martes, 31 de marzo de 2015

La Estructura del Discurso Parusíaco (II de II)

I Parte

II.- La Estructura.

a) Externa.

Es tanta la similitud entre las estructuras externas de ambos Discursos que, a no dudarlo, ha sido ésta y no otra la ocasión que ha generado la identificación de los Discursos y consiguientemente, toda la confusión e interminable variedad de opiniones a la hora de interpretar todos estos pasajes.

Lucas nos trae la pregunta, y por lo tanto, la respuesta de la destrucción del Templo, mientras Mateo y Marcos lo hacen en lo que se refiere a la Parusía. En ambos casos preguntan por el tiempo y la señal y la respuesta del Señor es estructuralmente la misma pero con diferencia de contenido:

En el caso de San Lucas tenemos:

1) Sucesos anteriores a la destrucción de Jerusalén y del Templo pero que, sin embargo, no son signos (vers. 8-19).

2) El signo propiamente tal de la destrucción: sitio a Jerusalén por los ejércitos (vers. 20) seguido de las calamidades que le han de acaecer a los judíos, las cuales Nuestro Señor extiende hasta el cumplimiento de “el tiempo de los gentiles” (vers. 21-24).

3) Juicio de las Naciones seguido de la Parusía (vers. 25-28).

4) El signo próximo de la Parusía: el reverdecer de la Higuera y de los otros árboles (vers. 29-31).

5) Confirmación de sus palabras (vers. 32-33).

6) Exhortación a la vigilancia (vers. 34-36).


Mientras que en el caso de San Marcos (y Mt.) tenemos:

1) Sucesos anteriores a la Parusía pero que, sin embargo, no son signos (vers. 5-13) sino tan sólo el comienzo de los dolores.

2) El signo remoto de la Parusía: el Anticristo profanando el Templo (vers. 14-23).

3) Juicio de las Naciones seguido de la Parusía y del Rapto de la Iglesia (vers. 24-27).

4) El signo próximo de la Parusía: el reverdecer de la Higuera (vers. 28-29).

5) Confirmación de sus palabras (vers. 30-31).

6) Respuesta al “cuándo” será la Parusía y exhortación a la vigilancia (vers. 32-37).

sábado, 28 de marzo de 2015

Algunas Notas a Apocalipsis I, 12-13 (I de II)

12. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo y vuelto, vi siete candelabros de oro,

Notas lingüísticas:

Sales: "βλέπειν (ver), es decir, para considerar atentamente".


Comentario:

En el v. 10 San Juan había sido llevado a ver “el día del Señor”, mientras que ahora es obligado a girar y mirar lo que sucede antes de ese día. Como diremos luego, la descripción de Cristo (vv. 12-18) nos conducirá a las primeras cinco Iglesias, mientras que las dos últimas, que coinciden con “el día del Señor” serán descriptas con profusión en los cap. IV-XIX.
Queda así explicado fácilmente el simbolismo del giro de San Juan que los exégetas no aciertan a explicar.

Straubinger: “Los siete candelabros son las siete Iglesias (v. 20). Desde la antigüedad ven muchos comentaristas en el número siete un símbolo de lo perfecto y de lo universal de manera que las siete Iglesias representan una totalidad (S. Crisóstomo, S. Agustín, S. Gregorio, S. Isidoro). Muchos consideran que las siete Iglesias corresponden a otros tantos períodos de la historia de la Iglesia universal (cfr. I, 19 y nota).”

miércoles, 25 de marzo de 2015

La Estructura del Discurso Parusíaco (I de II)

II Parte 

Después de haber explicado más o menos en detalle el llamado “Discurso Parusíaco” nos pareció una buena idea, a semejanza de lo que ya hicimos con el Apocalipsis (ver AQUI), tratar de encuadrar bien esta importante Profecía.

Nuestra tesis principal es que se trata de dos Discursos y no de uno: el de San Lucas por un lado, y el de San Mateo y San Marcos por el otro.

Creemos que una somera estructuración ayudará a aclarar el panorama.

