viernes, 28 de julio de 2017

El Katéjon, II Tes. II, 6-7 (XI de XV)

Lo que acabamos de decir parece corroborarse por el contraste bien marcado entre Cristo y el Anticristo que los autores advierten a lo largo de todos estos versículos.

Knabenbauer:

“Lo otro que deberá venir antes de la venida del Señor, se declara en la aparición del anticristo (el apóstol no usa esta palabra): y se revelare, ἀποκαλυφθῇ, lo mismo en los vv. 6.8 con la misma palabra se lo opone a Cristo, que igualmente se revelará, de la misma manera se habla de su venida, παρουσία como de la de Cristo; tanto con estas palabras como con la descripción e índole misma nos lo pone ante los ojos verdaderamente como anticristo”.

Buzy:

“El adversario, ὁ ἀντικείμενος, participio regularmente empleado como substantivo, (Lc. XIII, 17; Fil. I, 28; I Tim. V, 14) es, con el sustantivo el anticristo, que San Juan será el primero en usar (I Jn. II, 18.22; IV, 3; II Jn. 7), el calificativo más expresivo para designar el rol de aquel que viene a oponerse a Cristo, prodigios contra prodigios, parusía contra parusía, muchedumbre de engañados contra grupo de fieles”.

Biblia de Jerusalén:

El impío se revela, 6.8, en contra de la Revelación del Señor, I, 7; I Cor. I, 7, al igual que su parusía, v. 9, se dirige en contra de la del Señor, v. 8. El Anti-Dios deviene el Anti-Cristo”.

Buzy:

“Otra constatación de dos en uno: lo anulará por la manifestación de su parusía, el cual se confunde con el soplo de su boca; lo anulará, καταργήσει (35 veces en San Pablo), como el sol pone en fuga las tinieblas, como dice el Crisóstomo. Parusía contra parusía, es la verdadera, la resplandeciente, τῇ ἐπιφανείᾳ, que la supera sobre la falsamente prestigiosa”.

Rigaux:

Al oponer la revelación de Cristo a la del impío, (San Pablo) opone tácitamente la fuerza, los signos y los prodigios de Cristo a los del impío; pone en antítesis la verdad de Cristo y la mentira, la seducción y el mal del impío”.

domingo, 23 de julio de 2017

El que ha de Volver, por M. Chasles. Apéndice III, La Vuelta y el Reino de Cristo en la Liturgia (IV de IV)

Misas del Común de los Santos

El Común de los santos es un conjunto de misas compuestas para los bienaventurados cuya fiesta no tiene liturgia especial.

En su origen estos "comunes" eran misas propias de santos particularmente venerados: Santa Inés, San Martín, San Esteban, San Lorenzo.

La composición de las misas del común de mártires se remonta generalmente al siglo XI; los otros comunes: confesores pontífices, doctores, confesores no pontífices, abades, vírgenes y santas mujeres fueron elaboradas un siglo o dos más tarde, en plena Edad Media.

Las misas de estos últimos comunes hacen alusiones frecuentes por los textos escogidos a la vuelta de Cristo y a la necesidad de velar para esperarlo. Cada misa, sin excepción, nos recuerda sobre todo por el Evangelio el deber primordial del cristiano, de ser un vigilante que espera al Maestro, al Rey o al Esposo.

En el primer momento pensamos que todos esos textos han estado allí durante ocho siglos para recordarnos la vuelta gloriosa del Señor; sin embargo, después de un estudio prolijo de comparación con el espíritu de la Edad Media respecto a "las cosas que están por venir", hemos constatado que la acumulación de textos escatológicos no ha sido colocada ahí para hacernos temblar de alegría con el pensamiento de la vuelta gloriosa de Jesús con sus santos, sino para inspirarnos el temor de la muerte individual y del juicio de Dios.

Estos textos — del fin de los tiempos — están ahí para prepararnos a bien morir; confusión evidente de la Parusía y de la muerte[1].

miércoles, 19 de julio de 2017

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino (I de IV)

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino

Nota del Blog: Hasta donde sabemos, el famoso capítulo donde San Roberto trata las diferentes opiniones sobre la cuestión del Papa hereje no ha sido traducido al español, con lo cual buscamos, de esta manera, que los lectores de habla hispana tengan a su alcance este preciado material.

Existen pasajes más o menos largos de este capítulo, sobre todo en la reconocida obra de Xavier da Silveira y que fuera traducida a los principales idiomas (ver AQUI).

Al final se incluyen dos Anexos.


