viernes, 17 de marzo de 2017

El Katéjon, II Tes. II, 6-7 (III de XV)

Sin embargo, antes de pasar a las objeciones, es del todo necesario que continuemos con el v. 7.

En efecto (γὰρ), el misterio ya está obrando de iniquidad; sólo el que detiene ahora, hasta que del medio surja[1].

Zerwick:

Μόνον (solo): Falta el verbo. Tal vez “hay que esperar”.


Veamos primero algunos comentarios de carácter más general:

Padovani:

“Por misterio[2] de iniquidad no hay que entender como hacen algunos el Anticristo (ya que entonces no había aparecido, cfr. v. 3), ni a Nerón (que entonces no reinaba), sino con la mayoría “la iniquidad arcana y latente, que alguna vez (a saber, en el tiempo del Anticristo) se dará a conocer públicamente y se desencadenará abiertamente (Estio)”.

Rigaux:

μυστήριον (misterio), una vez en los evangelios, Mc. IV, 11, y en plural en los paralelos, Mt. XIII, 11; Lc. VIII, 10 y en Apoc. I, 20; X, 7; XVII, 7. En Pablo 21 veces. Jamás en sentido de misterio griego, o religión de misterio. El sentido general es una cosa, persona, doctrina escondida, inaccesible al conocimiento humano, sea porque es el secreto del plan divino, Rom. XI, 25, o el secreto de un acto divino en la Parusía, I Cor. XV, 51. La revelación de Cristo supone que ha habido un secreto, el secreto de Dios: Col. II, 2. Cf. Col. I, 26; II, 2; IV, 3. Los apóstoles son los reveladores de la economía de los misterios de Dios, I Cor. XV, 1. Lo mismo la epístola a los Efesios hace uno de sus temas favoritos de la revelación del misterio de Cristo, III, 4, que es el misterio de la voluntad de Dios, I, 9, y el misterio del evangelio VI, 19. Uno estaría tentado de impregnar la palabra misterio del concepto del secreto divino, de hacer de ella un sinónimo de evangelio. Pero en I Cor. XIV, 2 Pablo dice que los glosolales dicen misterios, cosas escondidas e incomprensibles. El sentido no está lejos de I Cor. XV, 51. Además en I Tim. III, 9, habla del misterio de la fe, genitivo de aposición que es el contenido de la fe, revelado por Jesucristo. Pero no tenemos ningún paralelo concreto que arroje mucha luz sobre nuestro texto. El misterio que aquí trabaja, y que está completamente compuesto de ἀνομία (iniquidad), genitivo de aposición, no puede ser más que la misma ἀνομίας que obra, no en la plena manifestación reservada a los últimos días al período de la revelación del Anticristo, sino por caminos que no son comprensibles por los hombres. Así, Dios tiene su misterio, Satán no está desprovisto del suyo. Su reino en la ἀνομία no surge en el gran día, sino que se esconde en las vías tenebrosas del mal y de la impiedad”.

Μόνον ὁ κατέχων ἄρτι (solo el que demora ahora): La frase nos parece elíptica. Milligan no lo admite. Tenemos una construcción paulina paralela en Gal. II, 10: μόνον τῶν πτωχῶν ἵνα μνημονεύωμεν, con tal solamente que nos acordemos de los pobres (…) μόνον (solo), aquí como en Gálatas, tiene el sentido de únicamente, es la única condición para que el anomos aparezca”.






[1] No podemos dejar de señalar otra interesante traducción que nos enviaron tras una consulta, seguida de una atinadísima observación:

“Y ahora conocéis bien el obstáculo para que Él sea develado en su oportuno tiempo: en efecto (γὰρ), el misterio de inequidad ya está operando, solamente el que obstaculiza ahora, hasta que surja de este medio”.

Esto por lo que hace a la traducción, y luego nos ilustraba:

Es muy importante darle su verdadero sentido de enlace lógico a la partícula γὰρ del versículo 7: ella expresa ya desde Homero (y más aún en Platón, Aristóteles y la koiné) la adecuación de su oración o proposición (en la que está incluida) con la oración o proposición anterior. Se refiere con precisión al verbo en aspecto perfecto - οἴδατε - (tenéis bien conocido), el cual, a su vez, resume todo lo explicado por San Pablo en los vv. 1 a 5 en cuanto a no engañarse sobre la inmediatez de la Parusía del Señor. Por todo esto, no es correcto traducir γὰρ con el sentido causal débil con que es costumbre hacerlo (pues o entonces).

[2] Con respecto al misterio hay que notar que el único lugar que este término aparece en los Evangelios se encuentra en las parábolas del reino, con lo cual parecería que hablar de “los misterios del reino de los cielos” (Mt. XIII, 11; Mc. IV, 11; Lc. VIII, 10), no es necesariamente lo mismo que hablar sobre “el reino de los cielos” sino solamente sobre una parte, y relacionada más en concreto con los últimos tiempos. Esto explicaría, tal vez, la famosa cuestión de por qué Jesús les habló a las turbas en parábolas sin explicarles el contenido, y más importante aún, por dónde hay que buscar la exégesis de todas esas parábolas.