Analicemos dos aspectos del Discurso: I. El Contexto. II. La Estructura a) Externa, b) Interna.

I.- El contexto de la Profecía.

El martes Santo, al igual que los días anteriores, Jesús fue de mañana temprano al Templo para volver recién, al Monte de los Olivos, con la caída del sol. Ese mismo día, el último en que había de ingresar al Templo, Nuestro Señor profetizó su ruina, al decir:

“¡Jerusalén! ¡Jerusalén! Tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra casa os quedará desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt. XXIII, 37-39 y Lc. XIII, 34-35).

Probablemente estas palabras fueron las que motivaron la exclamación de uno de los discípulos:

Marcos XIII, 1: Y cuando El salía del Templo, uno de sus discípulos le dijo: "¡Maestro, mira! ¡Qué piedras y qué edificios!”. Cfr. Mt. XXIV, 1 y Lc. XXI, 5.

Tras lo cual Nuestro Señor confirmó la destrucción del Templo.

Lo que viene después es lo más importante y los acontecimientos, tras esas palabras, se sucedieron de la siguiente manera:

lunes, 23 de marzo de 2015

Sermón CCLIX de San Agustín sobre el Milenio.

SERMON CCLIX

Las obras de misericordia.


Nota del Blog: Transcribimos aquí el tan conocido y citado Sermón 259 de San Agustín donde defiende la opinión del reinado de mil años de Cristo con sus santos en la tierra tras la destrucción del Anticristo y el encadenamiento de Satanás. Opinión que cambió luego por otra opinión, y que devino, con el correr del tiempo, la exégesis más seguida. Exégesis completamente contraria al texto claro y plano de las Escrituras, que violenta a más no poder la divina Palabra.
Afortunadamente, desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX los Papas comenzaron a reaccionar contra semejante clase de exégesis y urgieron cada vez con mayor ahínco la necesidad de volver a la interpretación literal del Texto.
La exégesis del Santo doctor es aquí del todo natural y conforme al texto y al simbolismo escriturístico.
Sobre el simbolismo tipológico del sábado, del domingo y del octavo día recomendamos vivamente la hermosa obra del P. Danielou[1] Bible et liturgie, la théologie biblique des sacrements et des fêtes d'après les Pères de l'Église (1958), y traducido entre nosotros por Guadarrama en 1962 bajo el título Sacramentos y Culto según los Santos Padres (principalmente los capítulos XIV-XVI).
Sólo aclaremos que si bien el autor se declara contrario al milenarismo, cualquiera que lea sus páginas notará inmediatamente que hay algo que está como fuera de su lugar. Decimos ésto porque si el sábado es el símbolo del descanso de los santos en el cielo, entonces no se entiende el simbolismo del día octavo, mientras que si el día octavo representa la bienaventuranza eterna, entonces el “descanso” de los santos, simbolizado en el sábado, está de más.
Así, pues, es fácil ver que el reinado de Cristo con sus santos en la tierra durante los mil años resuelve fácilmente todas estas dificultades y explica el simbolismo en forma sencilla y natural. Tal como vemos que hace aquí San Agustín.

Todas las notas son del original.



Símbolo profundo y sagrado de la bienaventuranza eterna es para nosotros este día octavo[2], porque la vida que nos trae a la memoria no pasará jamás como pasa él.
Hermanos míos; en nombre de Jesucristo, por quien nuestros pecados fueron perdonados; de Jesucristo, que hizo de su sangre precio de nuestro rescate, que se dignó hacernos hermanos suyos, cuando ni servidores merecíamos ser..., os exhortamos y rogamos —ya que sois cristianos y lleváis el nombre de Cristo en la frente y el corazón— a enderezar vuestros deseos hacia la vida feliz que hemos de gozar con los ángeles, vida do reina sosiego perenne, alegría eterna, felicidad inagotable sin trabajos, sin pesares ni especie de muerte alguna.
Nadie que no haya saboreado esta regalada vida puede conocerla, y nadie la saboreará si carece de fe.
No me pidáis os haga entrever lo que Dios ha prometido: no pudiera yo hacerlo. Acabáis de oír estas palabras finales del Evangelio de San Juan: "Bienaventurados los que no vieron y creyeron"[3].
Vosotros quisierais ver; también lo viera yo de mil amores; mas creamos todos lo mismo y todos lo veremos juntos. No resistamos a la palabra de Dios. ¿Será menester, hermanos míos, que descienda Cristo ahora del cielo a mostrarnos sus cicatrices sagradas? —Mostróselas a un discípulo incrédulo, para desvanecer la duda y confirmar la fe de los venideros creyentes.

