lunes, 9 de octubre de 2017

El Reino de Cristo consumado en la tierra, por J. Rovira, S.J. (Reseña) (I de V)

El Reino de Cristo consumado en la tierra, por J. Rovira, S.J. (Reseña)


J. Rovira, S.J.El Reino de Cristo consumado en la tierra, vol. 1. Ed. Balmes, España, 2016. Pag. 411. Ver AQUI.



La editorial Balmes ha tenido la felicísima idea de publicar un magnífico libro del P. Rovira, reconocido exégeta que ya todos conocíamos por su excelente artículo Parusía en la enciclopedia Espasa-Calpe (ver AQUI) y en menor medida por su conferencia intitulada “De opere Messianico”, traducida con el título “El reino Mesiánico” y publicada por la Fundació Ramón Orlandis i Despuig, en 2013, obra que terminaba con esta promesa:

“Ahora deberíamos tratar ya, conforme a lo propuesto, sobre la consumación del reino mesiánico en la tierra; pero puesto que esto no puede ser tratado aquí de la forma debida, y esta obra, ya bastante larga de por sí, crecería demasiado y su publicación se diferiría, por esta razón consideramos más prudente omitirlo ahora y dejarlo para otro momento”.

Promesa que pudo cumplir, a Dios gracias.

I) El Autor.

Brevitatis causa transcribimos el breve resumen de su vida que puede leerse AQUI.

“Juan Rovira nació en Palma de Mallorca el 4 de octubre de 1877. Entró en la Compañía de Jesús el 25 de noviembre de 1895. Cursó Filosofía en Veruela (Zaragoza), Tortosa y Granada, obteniendo el grado académico en 1904. Estudió Teología en Tortosa, donde fue ordenado sacerdote el 26 de julio de 1909. Entre 1912 y 1914 se formó en el Instituto Bíblico de Roma. En 1916 enseñó Antiguo Testamento en el Colegio Máximo de Sarriá, Barcelona, además de hebreo y Arqueología bíblica. Entre 1916 y 1920 tuvo a su cargo las lecciones sacras en la iglesia del Sagrado Corazón. En 1928 fue enviado a Tortosa teniendo como Superior al P. Audí, su compañero en el martirio, sucedido el 5 de septiembre de 1936”.

II) La Obra.


Comencemos por citar en líneas generales el contenido de la obra tal como leemos en la reseña de la editorial, citada más arriba.

“… cabe preguntarse si existe la posibilidad de una consumación futura del Reino mesiánico en la tierra. Todo el estudio está, por tanto, orientado a responder con fundamento escriturístico a esta pregunta. Para el tratamiento de esta cuestión Rovira divide su obra en cuatro partes: introducción, libro primero, libro segundo y epílogo

(…)

Esta consumación o perfeccionamiento de la Iglesia en la tierra, en su estado actual, es –según Rovira– posible en un triple sentido:

a) En una mayor extensión o difusión de la fe entre los pueblos y naciones de la tierra;

b) En una mayor intensidad de fe, santidad y justicia entre sus miembros; y

c) En una menor presencia de aquellos impedimentos y escándalos contrarios a la difusión del Reino mesiánico.

(…)

Tras el detallado estudio concluye Rovira que, según las Sagradas Escrituras y también conforme a los Santos Padres –incluso aquellos que impugnan el milenarismo–, habrá un tiempo futuro posterior a la destrucción del Anticristo en el Segundo Advenimiento y previo al fin de la sociedad humana. Este tiempo que todos admiten, de diversa manera, es aquella época de mayor plenitud de la Iglesia o consumación intrahistórica del Reino mesiánico en la tierra. Por tanto, “la cuestión no es sobre el tiempo más o menos largo que pueda ser admitido después del Anticristo, sino acerca de lo que ha de suceder en aquel tiempo”. En qué sentido deberá entenderse, por tanto, esta época que corresponde al Reino de Cristo consumado es el objeto del segundo libro de la obra del padre Rovira. En este primer volumen se publica solamente la Introducción y el Libro Primero, dejando para volúmenes posteriores el resto de la obra”.


***

Bien. Entrando de lleno en el contenido del primer volumen, podemos ver un comienzo más que interesante (pag. 23-119) cuando el autor recorre, uno a uno, y en una enumeración que nada tiene que envidiar a la del P. Alcañiz, la opinión de los Padres a favor y en contra, seguido en cada caso de atinadísimas observaciones y aclaraciones, como cuando demuestra que el famoso presbítero Juan del que nos habla Papías no puede ser otro sino el Apóstol, autor del Apocalipsis[1], como así también las conclusiones generales después de cada uno de los grupos.

Siguen tres disquisiciones muy importantes sobre el origen, difusión y disminución de la doctrina que el autor llama la consumación del reino en la tierra[2].

a) La primera parte es muy importante porque deshace fácilmente la objeción tan repetida que dice que esta doctrina está tomada de los rabinos; afirmación que resumía San Jerónimo brutalmente llamándola “fábulas judaicas” y que siguiendo sus pasos repitieron otros autores, como el gran Cardenal Billot.

Prueba el autor la falsedad de esta afirmación con dos argumentos contundentes que demuestran sendos aspectos exclusivamente cristianos de esta doctrina: el número de mil años (tomado claramente del Apocalipsis) y la aplicación de la semana de la creación al plan de las edades, la última de las cuales corresponde al descanso de Dios el séptimo día.

b) Con respecto a la difusión nota, con una exquisita prudencia, que la Iglesia nunca aprobó ni rechazó esta doctrina (y que por lo tanto nunca hubo tradición unánime de los Padres), sino que siempre se mantuvo en el estado de una mera opinión. Exceso del cual muchas veces no están exentos los impugnadores de esta doctrina como así tampoco, a veces, sus mismos defensores.

c) La tercera parte es muy importante y creemos que la prueba convincentemente. Entre las causas del decaimiento enumera: la paz de Constantino que dio término al período de las persecuciones romanas, algunas expresiones no muy felices de Papías, el hecho de ir mezclada a menudo con groseros errores, la autoridad de los impugnadores, la ignorancia de la verdadera tradición, es decir, “muchos antiguos documentos y escritos de los Padres de la antigüedad permanecieron desconocidos de los autores del Medioevo y también de la edad moderna” (Didaché, San Hipólito, San Victorino, epístola de Bernabé, San Ireneo, etc.), el obscurecimiento de la verdadera y genuina doctrina y, por último, el nombre ambiguo de milenarismo.





[1] A la misma conclusión llega el P. Murillo en Estudios Eclesiásticos, año 7 (1928), pag. 432 ss.

[2] El Autor rechaza explícitamente el nombre Milenio en la nota 2 de la pag. 23, pero bueno, como decían los antiguos, de nominibus non est disputandum