TERCERA CONTROVERSIA GENERAL

SOBRE EL ROMANO PONTIFICE

Libro II

Cap. XXX

Se resuelve el último argumento, y se trata la cuestión: si el Papa hereje puede ser depuesto[1].

Objeción décima. El Pontífice, en caso de herejía puede ser juzgado y depuesto por la Iglesia, como consta en la dist. 40, can. Si Papa; por lo tanto, el Pontífice está sujeto al juicio humano, al menos en algún caso.

Respondo: sobre este tema hay cinco opiniones.

La primera es de Alberto Pighi[2] donde afirma que el Papa no puede ser hereje; por lo tanto, no puede ser depuesto en ningún caso; la cual afirmación es probable, y puede ser defendida fácilmente, como luego mostraremos en su momento[3]. Sin embargo, como no es cierta, y la opinión común es la contraria, es preciso ver qué hay que responder si el Papa puede ser hereje.

La segunda opinión es, pues, que el Papa por lo mismo (eo ipso) que cae en herejía, incluso meramente interna, está fuera de la Iglesia y es depuesto por Dios, por lo cual puede ser juzgado por la Iglesia, es decir, ser declarado depuesto por derecho divino, si todavía rechaza ceder. Esta es la opinión de Juan de Torquemada[4], pero para mí no lo prueba. Pues la jurisdicción se da al Pontífice por Dios, pero con la intervención de los hombres, como es obvio ya que, por medio de los hombres, este hombre que antes no era Papa, comienza a ser Papa: por lo tanto, no es quitado por Dios sino por el hombre: pero el hereje oculto no puede ser juzgado por el hombre; ni él quiere dejar espontáneamente esa potestad. Agréguese que el fundamento de esta opinión es que los herejes ocultos están fuera de la Iglesia, lo que es falso y que prolijamente mostraremos en el lib. I de Eccl.

martes, 11 de julio de 2017

El Katéjon, II Tes. II, 6-7 (X de XV)

Dicho esto, podemos ahora recordar las citas que dimos más arriba al hablar del katéjon.

Zorell:

κατ-έχω: Parecería que la mejor es la sentencia de los Padres, según la cual el imperio Romano es τὸ κατέχον, y el Emperador ὁ κατέχων (…), para otros como Reischl, Crampon, Griesbach, τὸ κατέχον es la apostasía, ὁ κατέχων el hombre de pecado (v. 3), lo que retarda el día y venida del Señor”.

Crampon:

Lo que retiene, versículo 6, es pues el conjunto de las condiciones previas a la venida de Cristo, es decir, la apostasía y la aparición del anticristo.  El que lo retiene: es el anticristo que debe, antes de la venida de Cristo, salir del medio de la humanidad entrenada por el espíritu anticristiano”.

Con lo cual, tenemos que si el Katéjon masculino y neutro es el mismo y se trataría de la apostasía y del hombre de pecado, entonces ¿no podremos identificar ambos nombres? En otras palabras, ¿por qué no ver en la apostasía uno de los tantos nombres que recibe el Anticristo en las SSEE?

Es cierto que esta ha sido la opinión de algunos Padres, tales como el Crisóstomo, Teodoreto y Eutimio, pero no parecería ser de mucho valor pues si hemos de creer a Beda Rigaux hablando del comentario de San Juan Crisóstomo:

“Estas homilías son inferiores… a las otras sobre las cartas paulinas. Se encuentra al orador y al moralista en detrimento del exégeta”.

Sin embargo es curiosa la traducción que nos da el mismo San Agustín del texto de San Pablo[1]:

“… porque antes vendrá aquel rebelde (refuga), y se manifestará aquel hombre hijo de pecado…, etc.”.

Identificando claramente ambos términos.

Pero pasemos mejor a los argumentos sacados del mismo Texto.

jueves, 6 de julio de 2017

El que ha de Volver, por M. Chasles. Apéndice III, La Vuelta y el Reino de Cristo en la Liturgia (III de IV)

TIEMPO DESPUES DE PENTECOSTES

Las últimas fiestas de que hemos hablado forman parte del tiempo después de Pentecostés. Ahora veremos que la liturgia propia de este tiempo, la de los Domingos, nos habla de la Vuelta de Cristo.

Los 24 Domingos — a veces algunos más según la fecha de Pascua - señalan los siglos que transcurren desde la Ascensión hasta la Vuelta del Señor Jesús. La Iglesia ha querido que encontremos una enseñanza viva de nuestra "feliz esperanza" y en ella nos habla frecuentemente de la segunda venida.