sábado, 21 de marzo de 2015

Malas traducciones de la Vulgata en el Apocalipsis, V Parte

Capítulo XII

8)

Vulgata:

v. 1: Et signum magnum apparuit in cælo…”.

Traducción correcta:

v. 1: “Y un signo grande fue visto en el cielo…”.


Observaciones:

Los vv. 1-9 presentan una serie de dificultades en cuanto al lugar físico en que se encuentran la Mujer y el Dragón.

Por un lado parece cierto que la Mujer y el Dragón están en la tierra (vv. 5.13), pero por el otro, este versículo 1 daría a entender que la Mujer está en el cielo. La solución a esta dificultad sería un tanto sencilla: el texto no dice que la Mujer está en el cielo, algo que de hecho el uso del verbo “aparece” en la Vulgata parece confirmar, sino que en el cielo es vista la Mujer, o mejor dicho desde el cielo es vista la Mujer que está en la tierra.

Y así parece resolverse fácilmente la ubicación de los dos personajes centrales del capítulo XII.


Notar que en el v. 3 se traduce bien: “y fue visto….” al hablar del Dragón.

miércoles, 18 de marzo de 2015

El Discurso Parusíaco XX: Respuesta de Jesucristo, XV (II de II). Fin

Diferencias entre los Discursos de Mc. y Lc.

Una vez más podemos ver tanto la diferencia de destinatarios en los dos Discursos: la Iglesia en Mc. (y Mt.) e Israel y las Naciones en Lc., como así también los diferentes tiempos a los cuales se refieren: Parusía en Mc. (y Mt.) y Juicio de las Naciones y a Israel en Lc.

Lo cual podemos apreciar fácilmente si se repara que Mc. habla del portero[1] (el Papa) y de los siervos (es decir, el resto de la Iglesia), los cuales algunos serán fieles y otros no, como consta por la parábola de las minas (Lc. XIX, 11-27 y Mt. XXV, 14-30), y aquellos (los siervos fieles) no serán otros sino los raptados en la Parusía a los cuales pondrá al frente de varias ciudades según la cantidad de fruto que hayan dado.
A su vez la advertencia en San Marcos comienza haciendo mención a “el tiempo” ( καιρὸς), es decir, ésto nos lleva de nuevo a la respuesta de Jesús que se encuentra en el vers. 8 de San Lucas y viene a confirmar todo lo que dijimos entonces. “El tiempo” no es uno cualquiera sino el del comienzo del siglo venidero, es decir del Milenio.
Por último, en San Marcos la admonición a la vigilancia es mucho más precisa que en San Lucas al hablar de la parte de la noche en que puede volver Jesucristo, y esto por la sencilla razón que está hablándole a la Iglesia, cuyos miembros serán raptados en los aires siempre y cuando estén en vela creyendo, esperando y amando su Venida.

Por su parte, San Lucas no hace referencia ni al Papa ni al resto de los miembros de la Iglesia, y por lo tanto debe referirse a otro grupo diverso, el cual no parece ser sino Israel y el resto de las Naciones, de quienes venía hablando hasta entonces (vv. 25-26) y a los que se les pide que no anden en glotonerías ni en cuidados de esta vida para que el Juicio que ha de venir de improviso sobre todos, no los encuentre desprevenidos y puedan así estar de pie cuando venga el Mesías en Gloria y Majestad, según aquellas palabras del Apocalipsis, I, 7:

“He aquí, viene con las nubes y le verá todo ojo (género) y los que le traspasaron (Israel) y harán luto por Él todas las tribus de la tierra (las Naciones). Sí, Amén”.

lunes, 16 de marzo de 2015

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo XVII (V de V). Fin

III.- La Tesis escatológica es la síntesis en que se armonizan las dos opuestas tesis anteriores.

