La Ascensión marca, pues, el término del primer ciclo de la historia del mundo: Expectación del Mesías.
Pero la vuelta de Cristo marca el fin del segundo ciclo, en el cual nosotros estamos y que se resume así: Expectación del Rey.

"Venga tu reino", es la oración de la expectación y de la esperanza cristiana.

Esta "bienaventurada esperanza" que nosotros descuidamos, la proclama la Iglesia en nuestros días, como no ha cesado de hacerlo en los siglos pasados.

Consideremos lo que escribe el Cardenal Billot:

jueves, 4 de febrero de 2016

El Sexto Sello (I de IV)

El Sexto Sello

En la literatura apocalíptica el sexto Sello ha venido a ser casi un lugar común para significar el fin del mundo, la Parusía o algo semejante, pero en nuestra opinión no hay base alguna para sostener semejante interpretación.

Tampoco creemos que una correcta exégesis de este texto sea extremadamente importante para entender el Apocalipsis pero nos parece necesario tratarlo porque si el sexto Sello fuera lo que la gran mayoría cree que es, entonces casi que no quedaría más opción que aceptar la teoría de la recapitulación.

En una palabra: el sexto Sello parece como el último reducto en el cual se atrinchera la escuela de la recapitulación dado que los demás baluartes pueden ser fácilmente atacados y vencidos.

Los que propugnan esta teoría argumentan, básicamente, de la siguiente manera: las primeras seis Trompetas (VIII, 7-IX, 21) son ciertamente anteriores a lo narrado en VI, 12-17; por lo tanto no quedaría más opción que recapitular.

Está fuera de discusión que los sucesos descriptos en VI, 12-17 son posteriores a las Trompetas, pero la pregunta es: ¿describe VI, 12-17 el sexto Sello?

Aquí está toda la diferencia y por lo tanto toda la dificultad a resolver. No queda más opción que analizar debidamente el texto con su contexto.

Los capítulos IV-V, que dan comienzo a las grandes visiones del Apocalipsis, nos describen el Trono de Dios y la toma de posesión del libro Sellado que el Cordero se encarga de desatar.

Con los cuatro primeros Sellos el Vidente ve aparecer en el cielo cuatro jinetes que simbolizan acontecimientos en la tierra, mientras que en el quinto San Juan ve las almas de los mártires bajo el altar.

Tras estos cinco Sellos el Vidente dice (VI, 12-17):

“Y vi cuando abrió el sello, el sexto y un gran terremoto se produjo y el sol se puso negro como un saco de crin y la luna entera se puso como sangre. Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera arroja sus brevas, sacudida por un fuerte viento.  Y el cielo fue retirado como un rollo que se envuelve y todo monte e isla fueron movidos de sus lugares. Y los reyes de la tierra y los magnates y los quiliarcas y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y entre los peñascos de los montes. Y dicen a los montes y a los peñascos: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del Sedente en el trono y de la ira del Cordero; porque ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.

¿Es éste, necesariamente, el sexto Sello?