LA IGLESIA HA ESCOGIDO EL COLOR VERDE A CAUSA DE LA ESPERANZA DE LA VUELTA DE CRISTO. El color verde dice Dom Guéranger expresa la esperanza de la Esposa (la Iglesia) que sabe que su suerte ha sido confiada por el Esposo al Espíritu Santo, bajo cuya dirección hace su peregrinación[1]. Nosotros agregaremos que el color verde es el color del trigo nuevo que anuncia la cosecha al fin del siglo predicha por Jesús (Mt. XIII, 39) y por el Apoc. (XIV, 15-16). Es la espera paciente del labrador "en la esperanza del precioso fruto de la tierra" (Sant. IV, 7).

Al fin del tiempo después de Pentecostés — mes de Noviembre — las lecturas de la Biblia son de los profetas Exequiel y Daniel, "cuya mirada después de haber recorrido la sucesión de los imperios, penetra hasta el fin de los tiempos, y la de los profetas menores que anuncian las venganzas divinas, los últimos de los cuales anuncian al mismo tiempo la vuelta del Hijo de Dios"[2].

A partir del XVIII Domingo después de Pentecostés, los textos litúrgicos nos recuerdan en términos bien claros la próxima venida del Señor Jesús. "Remunera a los que esperan en Ti, para que se vea la veracidad de tus profetas" (Ecles. XXXVI, 18), canta el Introito y recibimos la promesa de ser mantenidos irreprochables hasta su vuelta (Epíst. I Cor. I, 4-8).

En el Domingo XIX, escuchamos el llamado del Rey al festín de las bodas del Esposo, tan deseadas y esperadas[3].

domingo, 2 de julio de 2017

Castellani maldito, por Sebastián Randle

  Sebastián Randle, Castellani maldito, 1949-1981. Vórtice, Buenos Aires, 2017. Pag. 712. Ver AQUI.


Y al final salió. Se hizo esperar nomás, pero salió. La (re)conocida editorial Vórtice del infatigable Alejandro Bilyk ha dado a luz por fin la segunda parte de la biografía de Castellani escrita por Sebastián Randle.

Casi 15 años han pasado desde la primera parte, la cual generó entre no pocos lectores un inmenso revuelo por ciertas conclusiones del Autor[1]. Conclusiones sobre las cuales no hablaremos, entre otras cosas porque leímos el libro allá lejos y hace tiempo cuando todavía éramos junior (o al menos más que ahora) y deberíamos leerlo de nuevo para poder opinar.

Pero sí vamos a decir algo, aunque más no sean dos palabras, sobre la segunda parte.

La edición, como ya nos tiene acostumbrado Vórtice, es impecable: buena calidad de papel, mejor encuadernación, y a diferencia del famoso ladrillo verde, este tomo es portable sin mayores problemas. Y como diría el Autor: Je.

Sobre el contenido, antes que nada, es forzoso reconocer la elegante prosa del Autor, en extremo agradable y que hace que el libro se lea sin dificultad de un tirón (o de cuatro) a pesar de la abultada cantidad de páginas.

Como se desprende del título, la segunda parte abarca los últimos 33 años de vida que el Autor va siguiendo uno a uno en forma muy prolija; período en extremo interesante y el más rico en cuanto a la producción literaria.

La biografía está muy bien lograda y el autor sabe hacernos apreciar y saborear lo mejor de Castellani.

Entremos de a poco en el libro.

Lo primero que salta a la vista es la profusión de notas (¡más de 1000!) que denotan, claro está, una riqueza de bibliografía inigualable.

El libro posee dos ventajas inapreciables. En primer lugar, el acceso a muchos textos inéditos, en particular a los diarios del Padre (¡una verdadera joya!) como así también a muchas cartas escritas por Castellani que ayudan a situar las cosas en su debido contexto y en segundo lugar, todos los testimonios de primera mano que el Autor pudo reunir a lo largo de los años.

Mientras leíamos el libro, la pregunta que saltaba constantemente a nuestra mente era “¿cuándo se terminarán las disputas legales tan estériles como estúpidas y podrán editar los diarios completos?”. Sí, com-ple-tos, y nada de excusas (pag. 673).

Otra idea que se nos vino, y que seguramente no hemos sido los primeros, fue “¿cuándo van a publicar las cartas?”. Cartas a Gamallo, a Graffigna, e via dicendo.

Hay que decir que 38 años después de su muerte, Castellani tuvo su Bollery[2] y parece imposible imaginar que alguien pueda alguna vez superar esta biografía.