Los puntos de visa verdaderos que poseen ambas interpretaciones inadmisibles que acabamos de examinar se armonizan no en una medianía ecléctica y fluctuante, sino en una síntesis superior equilibrada y firme que muestra el porqué de todas sus posiciones.

Es la Tesis escatológica.

Ella funde armoniosamente, sin sacrificar nada del texto, el carácter, esencialmente judío y el aspecto abiertamente mesiánico de las 70 semanas. Los bienes mesiánicos anunciados son el fruto pleno de la Redención en la gloria cristiana de Israel y de Jerusalén; que, en frase de San Pablo, produce en el mundo un revivir de entre los muertos. Las 70 semanas son tiempos judíos y preparatorios a aquella plenitud. Deben necesariamente interrumpirse durante los tiempos de la Evacuación del Ungido y arriendo de la viña a otras gentes. Se reanudarán cuando, convirtiéndose a Cristo, las ramas naturales sean reinjertas en su Olivo propio[1]. Cesa entonces la Evacuación de Israel. Vuelve el Hijo prodigo a la casa paterna... Cesa también entonces el arriendo de la viña a otras gentes. Jerusalén vuelve a ser la Capital religiosa de la humanidad, y corre la última semana.
Semana escatológica en que se atan los cabos de los siglos: siglo presente, tiempo de los gentiles: siglo futuro, era del Emmanuel.
Semana escatológica, la del supremo combate: Guerra destructora. Culto abominable, Magna Tribulación por un lado, y por el otro, formación del Bloque anticristo, estruendosa Victoria de la 4° Bestia "pueblo invasor" de Palestina y Apoteosis de su Jefe.
Semana escatológica que se clausura definitivamente con la tierra del Emmanuel para que allí resplandezca el nuevo Orden del reino de Dios, gloria de Israel[2].

sábado, 14 de marzo de 2015

La Iglesia Católica y la Salvación, II Parte. Cap. III: Algunas Razones del Malentendido (V de V). Fin.

Nota del Blog: Terminamos aquí la traducción de este importantísimo libro, imprescindible para entender el dogma. Sin ninguna duda es lo mejor que se ha escrito sobre el tema, y es ésta una de las glorias de Mons. Fenton, una de las grandes figuras de la teología dogmática en el siglo XX.


Mons. J.C. Fenton
Había solamente un paso más para dar en la mala interpretación de la enseñanza de San Roberto. El paso fue dado hacia el fin del siglo XIX. Cansado de la complejidad envuelta en intentar enseñar que “una definición inadecuada de la Iglesia en función de su alma”, dada por teólogos como Kilber, aplica a una “Iglesia invisible”, Luis Legrand y otros escritores después de él, cortó el nudo gordiano y comenzó a aplicar el término “alma de la Iglesia” a la sociedad interna o invisible que habían imaginado. Según Legrand, “la Iglesia interna, puede definirse como la compañía de los que están en estado de gracia, y especialmente de los que están predestinados a la vida eterna, que están dotados con la fe viva que obra por la caridad”. Y, en las palabras del mismo teólogo, “la Iglesia externa o visible, llamada el Cuerpo de la Iglesia por los Católicos, puede definirse como la asamblea de hombres reunidos y unidos en la profesión de la vera fe Cristiana, el uso correcto de los sacramentos y la administración instituída por Cristo”[1].
Estas dos definiciones se encuentran en la sub-sección titulada “La noción más general de la Verdadera Iglesia”. En la siguiente sub-sección: “La noción más específica de la Verdadera Iglesia”, Legrand da una definición de la Iglesia “considerada adecuadamente, esto es, en términos de su alma y su cuerpo juntos”[2]. A pesar que esta definición “adecuada” de la Iglesia es ligeramente más prolija que la que Legrand aplicó a la “que se llama el cuerpo de la Iglesia por los Católicos”, las dos fórmulas son objetivamente idénticas.
Así, hacia el fin del siglo XVIII la malinterpretación de los términos “cuerpo” y “alma” de San Roberto había alcanzado su resultado final. El De ecclesia militante había sido escrito en primer lugar para probar, sin sombra de dudas, que el único reino sobrenatural del Nuevo Testamento es una sociedad organizada, la comunidad religiosa sobre la cual preside el Romano Pontífice como Vicario de Cristo sobre la tierra. San Roberto había mostrado en forma concluyente que no existe ni puede existir tal cosa como una “Iglesia invisible” en la dispensación del Nuevo Testamento. Se había concentrado en la prueba de que hay solo una ecclesia, y que por lo tanto no hay posibilidad de postular una “Iglesia invisible” en manera alguna distinta del Cuerpo Místico de Jesucristo visible en este mundo.

jueves, 12 de marzo de 2015

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo XVII (IV de V)

II.- Es absurda la Tesis que se da  por tradicional.

La segunda manera de interpretar la 70° semana aplica los sucesos en ella profetizados a la reprobación por Dios del culto mosaico, luego de muerto Jesucristo.
La Crítica se empeña, no siempre con acierto, en conservar ilesa la letra del texto, perdiendo de vista muchas veces el espíritu que la anima. La opinión, al contrario, que se da por tradicional, sacrifica a veces la letra, gramática y sentido natural, para salvar lo que ella cree ser el espíritu del texto.
La supresión del sacrificio perpetuo en el Templo judío se efectuó con la destrucción de Jerusalén por los Romanos en el año 70[1]. Banderas Paganas fueron enarboladas sobre el lugar santo, y muchos años después en tiempos de Adriano se inauguró allí el culto de Júpiter Capitolino…
Pues bien. Todo eso pertenece a la 70° semana. Como le pertenece también la Redención o Muerte de Cristo en Cruz y la Vocación de las Gentes al Cristianismo...

Se pregunta: ¿cómo es eso posible? ¿Dónde la mita de la semana? ¿Dónde la abominación, que dura sólo tres años y medio?  ¿Dónde la inundación, que consume a los destructores sacrílegos al cabo de media semana de años?[2] ¿Qué importaba en la economía de la redención la interrupción de un culto abrogado e inválido desde mucho antes? Etcétera, etc. etc.

Son esas preguntas inoportunas. A ellas se responde arreglando los textos para que sirvan de base a múltiples imaginarias interpretaciones.
Imagínese que el pueblo invasor y destructor de Jerusalén no pertenece a la 70° semana, sino «exigitive», en cuanto los Judíos, por el deicidio, se hicieron dignos de aquella pena.
Imagínese que la corroboración del Pacto consiste en la Alianza nueva pactada por Cristo con las Gentes evangelizadas.
Imagínese que los bienes mesiánicos, prometidos a Jerusalén para después de las 70 semanas se realizan dentro de la última con la Muerte de Jesucristo, que tiene por inmediatos resultados la vocación de los Gentiles y la reprobación de Israel.
Imagínese que la cesación del sacrificio y de la oblación no es anunciada para media semana, sino para siempre.
Imagínese que la instalación de la «abominación de la desolación» puede ser relegada a un tiempo indeterminado después de las 70 semanas.
Imagínese que la devastación decretada es la ruina eterna de Jerusalén y del Templo judío.
Siga uno imaginando otras cosas parecidas. ¿Qué sucede?
Sucede simplemente que con temeridad se han destrozado las palabras del texto y sobre esas ruinas se han edificado sentidos caprichosos que no pertenecen a la profecía daniélica, sentidos que más bien están en contradicción con ella y con el Espíritu que anima a toda la Revelación, pues «la salud preparada a la faz de todos los pueblos es luz para iluminación de las gentes (de modo que éstas no sean excusables si la rechazan) y para gloria del pueblo de Dios, Israel
Apropiarse Babilonia los tesoros sagrados de Jerusalén tiene mucho de orgullo, de ceguera y de sacrilegio. Y es hacerse merecedor de reprobación perpetua.
«No te engrías contra las ramas..., antes teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a tí te perdonará» (Rom. XI, 17-21).




[1] Ergo, convivieron los sacrificios judíos y la Misa hasta la reprobación definitiva de Israel.

Esto sería una nueva prueba en favor de la tan discutida tesis de Lacunza sobre la simultaneidad de la Misa y los sacrificios judíos en el Templo… durante el Milenio, dice él. Durante la prédica de Elías, nos atrevemos a corregir.

[2] ¿Dónde dice el texto que la inundación sucede a la mitad de la Septuagésima Semana y que ha de durar tres años y medio?

lunes, 9 de marzo de 2015

El Discurso Parusíaco XIX: Respuesta de Jesucristo, XIV (I de II)

Sobre el significado de “esta generación” y “la ignorancia del día y la hora” ya hemos hablado en otras oportunidades. Ver AQUI y AQUI.

Mateo XXIV

42. "Velad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.
43. Comprended bien ésto, porque si hubiera sabido el amo de casa a qué hora de la noche el ladrón venía, hubiera vigilado ciertamente y no hubiera dejado horadar su casa.
44. Por eso, también vosotros estad prontos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del Hombre.
45. "¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien puso el Señor sobre su servidumbre para darles el alimento a su tiempo?
46. ¡Feliz el siervo aquel, a quien su señor al venir hallare obrando así!
47. En verdad os digo, lo pondrá sobre toda su hacienda.
48. Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: "Se me retrasa el señor",
49 y pone a golpear a sus consiervos y a comer y a beber con los borrachos,
50. volverá el señor de aquel siervo el día que no espera y en la hora que no sabe,
51. y lo separará y le asignará su suerte con los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Marcos XIII

33. "¡Tened cuidado!, ¡Estad alertas!, porque no sabéis cuándo será el tiempo;
34. como un hombre que partiendo para otro país, dejó su casa, y dio a sus siervos la potestad, a cada uno su tarea, y al portero encomendó que velase.
35. Velad, pues, porque no sabéis cuándo volverá el Señor de la casa, si en la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o en la mañana,
36. no sea que volviendo de improviso, os encuentre dormidos.
37. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!"

Lucas XXI

34. Mirad por vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se carguen de crápula y embriaguez, y con cuidados de esta vida, y que ese día no caiga sobre vosotros de improviso,
35. como un lazo; porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra entera.
36. Estad alertas, pues, en todo tiempo rogando para que podáis tener la fuerza de escapar a todas estas cosas que han de suceder y estar en pie delante del Hijo del hombre.


Notas lingüísticas:

Lc. v. 34: μερίμναις (cuidados): la misma palabra la encontramos en la admonición a los discípulos relativa a las persecuciones del quinto sello y a lo que se debe responder (Mt. X, 19 y Mc. XIII, 11).

Lc. v. 34: Αἰφνίδιος (de repente): Esta palabra vuelve a aparecer en el mismo contexto solamente una vez más en las Escrituras, en la I Tes. V, 3: “Cuando digan “paz y seguridad”, entonces vendrá sobre ellos de repente la ruina, como dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán”.

Lc. v. 36: Ἐκφυγεῖν (escapar): la misma idea sigue en la I Tes. V, 3, como puede verse.

Lc. v. 36: Ἀγρυπνεῖτε δὲ ἐν παντὶ καιρῷ δεόμενοι (estad alertas, pues, en todo tiempo rogando): Cfr. II, 37, la parábola de la viuda en XVIII, 1 y Hechos XXVI, 6-7.

Lc. v. 36: Σταθῆναι (estar en pie): Cfr. v. 28: “erguíos” y “levantad vuestras cabezas”.

Lc. v. 36: Ἔμπροσθεν (delante): Cfr. Mt. XXV, 32.

Mc. v. 33 y Lc. v. 36: ἀγρυπνεῖτε (velad), usado por San Pablo en el mismo sentido en la I Tes. V, 6.

viernes, 6 de marzo de 2015

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo XVII (III de V)

B) Pero hay otra prueba positiva contra la opinión de la Crítica.

Es la afirmación misma de Jesucristo. De Jesucristo interpretando a Daniel.
En el Discurso escatológico sobre la ruina de Jerusalén y el fin, no del mundo «ut sic» sino del mundo malo, sujeto al Maligno, siglo Presente, dice el Señor: "Será pregonado este Evangelio del reino por toda la tierra habitada en testimonio a todas las gentes, y entonces vendrá el fin. Cuando pes, viereis la abominación de la desolación, la dicha por Daniel el profeta, dominando en el lugar santo (quien lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes..., porque habrá entonces Tribulación grande, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá..." (Mat., XXIV, 14.16-21).
En San Lucas leemos otro detalle[1] del Discurso, la guerra destructora: Cuando viereis Jerusalén cercada por ejércitos, entended que se aproxima su desolación...» (XXI, 20). Una alusión cronológica nos ha sido también transmitida por San Lucas: todas esas cosa, guerra destructora, desolación, horrenda, Tribulación máxima, durarán «hasta que se cumplan los tiempos de las naciones... ». Y para después de esa era de las naciones anuncia también el Señor la plenitud de los bienes mesiánicos, pues nos dice: "Cuando esas cosas comiencen a verificarse, erguíos y alzad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención… conoced que está cerca el reino de Dios". (Luc. XXI, 24, 28-31).
Hay, por consiguiente, en el Discurso escatológico del Señor una reproducción substancial de la visión daniélica de la 70° semana. Los comentadores no quieren verla. Con infinita paciencia y creyéndose más capacitados  que los mismos evangelistas para comprender los oráculos de Jesús, introducen sus tijeras en los textos y separan las cosas allí mezcladas y trabadas: los sucesos y señales de la ruina de Jerusalén a fin de adaptarlas a la guerra de Tito; los sucesos y señales del fin del mundo, relegadas a un porvenir indefinidamente lejano.
Dos errores substanciales han obligado a los comentaristas a abrazar esas opiniones.

miércoles, 4 de marzo de 2015

La Iglesia Católica y la Salvación, II Parte. Cap. III: Algunas Razones del Malentendido (IV de V)

Sin embargo, a través de la historia de la teología las expresiones de San Roberto “alma” y “cuerpo” de la Iglesia no estaban destinadas a recibir la clase de trato que les dio Wiggers. Estaban destinadas a servir como instrumentos para la inversión de la enseñanza de San Roberto por teólogos que, cuando emplearon esta parte de la terminología de San Roberto, creían estar repitiendo o por lo menos desarrollando su teoría. El pequeño primer paso en este sentido se observa en el muy popular manual de seminario, el Breviarium theologicum publicado en el siglo XVII por el teólogo de Cambrai Juan Polman. En este manual el “cuerpo” y el “alma” de la Iglesia aparecen no como partes de una explicación de una tesis, sino como realidades que requieren definición en sí mismas.

“Según Clemente de Alejandría y Agustín, la Iglesia es como un cuerpo humano animado. La fe, esperanza, caridad y los dones del Espíritu Santo constituyen su alma. El cuerpo es la profesión externa de la fe, la comunión de los sacramentos y el reconocimiento del Romano Pontífice como su cabeza. Del alma sola son los catecúmenos que quieren ser bautizados y que tienen fe, esperanza y caridad. Los herejes ocultos son del cuerpo solo. Los bautizados en estado de gracia son del cuerpo y del alma”[1].

San Roberto dejó perfectamente en claro para cualquiera que se tomara la molestia de leer el De ecclesia militante en su totalidad que él no afirmaba que los lazos interiores de unidad dentro de la Iglesia era en realidad el alma de la Iglesia, sino que aplicó el título metafórico de “alma” de la Iglesia al Espíritu Santo, y habló de los Católicos en estado de gracia como constituyendo “por así decirlo, el alma” de esta sociedad. De la misma manera habló sobre la Iglesia como un “cuerpo” y describió a los malos Católicos como si fueran “por así decirlo, el cuerpo” de la Iglesia. Fue una desgracia para la historia de la teología que el manual de seminario de Polman condujo a las personas a imaginarse que el lazo interno de unión era el alma y que el lazo externo era el cuerpo de la Iglesia Católica.

El mal uso de la terminología de San Roberto fue un paso más adelante al comienzo del siglo XVIII en el manual bien escrito Elementa theologica del profesor de la Sorbona, Carlos du Plessis D’Argentré. Este libro emplea la terminología de San Roberto de forma tal que socava la tesis fundamental del De ecclesia militante. Así, al hablar de los excomulgados, D’Argentré afirma que si “profesan la fe Católica, van a ser de alguna manera (aliquatenus) miembros de la Iglesia en razón de su alma, esto es, por la fe, y tal vez por la caridad (si la excomunión es injusta)”. De todas formas, insiste, en que estas personas “no son del cuerpo”[2].

domingo, 1 de marzo de 2015

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo XVII (II de V)

Pero la Crítica no se contenta con esa comparación directa. Se da la pena de buscar vías indirectas y comparaciones laterales que refuercen su conclusión, y dice: «Si los capítulos de Daniel VII, VIII, XI, XII, se aplican a Antíoco, con mayor razón el capítulo de las semanas. Pero se impone el antecedente...».

Examinemos de cerca aquellos capítulos aludidos. Ese examen nos lleva al siguiente resultado: de los cuatro pasajes en cuestión, dos, VIII, 9 ss., y XI, 30 ss., pueden aplicarse con algún esfuerzo a Antíoco: pero los dos otros, VII, 23 ss, XII, 1 ss., son extraños a Antíoco y tocan los sucesos de la 70° semana.

Pongamos frente a frente, en el orden indicado, los cuatro pasajes:

VIII, 9 ss: "... Salió un cuerno pequeño, que creció mucho hacia el mediodía y el oriente y hacia la tierra gloriosa. Engrandecióse hasta llegar al ejército de los cielos y echó al suelo estrellas y las holló. Aún contra el príncipe del ejército se irguió y le quitó el sacrificio perpetuo y destruyó su santuario. Convocó impíamente ejércitos contra el sacrificio perpetuo, echó por tierra la verdad, hizo con buen éxito lo que quiso. Entonces oí hablar a uno de los Santos respondiendo a otro de los Santos que le preguntaba: ¿Hasta cuándo va a durar esa visión del sacrificio perpetuo y de la asoladora prevaricación de llamar tropas y del santuario y del ejército de los cielos quebrantado?». Entonces dijo: "Hasta 2.300 tarde y mañana". Luego será restablecido el gran santuario... El macho cabrío es el rey de Jayán, y el gran cuerno, el rey primero. El romperse y salir en su lugar otros cuernos, 4 reyes que se alzarán en la nación. Más no de tanta fuerza como aquél. Al final de su dominación, cuando se completen las prevaricaciones, levantaráse un rey imprudente e intrigante...".

XI, 30 ss: "... Furioso contra la Alianza santa, no se quedará inactivo, y volverá a concertarse con los que abandonaron la Alianza Santa. A su orden se presentarán tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y harán cesar el sacrificio perpetuo y alzarán la abominación desoladora. Seducirá con sus halagos a loa traidores a la Alianza santa; pero el pueblo que conoce a su Dios, obrará con firmeza. Y los sabios entre ellos, instruirán a las muchedumbres. Caerán de entre ellos por un tiempo, a la espada, al fuego, al cautiverio, al pillaje. Y mientras sucumben tendrán poco socorro y muchos se unirán a ellos hipócritamente. Sucumbirán también algunos de los prudentes para que sean depurados, purificados y blanqueados, hasta que llegue el fin, que no llegará sino al tiempo determinado. El rey hará lo que quiera, se ensoberbecerá y se gloriará por encima de todos los dioses y dirá cosas increíbles contra el Dios de los dioses. Prosperará hasta que llegue la ira a su consumación, porque la que está decretada se cumplirá…".